TL;DR
- Presenta la “Teoría de Eva de la Conciencia”: el veneno de serpiente, no la fruta, como catalizador de la autoconciencia.
- Sintetiza evidencia de arqueología, antropología y neurotoxicología.
- Compara los Misterios Eleusinos y la Danza de la Serpiente hopi como supervivencias rituales.
- Aborda contraargumentos (psicodélicos, mutaciones, letalidad) y muestra que el veneno los integra.
- Ofrece predicciones comprobables para la arqueología y la bioquímica.
Introducción#
El mito antiguo y la teoría moderna convergen en una posibilidad provocadora: el célebre “fruto del árbol del conocimiento” no era en absoluto una fruta literal, sino veneno de serpiente. En el relato bíblico del Génesis, el primer gusto de la humanidad del conocimiento prohibido llega a través de una serpiente y su “fruto” ofrecido, un evento que despierta la autoconciencia y la comprensión moral. Aunque a menudo se interpreta metafóricamente, nuevas investigaciones interdisciplinarias sugieren que este relato podría codificar una práctica prehistórica real: el uso de veneno de serpiente para inducir estados alterados y detonar la conciencia humana. Esta hipótesis surge de sintetizar la teoría del “Mono Colocado” (Stoned Ape) de una evolución impulsada por psicoactivos con evidencia de la arqueología, la antropología y la mitología. Si los primeros humanos realmente pusieron en marcha la cognición superior mediante sustancias que alteran la mente, como especuló el etnobotánico Terence McKenna, entonces las serpientes venenosas – no los hongos – pudieron haber proporcionado el catalizador más accesible globalmente y simbólicamente más resonante. En este artículo desarrollamos el caso del veneno de serpiente como el enteógeno primordial, examinando sus efectos neuropsicológicos y rastreando sus ecos en rituales comparativos como los Misterios Eleusinos de la antigua Grecia y la Danza de la Serpiente de los hopi en Norteamérica. Ambos cultos, sostendremos, preservan elementos de un ur-ritual en el que la envenenación controlada era una puerta de acceso al conocimiento trascendente. También abordamos teorías alternativas y contraargumentos – desde plantas psicodélicas hasta mutaciones genéticas súbitas – y mostramos que ninguna explica los datos de manera tan exhaustiva como la hipótesis del veneno. El resultado es una exploración académica especulativa que “le pone colmillos a la teoría del Mono Colocado”, proponiendo que la caída de la humanidad en la autoconciencia pudo haber comenzado con la mordida de una serpiente.
De Monos Colocados a Mordidas de Serpiente: Repensando el Catalizador de la Conciencia#
La teoría del “Mono Colocado” de McKenna postula célebremente que el consumo de hongos psicoactivos (en particular los hongos “mágicos” de psilocibina) por parte de nuestros ancestros homínidos aceleró la evolución de la cognición – mejorando la agudeza visual, estimulando la imaginación e incluso catalizando el lenguaje. Esta idea radical, aunque no probada, al menos fundamenta el surgimiento de la conciencia superior en un impulso bioquímico en lugar de un salto genético milagroso. Se alinea con la visión de que los estados alterados de conciencia desempeñaron un papel en la evolución cognitiva humana. De hecho, la más reciente Hipótesis de la Mente Ritualizada del científico cognitivo Tom Froese también destaca los rituales que alteran la mente como el campo de entrenamiento para el pensamiento simbólico y la autoconciencia. Froese sostiene que en el Paleolítico Superior, intensos tormentos culturales – aislamiento en cuevas, privación sensorial, dolor e ingestión de sustancias psicoactivas – alteraron la percepción ordinaria de nuestros ancestros y “autolanzaron” un yo observador a la existencia. En otras palabras, la experiencia precedió a los genes: repetidos “viajes” rituales indujeron una conciencia reflexiva, que luego fue estabilizada y heredada culturalmente (y eventualmente biológicamente mediante la coevolución gen–cultura).
Sin embargo, ¿qué sustancia pudieron haber usado nuestros ancestros para impulsar tales ritos que alteran la mente? McKenna defendió los hongos de psilocibina, pero estos tienen limitaciones: crecen solo en ciertas regiones/estaciones y carecen de una conexión obvia con la ubicua imaginería de serpientes en el simbolismo humano temprano. Además, aunque los hongos pueden producir alucinaciones profundas, no conllevan intrínsecamente las apuestas de vida o muerte que muchos rituales de iniciación enfatizan. El veneno de serpiente, en cambio, es un candidato convincente por múltiples motivos. Las serpientes son casi universales en los entornos humanos – especialmente en África, donde surgió Homo sapiens – lo que hace que los encuentros con especies venenosas sean un peligro y una oportunidad constantes. Solo se necesita un humano curioso o desesperado para transformar una amenaza mortal en una herramienta chamánica. A diferencia de un hongo que crece silenciosamente sobre el estiércol, una serpiente anuncia su presencia con fuerza; una mordida entrega un pharmakon inmediatamente transformador (para usar la palabra griega para droga/veneno) que se sitúa en la línea entre la muerte y el éxtasis. Dosis bajas o mordidas sobrevividas pueden producir intensos efectos neurofisiológicos: vértigo, visión alterada, despersonalización, euforia y experiencias cercanas a la muerte. Informes modernos de la India documentan que la gente efectivamente ha usado mordidas de serpiente para colocarse – por ejemplo, dos hombres que dejaron que cobras les mordieran la lengua experimentaron una hora de convulsiones e inconsciencia seguida de “excitación aumentada y una sensación de bienestar… más intensa que la borrachera del alcohol o los opioides”. Los médicos que los estudiaron señalaron la extrema rareza de esta práctica, pero confirmaron que ha ocurrido en comunidades tradicionales (p. ej., el uso de ungüentos o bálsamos de veneno de serpiente con efecto alucinógeno en Rajastán). Tales casos prueban que la intoxicación inducida por veneno es real – un “colocón más mortal” conocido por los toxicólogos modernos – y sugieren cómo los primeros humanos pudieron haber descubierto las propiedades que alteran la mente del veneno ya sea por accidente o por experimento.
