TL;DR

  • La inteligencia social y la prosocialidad (autodomesticación) fueron impulsores clave de la evolución humana.
  • Las presiones evolutivas para estos rasgos probablemente actuaron antes y más fuertemente en las mujeres debido a las demandas del cuidado maternal, la crianza cooperativa y las dinámicas sociales.
  • Las madres, abuelas y coaliciones femeninas fueron fundamentales para mejorar la empatía, la cooperación y domesticar la agresión, moldeando la mente social humana.
  • En consecuencia, las mujeres probablemente encabezaron la evolución de la inteligencia social humana única, actuando como la “vanguardia evolutiva”.

Introducción#

Si la inteligencia social avanzada –la capacidad de nuestra especie para la empatía, la lectura de la mente y el autocontrol cooperativo– es lo que realmente nos hizo humanos, entonces es lógico que las mujeres fueran “humanas” primero.

Esta provocativa tesis no es un eslogan ideológico sino una hipótesis evolutiva: que las mujeres, especialmente las madres y las abuelas, fueron la vanguardia evolutiva de la cognición social y el borde inicial del proceso de autodomesticación que dio lugar a Homo sapiens. En términos más simples, las presiones selectivas que favorecen la empatía, la teoría de la mente, la regulación emocional y el comportamiento prosocial pueden haber actuado antes y más intensamente en las mujeres, haciendo que las mujeres fueran las primeras en desarrollar la mente social esencialmente humana.

Este informe examina rigurosamente esta idea a través de evidencia y lógica –evitando el pensamiento ilusorio o el encuadre activista– para mostrar por qué las presiones selectivas lideradas por mujeres probablemente fueron indispensables en la evolución humana. Nos centramos en cómo el cuidado maternal, la cooperación aloparental y las elecciones sociales femeninas crearon las condiciones previas para la autodomesticación única de la humanidad, y abordamos directamente los posibles contraargumentos. El objetivo es un análisis preciso y orientado a la verdad de por qué, si la inteligencia social nos hizo humanos, las mujeres realmente abrieron ese camino.

Inteligencia Social: La Marca Registrada Humana#

Los seres humanos a menudo se definen por su extraordinaria inteligencia social. Vivimos en sociedades complejas que exigen entender las intenciones de los demás, coordinar acciones grupales y frenar los impulsos antisociales. Los antropólogos evolutivos argumentan que nuestros grandes cerebros evolucionaron no solo para el uso de herramientas, sino principalmente para manejar las demandas de la vida social –una idea conocida como la hipótesis del cerebro social o inteligencia maquiavélica [^1].


Nota: Los marcadores de notas al pie [^N] en el texto anterior son marcadores de posición. La bibliografía completa con los enlaces correspondientes se puede encontrar en: https://chatgpt.com/share/68055003-1674-8008-92a0-85bbddae351a


En comparación con otros simios, los humanos sobresalen en la teoría de la mente (inferir lo que otros saben, quieren o intentan) y en la formación de metas y culturas compartidas. Por ejemplo, los niños humanos pueden intuir los deseos de los demás y compartir intenciones de maneras que nuestros parientes simios más cercanos (chimpancés) generalmente no pueden [^2]. Este conjunto de capacidades –desde la empatía y la comunicación hasta la formación de alianzas estratégicas– constituye la cognición social que sustenta el lenguaje, la enseñanza y la cooperación. En resumen, ser “humano” se trata en gran medida de ser socialmente inteligente.

Es importante destacar que estas habilidades sociales no surgieron en el vacío; fueron favorecidas por la selección natural porque conferían ventajas de supervivencia y reproducción. Los primeros humanos que podían cooperar en la caza y la recolección, resolver conflictos pacíficamente o apoyarse mutuamente en tiempos de necesidad superarían a grupos más solitarios o agresivos [^3]. La evidencia paleoantropológica sugiere que a medida que nuestra línea evolutiva avanzaba, los individuos con mayor destreza social tenían una mayor aptitud.

Los científicos cognitivos señalan que los humanos tienen especializaciones neurobiológicas para el aprendizaje social y la comunicación –evidencia de que los desafíos sociales moldearon nuestros cerebros. De hecho, la aparición de Homo sapiens (~300,000 años atrás) parece asociada con un cambio hacia un comportamiento más prosocial y orientado al grupo [^4]. La tesis “la inteligencia social nos hizo humanos” significa que estas habilidades fueron el diferenciador crítico que puso a nuestros ancestros en un camino evolutivo único.

Pero si la inteligencia social fue el motor, debemos preguntarnos: ¿hubo diferencias entre los sexos en cómo y cuándo este motor se aceleró? La evolución a menudo coloca presiones distintas sobre hombres y mujeres debido a sus diferentes roles reproductivos. Argumentaremos que las presiones selectivas para la cognición social avanzada fueron especialmente agudas para las mujeres –en particular, las madres y los aloparentes– debido a las demandas de criar crías altamente dependientes y mantener comunidades cohesionadas. A lo largo de generaciones, esto llevó a las mujeres a ser pioneras en la “humanidad” de la inteligencia social de alto nivel, arrastrando a la especie hacia adelante hacia una nueva zona adaptativa. Antes de detallar eso, introducimos un concepto crucial que vincula la inteligencia social con la evolución humana: la autodomesticación.

La Hipótesis de la Autodomesticación: Domesticándonos a Nosotros Mismos#

Los humanos poseen rasgos desconcertantes que se asemejan a los de los animales domesticados (como perros o vacas) en comparación con sus ancestros salvajes. Charles Darwin hace mucho tiempo notó que los mamíferos domesticados comparten ciertas características –un “síndrome de domesticación”– que incluyen mansedumbre, comportamiento juvenil, agresión reducida e incluso cambios físicos como dientes más pequeños o forma alterada del cráneo [^5][^6].

En las últimas dos décadas, los investigadores han propuesto que Homo sapiens experimentó un proceso análogo de autodomesticación, en el cual la selección natural favoreció a individuos más dóciles y prosociales sobre los agresivos y “salvajes” [^7][^8]. En efecto, nuestros ancestros se “domesticaron” a sí mismos eliminando las tendencias hiperagresivas y amplificando la tolerancia social dentro de los grupos.

Esta idea está respaldada por evidencia anatómica: en comparación con los homínidos anteriores (y especialmente en comparación con los neandertales), los humanos modernos tienen características gráciles y juveniles –por ejemplo, una reducción en la prominencia del arco superciliar y la robustez facial general [^9][^10]. Los arqueólogos encuentran que alrededor de hace 300,000 años, los cráneos de los primeros H. sapiens ya muestran una cara más corta, dientes más pequeños y arcos superciliares reducidos en relación con sus predecesores [^11]. Todos estos son signos distintivos de la domesticación. De hecho, una encuesta identificó fósiles de H. sapiens con cráneos “feminizados” –más pequeños, con menos ornamentación de combate entre machos– como los primeros humanos verdaderamente modernos [^12].

Craneos de humanos modernos (izquierda) vs. neandertales (derecha), ilustrando la cara más plana y el arco superciliar reducido de los Homo sapiens autodomesticados.

La hipótesis de la autodomesticación sostiene que volverse más amigable y cooperativo fue una estrategia ganadora en la evolución humana. Al seleccionar contra la agresión reactiva (violencia impulsiva) y a favor del control de impulsos, la empatía y la prosocialidad dentro del grupo, nuestros ancestros lograron una mayor armonía grupal y posiblemente nuevas alturas cognitivas [^13][^14]. Se puede pensar en esto como un proceso evolutivo de “civilización” –no impuesto por ningún criador externo, sino que surgió naturalmente porque los grupos de individuos más socialmente tolerantes prosperaron y dejaron más descendientes.

Apoyando esto, estudios genéticos y comparaciones con animales domesticados sugieren cambios en genes (como los que afectan a las células de la cresta neural) que podrían hacer que el temperamento humano sea más calmado y nuestras caras más juvenilizadas [^15][^16]. En esencia, para el final del Pleistoceno, nuestra línea evolutiva se había convertido en un “simio domesticado” –más equilibrado emocionalmente y orientado al grupo que nuestros primos homínidos más feroces.

Crucialmente, la autodomesticación no se trata solo de ser amable; se relaciona directamente con la inteligencia social. Un individuo menos agresivo y más tolerante puede permitirse participar en un aprendizaje social más profundo y en la colaboración. La reducción de la agresión probablemente abrió la puerta a una comunicación y empatía mejoradas –no se puede enseñar o aprender fácilmente de alguien que podría atacarte.

Los investigadores argumentan que la selección por mansedumbre en los humanos trajo consigo una mayor capacidad para la intencionalidad compartida (compartir verdaderamente metas y conocimientos) [^17][^18]. Esto se debe a que una vez que nuestros ancestros estaban inclinados a confiar y tolerarse mutuamente, las habilidades cognitivas existentes heredadas de los simios podrían reutilizarse del engaño competitivo al pensamiento cooperativo [^19][^20]. En resumen, la autodomesticación amplificó la inteligencia social: cuanto más nuestra especie favorecía temperamentos amables y prosociales, más desbloqueaba la cognición social única humana como el lenguaje, la cultura y el aprendizaje acumulativo.

Mecanismos de la Autodomesticación#

Se han propuesto varios mecanismos para la autodomesticación humana. Todos preguntan: ¿qué (o quién) hizo la selección, si no fue un agricultor humano?

  • Selección a nivel de grupo: Las bandas con más cooperación interna sobrevivieron más que otras.
  • Aplicación coalicionaria: A medida que las armas y la cultura evolucionaron, incluso los individuos físicamente más débiles podían formar coaliciones para castigar o expulsar a los matones violentos, eliminando así esos genes del grupo [^21][^22]. De hecho, el antropólogo Richard Wrangham sugiere que una vez que los primeros humanos tenían lenguaje, los subordinados podían conspirar para ejecutar a los machos alfa sobre-agresivos, imponiendo un nuevo orden social [^23][^24].
  • Selección centrada en las mujeres: Un conjunto igualmente intrigante de hipótesis coloca a las mujeres en el centro de la autodomesticación.
  • Elección de pareja femenina: Se ha sugerido que las mujeres que se aparean preferentemente con hombres menos agresivos y más cariñosos podrían haber eliminado gradualmente la agresión de nuestra línea evolutiva [^25][^26]. Al favorecer a los machos más propensos a ayudar con los niños en lugar de pelear, las mujeres aumentarían la aptitud de los rasgos amables [^27][^28].
  • Coaliciones femeninas: Además, las comparaciones con los bonobos (un pariente simio autodomesticado) sugieren que las coaliciones femeninas pueden frenar directamente la agresión masculina [^29][^30].

Antes de evaluar estas fuerzas impulsadas por mujeres en detalle, aclaremos por qué las mujeres tuvieron un papel evolutivo tan crucial en primer lugar.

Por Qué la Evolución Presionó Diferentemente a las Mujeres#

En la mayoría de los mamíferos –y ciertamente en los homínidos– los roles biológicos de mujeres y hombres en la reproducción y la supervivencia tienen diferencias clave. Las mujeres humanas gestan, dan a luz y amamantan a las crías; también suelen asumir la mayor parte de la crianza temprana de los niños.