Los venenos de serpiente neuroactivos a menudo contienen neurotoxinas que interfieren con la señalización nerviosa. Los venenos de elápidos (de cobras, kraits, mambas, serpientes de coral, etc.) típicamente atacan los receptores nicotínicos de acetilcolina, lo que conduce a parálisis pero también a vívidos síntomas neurológicos como visiones y disociación en dosis subletales. Los venenos de víboras (cascabeles, víboras europeas, etc.) causan dolor y hemorragia pero también un potente choque cardiovascular que puede producir visión en túnel, sensaciones extracorporales y oleadas de neurotransmisores endógenos. En esencia, una envenenación controlada puede imitar el extremis fisiológico de una experiencia cercana a la muerte (ECM), lo cual es notable, ya que se sabe que las ECM desencadenan cambios duraderos en la perspectiva y el autoconcepto (a menudo descritos como “la vida pasando ante los ojos” o ver desde fuera del propio cuerpo). Los antropólogos han observado desde hace mucho que muchos ritos de paso simulan la muerte y la resurrección; una crisis inducida por mordida de serpiente es una forma muy literal de caminar por esa línea. El modelo de Froese enfatiza empujar a los iniciados al “borde de la muerte” para que descubran un núcleo de individualidad independiente del cuerpo. ¿Qué mejor herramienta para lograr esto que el veneno? Como señaló irónicamente un investigador respecto a la Teoría de Eva de la Conciencia (la variante específica de veneno de serpiente de la idea de los orígenes rituales): esto le da a la hipótesis del mono colocado “colmillos”, proporcionando un medio tangible mediante el cual la química alterada podría impulsar de manera confiable al cerebro hacia un nuevo ámbito cognitivo.
Desde una perspectiva evolutiva, el veneno de serpiente tiene varias ventajas sobre las plantas o hongos psicodélicos como agente primordial que altera la conciencia. Primero, estaba ampliamente disponible en toda África y más allá; los primeros humanos no tenían que tropezar con una planta u hongo raros, solo tenían que observar y quizá aprovechar ritualmente a un animal peligroso al que ya temían. La evidencia fósil y genética indica que las serpientes venenosas (como cobras y víboras) coevolucionaron con los mamíferos, de modo que los homínidos siempre vivieron junto a ellas. Segundo, los efectos del veneno son dramáticos e inolvidables. Sobrevivir a una mordida de serpiente podría convertirse fácilmente en una experiencia fundacional, interpretada como un viaje al mundo de los espíritus y de regreso. Incluso una envenenación de baja dosis (digamos, al pinchar la piel con un implemento recubierto de veneno en lugar de una mordida completa) podría producir sensaciones angustiosas seguidas de alivio y euforia si uno se recupera. Esta “medicina de tormento” encaja en el molde de los ritos visionarios más fuertemente que un viaje psicodélico suave. Tercero, el veneno de serpiente conlleva un simbolismo inherente que otras drogas no tienen. Desde la antigüedad, el veneno y la medicina se han visto como dos caras de la misma moneda, y la serpiente, que mata y a la vez muda la piel para aparentemente renovar la vida, fue un emblema natural de sanación y renacimiento. La palabra griega pharmakon significaba tanto remedio como tóxico, reflejando esta dualidad. Resulta tentador considerar que los primeros chamanes o sanadores pudieron haber sido en parte envenenadores, en parte médicos: envenenando deliberadamente a los iniciados para “matar” su antiguo yo y revivir un yo más sabio. Es notable que en el antiguo Egipto un mito cuenta cómo la diosa Isis obtuvo el conocimiento supremo engañando al dios sol Ra para que fuera envenenado. Isis creó una serpiente que mordió a Ra, y solo al darle a Isis su verdadero nombre secreto (una metáfora de cederle su conocimiento/poder supremo) ella lo curaría. Esta historia codifica la noción de que el veneno de serpiente obliga a la transferencia de conocimiento, exactamente nuestra tesis respecto al fruto del Árbol del Conocimiento. A través de las culturas, las serpientes están curiosamente vinculadas a la iluminación: el Buda es protegido por el rey cobra Mucalinda (una señal de iluminación), y en la tradición hindú la energía serpentina kundalini que asciende por la columna vertebral produce el despertar espiritual. Si se acepta que la bioquímica psicoactiva podría subyacer a tal simbolismo, el veneno de serpiente destaca como un desencadenante antiguo plausible. Como resume una exposición de la Teoría de Eva, “donde otros han sugerido que hongos o plantas detonaron la conciencia humana, el modelo de Cutler señala al veneno de serpiente como un medio potente y fácilmente descubierto para ritualizar la alteración de la mente”.
Ecos del Rito de la Serpiente: Misterios Eleusinos y la Danza de la Serpiente hopi#
Una hipótesis tan audaz como “el veneno de serpiente fue el fruto del conocimiento” debería dejar huellas en el registro histórico y etnográfico. De hecho, la hipótesis del culto a la serpiente encuentra apoyo en las desconcertantes similitudes de tradiciones rituales dispares. Dos en particular – los Misterios Eleusinos de la antigua Grecia y la Danza de la Serpiente de los hopi del suroeste de Estados Unidos – ilustran cómo el simbolismo de la serpiente e incluso el uso del veneno han reaparecido en ritos de conocimiento y renovación. Estas prácticas cúlticas están separadas por enormes distancias y milenios, pero ambas pueden ser descendientes de ramales de un complejo ritual paleolítico primordial centrado en la serpiente. Los antropólogos han señalado que ciertos elementos rituales (como el uso del instrumento zumbador conocido como bullroarer, que se discute más adelante) aparecen globalmente, como si se hubieran heredado de una sola fuente. Los ritos eleusinos y hopi pueden verse como ecos lejanos – adaptados a culturas locales – de un “rito del veneno” original que alguna vez impartió conocimiento trascendente.
Serpientes y Secretos en los Misterios Eleusinos#
Durante casi dos mil años (c. 1500 a. C. a 392 d. C.), los Misterios Eleusinos fueron los ritos secretos más renombrados del mundo mediterráneo. En Eleusis, en Grecia, los iniciados participaban en un dramático viaje ritual en honor a las diosas Deméter y Perséfone, que prometía renacimiento espiritual y esperanza en la otra vida. El contenido de la iniciación se guardaba celosamente – “muerte a quien revelara los Misterios”, advierten las fuentes antiguas – pero sabemos que implicaba un descenso simbólico a la oscuridad y un retorno a la luz, reflejando la estancia anual de Perséfone en el inframundo. También tenemos fuertes indicios de que se consumía un sacramento psicoactivo: el kykeon, una bebida sacramental de cebada y menta, se considera ampliamente que contenía cornezuelo, un hongo psicoactivo (Claviceps) que crece en el grano. Los alcaloides del cornezuelo pueden inducir visiones similares al LSD, lo que podría explicar las revelaciones sobrecogedoras que reportaban los iniciados eleusinos. Como escribió Cicerón, “por medio de estos Misterios hemos sido llevados de la rusticidad salvaje a una civilización cultivada; hemos aprendido los orígenes de la vida y recibido el poder no solo de vivir felizmente, sino de morir con mejor esperanza”. Píndaro alaba a los iniciados como bienaventurados, pues “comprenden el fin de la vida y el comienzo dado por los dioses” de una nueva. En resumen, Eleusis trataba del conocimiento – conocimiento existencial, salvífico – obtenido mediante una experiencia mística controlada.
¿Dónde entran las serpientes en este cuadro? Las serpientes eran de hecho centrales en la iconografía y la mitología del culto de Deméter. A menudo se representaba a la diosa con una serpiente a su lado o en un carro tirado por serpientes aladas. En la tradición mítica, Deméter acogió a una serpiente envenenada como su sirviente en Eleusis: la bestia Kykhreides, expulsada de Salamina por causar daño, se convirtió en un asistente sagrado de la diosa del grano. La serpiente era el animal más sagrado de Deméter, representando la fuerza vital de la tierra y el ciclo de renacimiento (las serpientes mudan la piel y emergen “renovadas”). Todo esto sugiere que el culto eleusino preservó conscientemente el simbolismo de la serpiente de una religión de fertilidad anterior. Pero ¿pudo haber habido algo más que simbolismo? Algunos estudiosos se han preguntado si el “secreto de Eleusis” – la revelación última mostrada a los iniciados en la sala del Telesterion – pudo haber involucrado literalmente serpientes. Aunque el consenso actual favorece una visión alucinógena (quizá inducida por el cornezuelo en el kykeon), el testimonio antiguo es intrigantemente evasivo. Un escritor posterior afirmó que el gran secreto era una espiga de trigo segada mostrada en silencio, un anticlímax si se toma literalmente, pero posiblemente una metáfora. Otro rumor era que se hacía girar un gong o bullroarer para producir un sonido sobrenatural, simulando la voz de los dioses. Es notable que el término griego rombos (rombo) se refería a un bullroarer, y que tal instrumento se usaba en ciertos ritos mistéricos para invocar la presencia de espíritus. Si los sacerdotes eleusinos empleaban el zumbido de un bullroarer y mostraban objetos sagrados, uno podría imaginar que también se exhibían serpientes vivas, un símbolo visceral del poder ctónico en el corazón del culto.