Los hombres, en contraste, históricamente han invertido más en la competencia por parejas (y en los humanos, actividades como la caza o la defensa territorial) y teóricamente pueden engendrar muchos más descendientes con menos cuidado directo. Estas diferencias significan que los “criterios de éxito” no eran idénticos para los sexos: el éxito reproductivo de una mujer dependía de su capacidad para mantener a un infante vulnerable vivo hasta la adultez, mientras que el éxito de un hombre podría depender más del acceso a parejas y estatus.

Por lo tanto, la selección sobre rasgos sociales –como la empatía, la paciencia, la agresión, la cooperación– actuaría de maneras algo divergentes en mujeres vs. hombres.

El Crisol Maternal: Demandas Cognitivas Intensas#

Para las primeras mujeres humanas, la maternidad impuso demandas cognitivas y emocionales intensas. Los infantes humanos son extraordinariamente indefensos, nacen inmaduros y requieren años de cuidado constante. Una madre que pudiera interpretar mejor las necesidades de su bebé –que pudiera calmar, nutrir y enseñar eficazmente– tenía una gran ventaja para transmitir sus genes.

Rasgos como la sintonía emocional, la compasión y la capacidad de anticipar el estado mental de un infante (¿hambre? ¿miedo? ¿curiosidad?) mejorarían directamente la supervivencia de la descendencia. A lo largo de muchas generaciones, tales presiones seleccionarían una mayor teoría de la mente y empatía en las madres.

Es notable que las madres humanas demuestran adaptaciones mentales sorprendentes: por ejemplo, la neuroimagen muestra que la maternidad aumenta la capacidad de una mujer para reconocer emociones e intenciones a partir de las señales de los infantes [^31][^32]. Incluso a nivel conductual, los estudios encuentran que las niñas y mujeres sobresalen en tareas de cognición social desde la infancia –por ejemplo, a los 6–8 años las niñas superan significativamente a los niños en la comprensión de las creencias y sentimientos de los demás [^33][^34].

Esto sugiere que la evolución (no solo la cultura) produjo diferencias sexuales en la aptitud social, consistente con las mujeres históricamente soportando mayores demandas socio-cognitivas. En resumen, cuando la inteligencia social se volvió vital, las mujeres tuvieron que avanzar primero –su éxito reproductivo estaba en juego con cada llanto de un recién nacido.

Compromisos Evolutivos Masculinos: Competencia vs. Cooperación#

Mientras tanto, los hombres enfrentaron un conjunto diferente de presiones. En entornos ancestrales, la aptitud masculina a menudo se mejoraba mediante comportamientos competitivos y arriesgados –luchando por el dominio, cazando grandes presas, etc. La agresividad y la destreza física podrían proporcionar oportunidades de apareamiento o control de recursos.

Estos rasgos no recompensan la inteligencia social sutil de la misma manera inmediata que lo hace la crianza (de hecho, demasiada empatía podría ser una desventaja en la competencia violenta). Por lo tanto, la evolución masculina probablemente involucró un compromiso: cierta selección para habilidades sociales (los hombres también necesitaban cooperar para cazar o formar coaliciones), pero también una contraselección que preservaba la agresión y el tamaño para los concursos.

El resultado es que incluso hoy, los hombres humanos tienen niveles más altos de testosterona y son más propensos a la agresión física, en promedio, que las mujeres –un remanente de la selección pasada– mientras que las mujeres obtienen puntajes más altos en empatía y reconocimiento emocional [^35][^36]. Como informó sucintamente un estudio científico, “las mujeres fueron más rápidas y precisas que los hombres en reconocer emociones dinámicas.” [^37]. Esto se alinea con la idea de que las mujeres evolucionaron para ser el sexo más socialmente perceptivo, por necesidad.

Liderando el Camino, No Excluyendo a los Hombres#

Es importante enfatizar que “antes” evolutivo no significa que los hombres no evolucionaron estos rasgos en absoluto. Más bien, significa que las mujeres pueden haber liderado el camino. Cualquier gen o comportamiento que confiriera una mejor inteligencia social en las madres eventualmente se extendería a todos los humanos (los hombres heredan genes de las madres también). Pero inicialmente, esos rasgos son más fuertemente favorecidos en las mujeres, ya que ahí es donde el beneficio es mayor.

Con el tiempo, a medida que la vida grupal se volvió más interdependiente, los hombres que carecían de habilidades prosociales también serían penalizados (un hombre brutal podría ser ostracizado o ejecutado en una sociedad autodomesticada [^38][^39], o simplemente menos deseable para las mujeres). Así, los hombres “alcanzaron” en cierta medida la inteligencia social, pero probablemente más tarde y de manera más indirecta.

En el gran arco de la prehistoria, uno puede imaginar que las adaptaciones evolutivas de las mujeres para la crianza y la cooperación sentaron las bases sobre las cuales ambos sexos luego abrazaron plenamente el estilo de vida humano hipersocial.

Fundamentos Liderados por Mujeres de la Vida Social Humana#

Con el contexto anterior, podemos identificar varias fuerzas evolutivas centradas en las mujeres que habrían impulsado la mejora de la inteligencia social y el temperamento prosocial –efectivamente haciendo de las mujeres las arquitectas de nuestra autodomesticación. Estas fuerzas operaron a través de los roles críticos que las mujeres desempeñaron en los primeros grupos humanos: madre, aloparente, seleccionadora de pareja y creadora de redes sociales. Examinamos cada uno a su vez.

1. Madres y Crianza Cooperativa (“Se Necesita una Aldea”)#

Quizás el impulsor más poderoso de la inteligencia social avanzada fue la evolución de la crianza cooperativa en los humanos. La antropóloga Sarah Blaffer Hrdy y sus colegas han argumentado convincentemente que nuestra especie se convirtió en un “criador cooperativo” –lo que significa que las madres no criaban a los niños solas, sino con la ayuda de otros (padres, abuelos, hermanos, etc.) [^40][^41].

Esto no era opcional; era esencial para la supervivencia. Los infantes humanos son tan necesitados, y los intervalos entre nacimientos (espaciado entre niños) en nuestra línea evolutiva se volvieron tan cortos, que una madre sin asistencia simplemente no podría alimentarse y proteger a su bebé al mismo tiempo [^42][^43]. En entornos de sabana prehistóricos, una madre solitaria probablemente fracasaría: “no hay manera de que las madres pudieran haber mantenido a sus crías seguras y alimentadas y sobrevivido ellas mismas a menos que hubieran tenido mucha ayuda” [^44]. Así, el cuidado compartido (aloparentalidad) evolucionó como una adaptación vital, permitiendo que el género Homo prosperara [^45].

Implicaciones para los Infantes: Evolucionando la Perspicacia Social#

Este cambio hacia la crianza comunal tuvo profundas implicaciones. Significaba que los infantes se criaban en entornos sociales ricos, expuestos a múltiples cuidadores, no solo a su madre biológica. Un bebé ahora tenía que atraer y mantener la atención de otros adultos o ayudantes juveniles también, esencialmente solicitando altruismo de cualquiera dispuesto a cuidar o alimentar.

Según Hrdy, esto creó una nueva presión selectiva sobre los propios infantes: “los bebés necesitaban monitorear a los demás, entender sus intenciones y apelar a ellos para obtener cuidado” [^46]. En otras palabras, la descendencia de los criadores cooperativos evolucionó para ser socialmente perspicaz desde el principio. Aquellos que eran un poco más encantadores, más sintonizados con los estados de ánimo de los cuidadores, más “adorables” al responder a las señales –sobrevivieron a tasas más altas [^47][^48].

A lo largo de generaciones, los bebés humanos se volvieron otros-regardantes, nacidos con un impulso para involucrarse y congraciarse con cualquiera que pudiera ayudar [^49]. Esto probablemente es la raíz de nuestra conciencia social sin igual: incluso los niños pequeños intentan compartir y comunicarse. Los psicólogos encuentran que los infantes en entornos ricos en cuidado (por ejemplo, con familia extendida o guardería) desarrollan la Teoría de la Mente antes que aquellos cuidados por solo una persona [^50][^51]. Todo esto sugiere que el contexto de la crianza cooperativa impulsó la evolución de la comprensión mutua y las habilidades de “lectura de la mente” en una etapa muy temprana del desarrollo.

Implicaciones para las Madres: El Radar Social#

No solo se adaptaron los bebés –las propias madres evolucionaron nuevas capacidades en un sistema de crianza cooperativa. Una madre que debe confiar en la ayuda de otros se vuelve agudamente sensible al entorno social. Tiene que confiar en los ayudantes y también posiblemente gestionar relaciones para asegurar que la ayuda continúe.

A lo largo del tiempo evolutivo, las madres humanas probablemente se volvieron más flexibles y perspicaces, ajustando su compromiso con un infante en función del apoyo disponible [^52][^53]. (Trágicamente, si la ayuda estaba ausente, incluso el cálculo inconsciente de una madre amorosa podría hacer que redujera la inversión en un infante que no puede sostener [^54][^55] –una dura realidad en nuestro pasado evolutivo).

El punto es que las madres humanas desarrollaron un radar social finamente afinado: responden a señales de apoyo o amenaza en su grupo al decidir cómo asignar su inmensa energía maternal [^56][^57]. Esto favorecería una teoría de la mente mejorada (para discernir las intenciones de los demás hacia su hijo) y la regulación emocional (para mantener alianzas y no alienar a los ayudantes). Una madre que estallara en rabias o no empatizara con las necesidades de un aloparente perdería asistencia; por lo tanto, el control de impulsos y la empatía estaban en una prima para las mujeres ancestrales.

Además, las madres en un contexto cooperativo a veces tenían que comunicar sus necesidades o las necesidades de su infante efectivamente a otros. Esto podría ser un catalizador para la evolución del lenguaje y las habilidades pedagógicas. De hecho, la motivación para compartir información –como el estado de salud de un bebé o una solicitud de ayuda– es naturalmente fuerte en los cuidadores. Los humanos son únicos entre los simios en su impulso por enseñar e informar a otros, posiblemente nacido de escenarios de crianza cooperativa [^58][^59].

En resumen, los desafíos diarios enfrentados por las madres y sus ayudantes crearon un rico “campo de entrenamiento” para la cognición social. Las mujeres que sobresalieron en esto –que pudieron cooptar a otros en un proyecto de crianza compartida y mantener una guardería armoniosa– criarían más descendencia hasta la adultez. A través de esta lente, uno puede ver por qué las mujeres como madres fueron pioneras de la evolución social humana: su papel las obligó a empujar los límites de lo que las mentes sociales de los primates podían hacer.

2. Abuelas y la Red Femenina Extendida#

Más allá de las madres, otras mujeres –especialmente las abuelas– también desempeñaron un papel clave en la evolución humana. Los humanos son inusuales en que las mujeres viven mucho más allá de la edad reproductiva (menopausia), lo que sugiere que las mujeres posmenopáusicas fueron históricamente valiosas para el grupo (de lo contrario, la evolución no mantendría su longevidad). La explicación principal es la “hipótesis de la abuela”: las abuelas ancestrales aumentaron su aptitud genética al ayudar a criar a sus nietos, permitiendo así que sus hijas tuvieran hijos más rápidamente [^60]. Este efecto abuela aumentaría el número total de descendientes sobrevivientes.