Incluso si no se administraba veneno real en Eleusis (y no hay evidencia directa de que así fuera), la estructura de los Misterios es altamente compatible con una interpretación basada en veneno de serpiente. Los elementos centrales eran: una ordalía (el largo ayuno y la noche aterradora en el Telesterion), la ingestión de una bebida especial, una experiencia sensorial abrumadora, la confrontación con la muerte (simulada) y luego un alivio extático y la iluminación. Esto es esencialmente una repetición más suave de lo que implicaría una ordalía de envenenación: ayuno y ritos preparatorios, luego el pharmakon (veneno o poción similar al veneno) ingerido, luego un roce con la muerte (ya sea por toxicidad real o alucinación intensa), culminando en una visión beatífica del retorno de Perséfone (que simboliza la supervivencia del alma). Es fácil ver cómo una práctica original de envenenación ritual pudo haberse transpuesto, con el tiempo, a un análogo fúngico o herbal más seguro. El apoyo a esta visión proviene del mito comparado: numerosos estudiosos (desde Sir James Frazer hasta mitógrafos modernos) han señalado que los motivos de las religiones mistéricas – la deidad que muere y resucita, el descenso al Hades, la serpiente como guardiana del inframundo, el matrimonio sagrado que asegura la fertilidad – se repiten en todo el mundo y sugieren un drama ritual arquetípico. La Teoría de Eva de la Conciencia sugiere que todos estos mitos son recuerdos culturales borrosos del “primer conocimiento esotérico” de la humanidad: el descubrimiento del yo mediante un rito de muerte-renacimiento que involucra a una serpiente. En este sentido, Eleusis preservaba en forma griega lo que la historia del Edén codificó en mito semita: la idea de que una serpiente medió el despertar de la humanidad (para los iniciados de Deméter, el despertar a la bienaventuranza en la otra vida; para Adán y Eva, el despertar a la autoconciencia moral). Es apropiado que en el arte las diosas eleusinas se mostraran sosteniendo una serpiente o alimentando serpientes, así como Eva se representa junto a la serpiente, ambas simbolizando la entrega de sabiduría prohibida.
La Danza de la Serpiente hopi: Comunión con el Veneno para la Renovación#
Al otro lado de un océano y en un contexto cultural muy distinto, el pueblo hopi de Arizona ha practicado durante mucho tiempo una Danza de la Serpiente anual que, en la superficie, trata de la oración por la lluvia, pero en su núcleo yace una relación extraordinaria entre humanos y serpientes venenosas. La Danza de la Serpiente hopi (Tsu’tiki o Tsu’tiva en lengua hopi) fue observada y documentada por forasteros a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando aún se realizaba públicamente. En esta ceremonia, miembros de la Sociedad de la Serpiente bailaban con serpientes vivas – incluyendo serpientes de cascabel (altamente venenosas) – sujetas entre sus dientes o enrolladas en sus manos. Los danzantes trataban a las serpientes con íntima reverencia, liberándolas finalmente sobre la tierra del desierto para que las serpientes llevaran las plegarias del pueblo a los espíritus subterráneos y trajeran de vuelta la lluvia. Para un observador, la escena es a la vez sobrecogedora y aterradora: hombres con serpientes de cascabel vivas colgando de sus bocas, los cascabeles zumbando mientras los danzantes cantan y golpean la tierra. No es de extrañar que este ritual capturara la imaginación popular como una “adoración exótica de serpientes”, aunque los propios hopi lo enmarcan como un deber sagrado para mantener la armonía con la naturaleza.
Crucialmente, los hopi desarrollaron métodos para mitigar el peligro del veneno, lo que implica una comprensión profunda del poder de la serpiente. La evidencia etnográfica y el testimonio hopi indican que los sacerdotes de la Serpiente toman precauciones para que rara vez sean mordidos y nunca envenenados fatalmente durante la danza. Según un análisis, su inmunidad “no se logra mediante el uso de drogas estupefacientes ni de antídotos terapéuticos”, sino mediante un manejo cuidadoso y medidas mecánicas. En la preparación de la danza, las serpientes se capturan en una cacería secreta y se mantienen en kivas (cámaras ceremoniales subterráneas) donde son lavadas ritualmente, manipuladas para acostumbrarlas al contacto humano y a menudo descolmilladas o “ordeñadas” de su veneno. Investigadores que revisaron relatos de primeros observadores como J. Walter Fewkes y H. R. Voth concluyeron que “los hopi pueden, y ocasionalmente lo hacen”, extraer colmillos o vaciar las glándulas de veneno antes de la manipulación pública. Esto fue negado durante mucho tiempo por escritores románticos que querían creer en una protección sobrenatural, pero la realidad pragmática es que los sacerdotes de la Serpiente sabían exactamente cuán letales eran sus compañeros de danza y tomaban medidas para asegurar que los novicios no murieran en su primer encuentro con una serpiente. De hecho, los manejadores de serpientes de mayor rango a veces preparaban subrepticiamente a una cascabel (inmovilizando y apretando sus mandíbulas) antes de entregarla a un danzante joven, un truco sutil para aumentar la confianza del muchacho al hacer que la serpiente fuera “segura”. Fuera de los días de ceremonia, los hombres hopi temían una mordida de cascabel salvaje tanto como cualquiera, lo que subraya que su capacidad de manipular serpientes con impunidad en el ritual era un efecto producido ritualmente, no una inmunidad mágica constante.