Críticamente, para ser una ayudante efectiva, una abuela debe desplegar un conocimiento significativo, paciencia y habilidad social. Podría buscar comida extra, compartir décadas de sabiduría sobre estaciones o usos de plantas, o mediar en conflictos familiares. La evidencia indica que la presencia de abuelas está correlacionada con una mejor supervivencia de los nietos en sociedades tradicionales [^61].

Esto implica que la selección natural favoreció aquellas líneas en las que las mujeres mayores permanecieron saludables y cognitivamente agudas –efectivamente seleccionando resistencia al declive cognitivo relacionado con la edad para que las abuelas pudieran seguir contribuyendo [^62]. En otras palabras, la evolución humana probablemente extendió la inteligencia social femenina a lo largo de una vida más larga, beneficiando a todo el grupo.

El Tejido Social Femenino: Cooperación y Armonía#

Las abuelas (y tías y hermanas mayores) formaron el núcleo de una red de apoyo femenino extendida. Antes de los tiempos modernos, una banda humana típica tendría múltiples mujeres adultas relacionadas (por ejemplo, una abuela de 45 años, su hija de 25 años y nietas adolescentes, etc.). Estas mujeres cuidarían conjuntamente a los niños, compartirían comida y mantendrían la base del hogar mientras los hombres estaban fuera cazando.

La cohesión y estabilidad de esta red femenina impactaría directamente en el éxito del grupo. Por lo tanto, había una alta presión sobre las mujeres para llevarse bien, coordinarse y prevenir rupturas interpersonales. Rasgos como consolar a los demás, equidad en el reparto y resolución de conflictos serían invaluables en este contexto. Si dos mujeres caían en disputa, las consecuencias podrían poner en peligro todo el sistema de cuidado infantil cooperativo.

En consecuencia, las mujeres probablemente evolucionaron un control de impulsos más fuerte y una perspicacia social para navegar las tensiones intra-grupales. Las observaciones antropológicas de sociedades de cazadores-recolectores a menudo notan que las mujeres usan estrategias informales de resolución de conflictos (como el chisme o la intervención de ancianos) para mantener la armonía del grupo, en lugar de recurrir a la violencia. Esto se alinea con la idea de que la selección impulsada por mujeres penalizó la agresión disruptiva y recompensó la regulación emocional social –un aspecto clave de la autodomesticación.

Transmisión Cultural a través de Mujeres Mayores#

La hipótesis de la abuela también subraya la influencia femenina en la transmisión cultural. Las abuelas a menudo sirven como maestras de habilidades y tradiciones a los jóvenes. Son depósitos de conocimiento y actúan como pegamento social a través de generaciones.

Esto significa que la evolución del aprendizaje prolongado en la infancia (una característica distintiva de los humanos) y la acumulación de cultura a lo largo de generaciones probablemente debe mucho a la presencia de mujeres mayores sabias y socialmente comprometidas. En resumen, el patrón humano de cooperación femenina multigeneracional creó un terreno fértil para la cognición social avanzada y las normas prosociales. Es difícil imaginar que los humanos se convirtieran en los aprendices ultra-sociales que somos sin el andamiaje de madres y abuelas moldeando activamente el comportamiento social en cada nueva generación.

3. Coaliciones Femeninas y la Domesticación de la Agresión Masculina#

Otra forma poderosa en que las mujeres encabezaron la autodomesticación humana es a través de su influencia en el comportamiento masculino –específicamente al frenar la agresión masculina.

Elección de Pareja: Seleccionando Machos Más Amables#

Un mecanismo es la elección de pareja femenina. Si las mujeres consistentemente prefieren aparearse con hombres más amables y más proveedores, esos hombres tienen un mayor éxito reproductivo, difundiendo genes “amigables”. Hay evidencia de que, en los humanos, la elección femenina ha contribuido efectivamente a reducir el dimorfismo sexual (los machos volviéndose relativamente más pequeños) a lo largo del tiempo [^63][^64].

La lógica es sencilla: un macho menos agresivo es más probable que ayude con la descendencia y menos probable que dañe a su pareja; las mujeres que eligieron tales machos tuvieron más hijos sobrevivientes [^65][^66]. Con el tiempo, esto podría “feminizar” a la población masculina –que es exactamente lo que vemos en el registro fósil: los machos de Homo sapiens son mucho menos machos (en características del cráneo, etc.) que los machos neandertales o los homínidos anteriores [^67].

Un estudio propuso que “la elección femenina de machos menos agresivos como parejas… podría promover la autodomesticación, porque las mujeres se benefician de la mayor inversión de sus parejas en la crianza compartida” [^68][^69]. Esto es esencialmente mujeres seleccionando buenos padres sobre guerreros brutales. Si bien la coerción masculina (apareamiento forzado por machos agresivos) puede limitar la efectividad de la elección femenina en algunas especies, los humanos desarrollaron sistemas sociales únicos que gradualmente empoderaron la preferencia femenina –por ejemplo, normas comunitarias contra la violación, y el emparejamiento que da a las mujeres cierta voz en la selección de pareja. Así, la selección sexual probablemente trabajó en conjunto con la selección natural para favorecer a los machos prosociales.

Acción Colectiva: El Modelo Bonobo y Más Allá#

Las hembras también ejercieron influencia colectivamente. En muchos primates, las hembras forman coaliciones para protegerse a sí mismas y a sus crías de machos violentos. Nuestros gentiles primos los bonobos son famosos por esto: las hembras bonobos no relacionadas se unen para detener el acoso masculino [^70][^71]. Si un macho bonobo se vuelve demasiado agresivo hacia una hembra, un grupo de hembras se unirá para ahuyentarlo o atacarlo, imponiendo efectivamente una paz matriarcal.