Sin embargo, incluso con tales precauciones, podían ocurrir accidentes, y los hopi tenían un antídoto listo. Después de la Danza de la Serpiente, los participantes bebían una medicina herbal secreta conocida como el “encanto de la serpiente” o antídoto para contrarrestar cualquier veneno que pudiera haber entrado en su sistema. Un estudio etnobotánico identificó una planta llamada hohoyānɨ (Physaria newberryi) como “uno de los ingredientes del encanto de la serpiente o antídoto bebido después de la Danza de la Serpiente por todos los que han participado como sacerdotes de la serpiente”. Esta mezcla se administraba a cada danzante, lo que implica que incluso la envenenación mínima (quizá por manipular las serpientes o por pequeñas punciones invisibles) se tomaba en serio. Es interesante que la eficacia del antídoto hopi se confirmó al menos en un caso por investigadores tempranos que obtuvieron una muestra y la probaron en animales. Todo esto indica que la Danza de la Serpiente hopi, aunque externamente es una oración por la lluvia, contiene los lineamientos de una ordalía de iniciación: confrontar a la serpiente venenosa, suprimir el miedo mediante el protocolo ritual, experimentar la hazaña sobrehumana de bailar con la muerte y luego ingerir simbólicamente su poder (tomando el antídoto, que en cierto sentido es el espejo del veneno).
Para nuestra tesis, la Danza de la Serpiente hopi es un ejemplo etnográfico inestimable de un ritual vivo de veneración de serpientes que probablemente conserva rasgos de una prehistoria profunda. Muestra que incluso en tiempos modernos los humanos pueden ritualizar la manipulación de serpientes venenosas con un profundo efecto psicológico. Los espectadores en la década de 1890 reportaron que la multitud observaba en silencio aterrorizado, para luego estallar en júbilo cuando las serpientes eran liberadas, una catarsis emocional colectiva similar a presenciar una muerte y resurrección. Los propios hopi dicen que si los danzantes son puros de corazón y realizan el ritual correctamente, la serpiente no los dañará, creencia que hace eco de innumerables tradiciones chamánicas donde el iniciado debe dominar el miedo o estar espiritualmente “limpio” para soportar el veneno. Es notable que, en algunas versiones de la tradición hopi, el origen de la Danza de la Serpiente se vincula con el matrimonio entre un Joven Serpiente y una Doncella (de quienes desciende el Clan de la Serpiente). Este mito se asemeja a otros en todo el mundo en los que humanos y serpientes comparten parentesco o conocimiento. Es difícil no trazar una línea desde los sacerdotes de la Serpiente hopi ordeñando cuidadosamente cascabeles en secreto hasta una escena ancestral de hace 20 000 o 50 000 años de chamanes extrayendo veneno de los colmillos de una víbora para administrarlo en un ritual controlado. La mecánica puede diferir, pero la columna conceptual es la misma: comunión con la serpiente para el bienestar de la comunidad y uso del veneno de la serpiente (o su sustituto) para santificar y probar a los iniciados.
Un último paralelismo fascinante: tanto los Misterios Eleusinos como las ceremonias hopi empleaban el bullroarer, un dispositivo primitivo para producir sonido asociado con los espíritus. En Grecia, el rombos (bullroarer) se hacía girar en Eleusis y en ritos dionisíacos para imitar el “rugido” de la presencia divina. Al otro lado del mundo, en las tierras pueblo, los grupos indígenas (incluidos los hopi y los zuni) también tenían tradiciones de bullroarer; etnógrafos tempranos señalaron que entre algunos pueblos pueblo, las mujeres y los niños debían ser encerrados cuando el bullroarer zumbaba, ya que era un instrumento masculino secreto que no debía ser visto por los no iniciados. El uso generalizado del bullroarer en ceremonias de iniciación (Australia, Nueva Guinea, Amazonia, Norteamérica, etc.) ha llevado a los estudiosos a proponer un origen antiguo único para este complejo ritual. Y, de manera intrigante, un mito recurrente en estas culturas es que las mujeres poseían originalmente el conocimiento/herramientas sagradas (como el bullroarer o las flautas sagradas) y que los hombres se las robaron después. En la Amazonia, por ejemplo, los relatos mehinaku cuentan que las mujeres poseían primero las flautas sagradas hasta que los hombres las asustaron con los sonidos del bullroarer y tomaron el control. Este es un paralelismo llamativo con la historia de Adán y Eva, donde una mujer es la primera en obtener el conocimiento prohibido (de la serpiente) y luego las dinámicas de poder cambian (la religión patriarcal presenta a la mujer y a la serpiente como culpables). La hipótesis del Culto a la Serpiente abraza este paralelismo: propone que el “culto de la conciencia” inicial fue probablemente liderado por mujeres – una especie de culto de Eva – en el que chamanas o líderes femeninas usaban veneno de serpiente para alcanzar y enseñar la autoconciencia. Solo más tarde, a medida que la sociedad cambió, esta práctica fue cooptada o suprimida por órdenes dominadas por hombres, sobreviviendo de forma fragmentaria (p. ej., ceremonias de iniciación masculina donde las mujeres quedan excluidas de los secretos, como ocurre con los bullroarers). Tanto Eleusis como la Danza de la Serpiente hopi muestran indicios de una dinámica de género: Eleusis se centraba en diosas y tenía sacerdotisas en su núcleo (aunque los hombres podían ser iniciados), y las ceremonias de la Serpiente hopi están dirigidas por sacerdotes varones pero se realizan, de manera interesante, en conjunción con una Sociedad del Antílope (cuyos ritos preceden a la Danza de la Serpiente, posiblemente reflejando una dualidad complementaria, a veces interpretada como simbolismo masculino-femenino). Estos fragmentos apoyan la idea de que un rito primordial de la serpiente podría ser la fuente, reinterpretado posteriormente a través de diversos lentes de género y culturales.