Como resultado, la sociedad de los bonobos es mucho más tolerante y menos dominada por la agresión masculina que la sociedad de los chimpancés comunes. Los investigadores que observan bonobos salvajes encontraron que “siempre que las hembras formaban coaliciones, atacaban invariablemente a los machos… típicamente en respuesta a un macho que mostraba un comportamiento agresivo hacia otra hembra” [^72][^73]. La unión femenina anula la ventaja física del macho, permitiendo un orden social cooperativo. El resultado final es que las hembras bonobos domesticaron colectivamente a su especie: los bonobos muestran muchos síndromes de domesticación (cráneos más pequeños, comportamiento juguetón en adultos) y una estructura social igualitaria [^74][^75].

Es muy plausible que las primeras hembras humanas hicieran algo similar. Una vez que nuestros ancestros tuvieron la capacidad cognitiva para formar alianzas, las mujeres podían unirse para desalentar o castigar a los machos abusivos. Incluso en sociedades de simios patriarcales como los babuinos, hay casos donde las hembras colectivamente expulsan a un macho peligroso.

En los humanos, las coaliciones femeninas pueden haber sido más sutiles, por ejemplo, difundiendo información sobre la reputación (chismes) de hombres violentos, coordinándose para rechazar los avances de un matón o apelando a parientes masculinos para protección. Todas estas son operaciones de inteligencia social fundamentalmente: requieren comunicación, teoría de la mente (por ejemplo, “si todos lo evitamos, se dará cuenta de que está excluido”) y unidad emocional entre las mujeres.

Con el tiempo, estas estrategias femeninas harían costoso para los machos ser excesivamente agresivos. Los machos que cooperaban y respetaban las reglas sociales tendrían parejas y apoyo comunitario; aquellos que no lo hacían podrían terminar marginados o incluso ejecutados una vez que la cooperación grupal más amplia (incluyendo a otros machos) evolucionara. De esta manera, las dinámicas impulsadas por las mujeres probablemente pusieron los primeros frenos a la agresión masculina mucho antes de que existieran leyes formalizadas o autoridades principales.

Dinámicas de Poder Cambiantes que Favorecen la Cooperación#

Es revelador que los hombres humanos son mucho menos abiertamente dominantes sobre las mujeres que nuestros primos primates. En los chimpancés, cualquier macho adulto supera a cualquier hembra, y los machos regularmente intimidan a las hembras. En los cazadores-recolectores humanos, aunque los hombres a menudo tienen más influencia política, las mujeres tienen sus propias esferas de influencia y pueden ejercer elección y alianza de maneras que las hembras chimpancés no pueden.

Esto sugiere que temprano en la evolución humana, algo cambió, probablemente a través del cuidado cooperativo de los hijos (lo que aumenta la influencia y el valor de las mujeres en el grupo) y a través de las mujeres insistiendo colectivamente en un trato más igualitario. Podríamos decir que la construcción de alianzas por parte de las mujeres fue una forma temprana de “regulación grupal” del comportamiento antisocial, un precursor de las coaliciones lideradas por hombres que ejecutaron tiranos. Ambos fueron importantes, pero las mujeres tenían el motivo inicial (siendo los objetivos de la agresión masculina) y quizás sentaron el precedente de que la pura fuerza bruta ya no reinaría suprema.

4. “Lectura de Mentes Recursiva” y Entrenamiento Social en la Vida Femenina#

Ser la “vanguardia evolutiva” de la inteligencia social también significa que las mujeres tuvieron una mayor oportunidad de refinar esas habilidades a lo largo de sus vidas. Consideremos a una niña típica en una banda humana ancestral: desde una edad temprana, probablemente cuida a sus hermanos, aprendiendo a interpretar los estados de ánimo de un niño pequeño y cómo calmar a un bebé llorando, un entrenamiento práctico en empatía y manipulación (en el sentido neutral de manejar los estados emocionales de los demás).

A medida que crece, pasa mucho tiempo con otras mujeres en la recolección o preparación de alimentos. Estas actividades diarias suelen ser altamente sociales: las mujeres hablan, cuentan historias y compiten sutilmente en reputación. Hay evidencia de que el lenguaje podría haber sido particularmente ventajoso para las mujeres en tales contextos para coordinar tareas cooperativas y redes sociales.

Para cuando una mujer se convierte en madre, tiene un rico conocimiento social del cual extraer, desde entender las relaciones de parentesco hasta recordar quién la ayudó cuando lo necesitaba. Todo esto equivale a un ejercicio continuo en razonamiento social recursivo: “Creo que ella piensa que debería hacer X para que me ayude en el futuro”. Tal toma de perspectiva en múltiples capas es la cúspide de la teoría de la mente, algo en lo que los humanos sobresalen y las computadoras aún luchan. Las mujeres, por las demandas de sus roles típicos, habrían practicado esto más intensamente (mientras que un hombre podría perfeccionar otras habilidades como rastrear animales o fabricar armas, involucrando más inteligencia espacial-técnica).

No es sorprendente, entonces, que incluso hoy, las mujeres en promedio muestren una ventaja en pruebas de cognición social e inteligencia emocional [^76][^77]. A menudo son más hábiles para discernir sutilezas interpersonales, una capacidad perfeccionada durante eones porque era vital para la supervivencia de madres e hijos.

Esto no significa que los hombres carezcan de estas habilidades; más bien, las mujeres como grupo tuvieron que pionerar en ellas a un grado extremo para satisfacer necesidades de supervivencia, elevando así las habilidades de toda la especie. La evolución es un juego de incrementos: si las mujeres tenían incluso una ligera ventaja en cognición social inicialmente, eso podría convertirse en una gran diferencia a lo largo de cientos de milenios, porque esas habilidades mejoraron dramáticamente el éxito reproductivo femenino. Los machos gradualmente heredarían estas mejoras y encontrarían sus propios usos para ellas (en equipos de caza, comercio, etc.), pero el camino fue trazado por las mujeres por pura necesidad.

Abordando Contraargumentos#

Cualquier tesis tan audaz como “las mujeres fueron humanas primero” merece escrutinio y un manejo cuidadoso de los contraargumentos. Abordamos algunas objeciones potenciales: • “Los hombres también necesitaban inteligencia social (para cazar, la guerra, alianzas masculinas), ¿por qué destacar a las mujeres?” – De hecho, las actividades masculinas en la evolución humana involucraron cooperación: un grupo de hombres cazando un gran animal debe comunicarse y confiar entre sí; los guerreros en una escaramuza se benefician de la coordinación y la lectura del enemigo. Sin embargo, la frecuencia y las apuestas de estos escenarios difieren de los impulsados por mujeres. Una madre interactúa con su hijo y parientes diariamente, perfeccionando constantemente sus herramientas sociales, mientras que una caza o pelea masculina es intermitente. Además, las coaliciones masculinas a menudo tenían la opción de imponer la cooperación a través de la jerarquía o la fuerza (un alfa podría liderar, y otros seguir bajo amenaza), lo que depende menos de la lectura sutil de mentes. La cooperación femenina, en contraste, no podía imponerse por la violencia, tenía que lograrse a través de la negociación, la reciprocidad y la empatía. Por lo tanto, aunque ambos sexos contribuyeron a la evolución de la inteligencia social, la intensidad de la selección en habilidades sociales detalladas fue mayor para las mujeres. Con el tiempo, los hombres ciertamente se beneficiaron y evolucionaron estos rasgos también (un macho puramente asocial sería marginado en cualquier sociedad humana), pero la carrera armamentista inicial por mejores mentes sociales fue fomentada en la esfera femenina de la crianza y el cuidado comunitario. • “¿Este argumento dice que las mujeres son ‘superiores’ a los hombres?” – No. Se trata de diferentes trayectorias evolutivas, no de juicios de valor. Decir que las mujeres fueron la vanguardia evolutiva de la inteligencia social es como decir “las alas evolucionaron antes que los músculos de vuelo”, uno tuvo que venir primero para que el sistema funcionara, pero ambos son ahora parte del todo. Los hombres y las mujeres hoy son obviamente ambos “plenamente humanos” en sus habilidades cognitivas. El argumento es que debido a la división sexual del trabajo y los roles, la selección de ciertos rasgos definitorios de los humanos ocurrió antes o más fuertemente en las mujeres, catalizando así esos rasgos en la especie en su conjunto. No significa que las mujeres hoy sean automáticamente más inteligentes socialmente que los hombres en todos los casos (la variación individual es enorme y la cultura importa). Significa que para entender cómo nuestros ancestros adquirieron su naturaleza social única, debemos prestar atención a las presiones de selección lideradas por mujeres que las narrativas tradicionales de “el hombre cazador” han minimizado. • “¿Qué pasa con el papel de los hombres en la domesticación a través de castigar tiranos o formar bandas igualitarias?” – Investigadores como Wrangham y Boehm han destacado cómo la cooperación masculina (incluso incluyendo la ejecución de machos excesivamente agresivos) fue clave en la autodomesticación humana [^78][^79]. Reconocemos esto como un mecanismo importante una vez que los grupos humanos alcanzaron un cierto nivel de organización. Sin embargo, notamos que tales “conspiraciones basadas en el lenguaje” [^80] entre hombres probablemente se hicieron posibles después de que evolucionara una base de cohesión social y confianza, una base que la crianza cooperativa impulsada por mujeres ayudó a establecer. En una sociedad protohumana llena de desconfianza y agresión, es poco probable que los subordinados (hombres o mujeres) pudieran unirse para matar a un alfa; se necesitaba un primer atemperamiento de la agresión y un aumento en el sentimiento prosocial. Las influencias femeninas (elección de pareja, coaliciones, crianza compartida) podrían haber suavizado gradualmente el entorno social, permitiendo que se formaran alianzas masculinas estables sin descender instantáneamente en violencia. Por lo tanto, vemos los mecanismos masculinos y femeninos como complementarios en la autodomesticación, con las mujeres probablemente actuando como la “primera línea de selección” contra la agresión pura (al no aparearse con ella o tolerarla), y los hombres reforzando esas normas a través de la acción colectiva. Nuestra tesis eleva específicamente las contribuciones femeninas a menudo descuidadas en esa etapa temprana. • “¿No es todo esto solo especulación? ¿Qué evidencia sólida apoya el impacto de las mujeres?” – La evidencia fósil directa del comportamiento es difícil de encontrar, pero tenemos apoyo coherente desde varios ángulos. Los cambios morfológicos en los humanos (feminización del cráneo, reducción del dimorfismo sexual) sugieren que la selección estaba reduciendo rasgos tradicionalmente vinculados a los machos [^81][^82]. La comparación con los bonobos proporciona una prueba viviente de que la selección social impulsada por mujeres puede transformar el temperamento de una especie [^83]. La psicología del desarrollo muestra que tener múltiples cuidadores acelera el desarrollo cognitivo social [^84], apoyando la idea de que la crianza cooperativa fue un catalizador para la cognición similar a la humana. Los estudios transculturales encuentran que en muchas sociedades humanas, las mujeres sobresalen en la creación de redes sociales y la mediación de conflictos, roles vinculados a una teoría de la mente superior. Incluso la neurociencia encuentra diferencias vinculadas al sexo en el procesamiento empático consistentes con la especialización de larga data de las mujeres en el cuidado y la sensibilidad social [^85]. Aunque ninguna pieza de evidencia “prueba” la tesis, la convergencia de la lógica evolutiva, los estudios empíricos y la antropología comparativa apuntan a la misma conclusión: las presiones de selección centradas en las mujeres fueron integrales para hacer de los humanos la especie ultra-social que somos. • “¿Por qué evitar el argumento de la recolección frente a la caza sobre el aprovisionamiento?” – A menudo, las discusiones sobre las mujeres en la evolución humana se centran en el hecho de que la recolección femenina probablemente proporcionó un suministro estable de alimentos, a veces contribuyendo con más calorías que la caza masculina. Si bien eso es cierto e importante económicamente, es tangencial a la evolución de la inteligencia social per se. Uno podría imaginar un escenario donde las mujeres proporcionaran mucha comida pero aún actuaran como recolectoras solitarias con mínima interacción social, eso no avanzaría la cognición social. Lo que importaba más era cómo las mujeres organizaban el cuidado de los hijos y el apoyo social, no solo la comida. Por lo tanto, hemos evitado el argumento simplista de “las mujeres contribuyeron con más recursos”, porque nuestro enfoque está en la evolución cognitiva, no en un conteo de calorías. La evidencia sugiere que las contribuciones de las mujeres fueron más allá del sustento: crearon los entornos sociales en los que nuevas estrategias cognitivas (como la empatía, la enseñanza y la cooperación) se convirtieron en la diferencia entre la vida y la muerte. Es esa contribución social cualitativa la que las hizo la vanguardia evolutiva de la humanización.