Huellas Míticas y Arqueológicas de un Culto Primordial al Veneno de Serpiente#
Si el veneno de serpiente fue realmente el “fruto” que dio conocimiento, deberíamos esperar encontrar su impronta no solo en los rituales, sino en las capas más antiguas del mito y el arte. Esto es precisamente lo que encontramos: imaginería de serpientes entrelazada con temas de conocimiento, creación y transformación aparece en culturas de todo el mundo, a menudo en contextos que sugieren un origen común distante. Michael Witzel, mitólogo comparativo, ha señalado un motivo casi universal de “serpiente y conocimiento” en los corpus míticos del mundo. En la historia judeocristiana del Edén el vínculo es explícito: una serpiente ofrece el fruto que abre los ojos de Adán y Eva. En el mito mesopotámico, Adapa (un proto-Adán) es engañado por una serpiente y pierde la inmortalidad. En la tradición hindú, las nagas guardan el amrita (el elixir de la inmortalidad) y el conocimiento en el inframundo. Una leyenda ashanti de África occidental cuenta de una gran serpiente que posee la sabiduría y debe ser engañada para obtenerla. La Serpiente Arcoíris de los indígenas australianos es un ser creador que también puede tragar o transformar a las personas (en algunas tradiciones, otorgándoles un nuevo tipo de vida o marcas de iniciación). El hecho de que las serpientes aparezcan tan a menudo en historias de “origen de la humanidad” u “origen del conocimiento” sugiere que nuestros ancestros mismos se preguntaron: “¿de dónde vino nuestra autoconciencia?” y respondieron en forma mitopoiética: “la serpiente nos la dio”.
En las últimas décadas, la arqueología ha ofrecido una asombrosa corroboración de la antigüedad de la veneración de las serpientes. En las colinas Tsodilo, en Botsuana –una región llamada la “Montaña de los Dioses” por el pueblo san local– los arqueólogos descubrieron lo que podría ser el sitio ritual más antiguo del mundo: una cueva con una roca gigante tallada con la forma de una pitón, completa con escamas y boca grabadas, fechada en alrededor de hace 70,000 años. La pitón es central en la mitología san; según un mito de creación, la humanidad descendió de la gran pitón y los movimientos de la serpiente crearon ríos en la tierra reseca. Dentro de la cueva de la pitón de Tsodilo, los investigadores encontraron evidencia de una extensa actividad ritual: miles de herramientas de piedra (incluidas distintivas puntas de lanza rojas traídas desde cientos de kilómetros de distancia) fueron depositadas y aparentemente “matadas” ritualmente (quemadas o rotas) frente a la escultura de la serpiente. Una cámara oculta detrás de la roca con forma de pitón probablemente permitía que un chamán hablara, haciendo que la pitón “hablara” con una voz de otro mundo. Todos los indicios señalan que este fue un sanctasanctórum de culto e iniciación a la serpiente, que antecede con enorme amplitud a sitios rituales similares en Europa. De manera significativa, los artefactos sugieren un comportamiento simbólico y un pensamiento abstracto entre los humanos en una fecha mucho más temprana de lo que se había supuesto tradicionalmente. En el contexto de nuestra tesis, las colinas Tsodilo podrían representar los restos físicos de ese mismo “primer culto de la conciencia”. Si en efecto chamanes en Tsodilo hace 70 milenios guiaban a los iniciados frente a una efigie de pitón, podemos especular que tuvieron lugar tormentos controlados –quizá incluso involucrando pitones vivas u otras serpientes. (Si bien las pitones son constrictoras no venenosas, su mordida puede seguir siendo dolorosa y su presencia temible; además, en la región existen otras serpientes venenosas como las cobras, que podrían haber formado parte del complejo ritual más amplio).
Lo que hace a Tsodilo aún más convincente es que antecede por decenas de miles de años a la conocida “explosión simbólica” del Paleolítico Superior. Sugiere que África –la cuna de la humanidad– fue también la cuna de los primeros misterios, probablemente centrados en la serpiente. Esto encaja con la evidencia genética que indica un posterior cuello de botella poblacional y un evento de dispersión (~50,000–60,000 años atrás) que extendió a los humanos modernos (y presumiblemente sus mitos) fuera de África. Si un ritual basado en la serpiente ayudó a impulsar la evolución cognitiva en África, la memoria mítica de este pudo haber viajado con los humanos migrantes, diversificándose en los diversos mitos serpentinos que tenemos hoy. Desde la pitón de África hasta la serpiente emplumada (Quetzalcóatl) de Mesoamérica, de quien se decía que traía el conocimiento de la civilización, pasando por la serpiente cósmica de muchas tradiciones nativoamericanas, el motivo es omnipresente. La Teoría de Eva señala que incluso el hecho desconcertante de que las mujeres a menudo tengan un papel especial o sean las primeras maestras en estos mitos (Eva, o las mujeres en las leyendas del zumbador de toro) es explicable si las mujeres fueron centrales en aquel “culto del veneno” original. La representación bíblica de Eva y la serpiente siendo maldecidas y relegadas por debajo de Adán puede verse como una inversión cultural posterior –en efecto, una supresión del orden más antiguo en el que la mujer y la serpiente eran veneradas como fuentes de sabiduría. En suma, el mito y la arqueología juntos proporcionan un esbozo tentador de un culto primordial a la serpiente: una práctica sagrada en la que la serpiente (a menudo asociada con lo femenino) impartía un don peligroso y transformador, dando origen a humanos conscientes y morales (y siendo posteriormente demonizada o santificada en la memoria cultural).
Contraargumentos y explicaciones alternativas#
La idea de que el veneno de serpiente desencadenó el nacimiento de la conciencia humana es, hay que admitirlo, especulativa y poco convencional. Es importante abordar explicaciones alternativas y objeciones, y evaluar si la hipótesis del veneno realmente ofrece un mejor ajuste a la evidencia.
Plantas o hongos psicodélicos vs. veneno: El rival más directo del veneno de serpiente como “enteógeno de primera instancia” es el clásico escenario del Mono Colocado –p. ej., que los primeros humanos encontraron hongos de psilocibina (o quizá plantas ricas en DMT, raíz de iboga, etc.) y que estas sustancias catalizaron innovaciones cognitivas. Los psicodélicos, en efecto, pueden inducir una sensación de disolución del ego o autotrascendencia, que algunos sostienen podría poner en marcha la conciencia reflexiva. ¿Por qué favorecer el veneno sobre estos? Una razón es la amplitud ecológica y geográfica. Las serpientes venenosas están casi en todos los lugares donde hay humanos; la flora psicodélica potente no. Los hongos Psilocybe, por ejemplo, están en gran medida limitados a ciertas zonas tropicales/subtropicales y requieren sustratos específicos (como estiércol de vaca) que no habrían estado presentes en todos los entornos paleolíticos. Los primeros Homo sapiens en regiones áridas o glaciales no criaban ganado ni vagaban por pastizales bovinos donde brotan los “hongos mágicos”. En cambio, casi con certeza tuvieron que lidiar con serpientes (ya fueran cobras en África, víboras en Eurasia, crótalos en las Américas, etc.). Otra razón es el vínculo mítico: ningún mito antiguo atribuye el despertar de la humanidad a un hongo o planta –el símbolo recurrente es la serpiente. Mientras que algunos estudiosos (notablemente John Allegro en The Sacred Mushroom and the Cross) han hecho afirmaciones controvertidas de que el “fruto” bíblico era un código para un hongo psicodélico, estas interpretaciones han sido recibidas con escepticismo y carecen de un amplio apoyo transcultural. La serpiente, en cambio, no requiere decodificación: aparece claramente en los mitos. La teoría del veneno explica directamente por qué la serpiente siempre está en la historia, mientras que las teorías de plantas tienen que argumentar que la serpiente es una distracción o una adición posterior. Además, como se ha comentado, el veneno produce un tormento que se ajusta mucho más estrechamente a los ritos de iniciación (peligro real, choque físico, confrontación con la muerte) que la experiencia relativamente más suave (aunque alucinante) de ingerir plantas alucinógenas. Esto no quiere decir que las plantas no hayan desempeñado ningún papel; ciertamente, muchas culturas usaron tanto serpientes como plantas en el chamanismo. Pero si uno imagina el primer descubrimiento de que “alterar químicamente la mente puede revelar algo nuevo”, un encuentro con veneno es una chispa plausible, que quizá luego condujo a la experimentación con otras sustancias en formas más seguras.