Conclusión#

La evolución humana no fue impulsada por un solo héroe o un solo sexo, fue una danza compleja de fuerzas biológicas y sociales. Sin embargo, al defender la tesis de que “si la inteligencia social nos hizo humanos, las mujeres fueron humanas primero”, hemos destacado la realidad a menudo subestimada de que las presiones de selección impulsadas por mujeres fueron probablemente decisivas en la formación de los cerebros sociales y la naturaleza cooperativa de nuestra especie.

A través de las demandas implacables de la maternidad y la crianza compartida, las mujeres fueron empujadas a desarrollar una mayor empatía, autocontrol y comprensión interpersonal, habilidades que sus contrapartes masculinas solo adoptarían completamente más tarde a medida que la supervivencia de todo el grupo llegara a depender de ellas. Las preferencias selectivas y coaliciones de las mujeres ayudaron a domesticar la agresión masculina excesiva, guiando a nuestros ancestros hacia una estructura social más gentil y comunicativa. Estas dinámicas lideradas por mujeres sentaron las bases para la autodomesticación de Homo sapiens, permitiendo la aparición de los humanos profundamente sociales y culturalmente complejos que somos hoy.

Crucialmente, esta narrativa no es una reinterpretación política moderna de la prehistoria, sino una hipótesis basada en la biología evolutiva y la antropología. No afirma que las mujeres sean “mejores”, solo que sus roles les dieron una ventaja inicial en la carrera evolutiva hacia el conjunto de herramientas de inteligencia social de Homo sapiens.

Al examinar hechos como el síndrome de domesticación en nuestros huesos, los patrones de crianza cooperativa en nuestro cuidado infantil y los perfiles cognitivos de hombres y mujeres, llegamos a una imagen coherente: las mujeres, como las principales cuidadoras y organizadoras sociales, fueron las primeras en pionerar los rasgos que definen a la humanidad. Los hombres ciertamente contribuyeron y eventualmente igualaron estos rasgos, una vez que el entorno los favoreció, pero la ventaja inicial fue cortada por las mujeres.

En cierto sentido, las mujeres domesticaron a la humanidad, quizás incluso a los hombres, al cultivar un mundo en el que la empatía y la cooperación superaron a la fuerza bruta. Esta perspectiva enriquece nuestra comprensión de la evolución humana al asegurarnos de no pasar por alto a la mitad de nuestros ancestros. Nos recuerda que alrededor de las hogueras antiguas, a menudo eran las madres y abuelas quienes innovaban silenciosamente el arte de vivir juntos en paz. Y fueron esas innovaciones, el cuento antes de dormir, la canción de cuna compartida, el pacto tácito entre amigos, las que realmente nos hicieron humanos.

Fuentes: La evidencia y las afirmaciones en este informe están respaldadas por investigaciones en antropología evolutiva y psicología, incluyendo hallazgos sobre la crianza cooperativa y la cognición social [^86][^87], el síndrome de autodomesticación humana [^88][^89], las coaliciones femeninas en bonobos [^90][^91], y las diferencias de sexo en habilidades cognitivas sociales [^92][^93], entre otros, como se cita a lo largo.


FAQ #

Q 1. ¿Significa esto que las mujeres son ‘más inteligentes’ o ‘mejores’ que los hombres? A. No. La hipótesis destaca diferentes trayectorias evolutivas y presiones selectivas basadas en roles, no superioridad inherente. Ambos sexos son plenamente humanos, pero las mujeres probablemente lideraron el desarrollo de la inteligencia social debido a demandas únicas.

Q 2. ¿No necesitaban también los hombres habilidades sociales para cazar y formar alianzas? A. Sí, pero la intensidad y naturaleza de la selección probablemente difería. Los roles femeninos a menudo requerían habilidades sociales constantes y matizadas (empatía, negociación para el cuidado de los hijos), mientras que la cooperación masculina podría depender más de la coordinación intermitente o jerarquías establecidas.

Q 3. ¿No es esto solo especulación sin evidencia fósil directa de comportamiento? A. Aunque la evidencia directa de comportamiento es rara, la hipótesis se basa en evidencia convergente de anatomía comparativa (feminización del cráneo), primatología (comportamiento de bonobos), psicología del desarrollo (efectos de los cuidadores), neurociencia (diferencias de sexo en cognición social) y lógica evolutiva.


Fuentes Citadas#

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