Mutación cerebral espontánea o gradualismo: Algunos antropólogos y psicólogos evolutivos sostienen que la conciencia surgió no de ningún agente externo sino de un cambio genético interno, a menudo denominado modelo de “gran mutación” (p. ej., una hipotética reorganización cerebral alrededor de hace 50,000 años que permitió el lenguaje y el pensamiento simbólico). El paleoantropólogo Richard Klein atribuyó célebremente la “Chispa Humana” a un evento genético, dada la súbita floración del arte y la cultura en el registro arqueológico de Europa. Una visión relacionada es la simple evolución gradual: que a medida que los cerebros se hicieron más grandes y la vida social más compleja, la conciencia simplemente cruzó un umbral. El problema con estas visiones es la Paradoja Sapiente: ¿por qué los humanos anatómicamente modernos existieron durante ~200,000 años y, sin embargo, durante la mayor parte de ese tiempo no muestran más creatividad cultural que sus predecesores, hasta que algo activó el interruptor en el Paleolítico Superior? Las teorías puramente genéticas tienen dificultades para identificar una mutación específica (no se ha encontrado ninguna de manera concluyente que se correlacione con un salto cuántico cognitivo), y a menudo suponen que una mutación se difundió globalmente en poco tiempo, lo cual es difícil de conciliar con la genética de poblaciones. La hipótesis del veneno, enraizada en la práctica cultural, ofrece una resolución alternativa: el “software” (cultura/ritual) cambió antes que el “hardware” (genes). Plantea que una técnica aprendida (la envenenación ritual y las prácticas asociadas) puso en marcha la mente reflexiva, tras lo cual la selección natural optimizó gradualmente los cerebros para este nuevo modo. Esto explica elegantemente tanto la rapidez del cambio (las innovaciones culturales pueden propagarse mucho más rápido que las mutaciones) como su universalidad (la práctica pudo difundirse o converger en distintos grupos). Los genes seguirían, no liderarían, lo cual es consistente con la evidencia de que ciertos genes relacionados con el cerebro muestran señales de selección en los últimos 20,000 años, mucho después del despegue cultural. En síntesis, el veneno de serpiente como detonante no excluye la evolución genética; la complementa al proporcionar un mecanismo de por qué ciertos rasgos cognitivos se volvieron súbitamente ventajosos y fueron seleccionados. Mientras tanto, una explicación puramente genética o gradual deja la rica mitología de la serpiente y la evidencia ritual temprana (como Tsodilo) como epifenómenos inexplicados. Al colocar el veneno en el centro, integramos las piezas biológicas, culturales y simbólicas en una sola narrativa.
El problema de la letalidad: Un contraargumento razonable es práctico: el veneno de serpiente es extremadamente peligroso; ¿no se habrían limitado los primeros experimentadores a morir y, por tanto, a no transmitir nada? ¿Cómo podría despegar alguna vez una “técnica” que depende de algo tan letal? La respuesta radica en el ingenio del ritual mismo. Los humanos, incluso en el Paleolítico, no eran indefensos ante el veneno. Paralelos etnográficos (como los hopi o los manejadores de serpientes del sur de la India) demuestran métodos para dosificarse con veneno gradualmente (un proceso conocido como mitridatismo si es deliberado) o para usar primero serpientes pequeñas, o control mecánico de la dosis (por ejemplo, permitir que una serpiente muerda brevemente una extremidad, o raspar la piel con un colmillo para introducir una cantidad diminuta). También existe la posibilidad de preparaciones simpáticas: quizá los primeros humanos descubrieron que ciertos venenos pierden potencia al envejecer o al exponerse al calor, lo que permite una “infusión” o pasta más débil que induce síntomas más leves. Algunos grupos africanos, por ejemplo, usan picaduras de insectos levemente venenosos en ritos para producir alucinaciones (un ejemplo son las picaduras de escorpión usadas por los san en danzas de trance). No debemos subestimar las capacidades experimentales de los pueblos prehistóricos. Aquellos que lograron sobrevivir a un encuentro con veneno y encontraron iluminación en él habrían estado motivados para encontrar protocolos más seguros para replicar esa experiencia en otros (especialmente sus descendientes o su clan). El desarrollo de un antídoto o de una medicina herbal de apoyo podría ir de la mano con el ritual, como se ve en la práctica hopi, donde un remedio herbal es integral a la ceremonia. A lo largo de generaciones, podría evolucionar una tradición que maximizara el beneficio espiritual y minimizara la mortalidad, un equilibrio delicado, pero no imposible dado que la tradición sobrevivió (según la hipótesis). De hecho, si nuestros ancestros no hubieran encontrado una forma de navegar de manera confiable tales peligros, probablemente no estaríamos aquí reflexionando sobre ello; así que la misma persistencia del folclor serpentino global sugiere que tuvieron éxito.
¿Por qué no otros animales o peligros? Algunos podrían preguntar: incluso si los estados alterados fueron clave, ¿por qué centrarse en el veneno de serpiente? ¿No podrían otros tormentos intensos (como el hambre extrema, el tamborileo, u otros venenos como toxinas vegetales) haber cumplido la misma función? Ciertamente, las culturas tempranas emplearon muchos métodos para inducir el trance: ayuno, hiperventilación, dolor (piénsese en los piercings de la Danza del Sol o las búsquedas de visión), y una variedad de plantas psicodélicas. El marco de la Mente Ritualizada reconoce todos estos como parte de una “caja de herramientas” de alteración de la conciencia. De hecho, puede haber sido la combinación de técnicas lo que resultó más eficaz, y el veneno de serpiente quizá fue simplemente la opción más dramática en la caja de herramientas. Sin embargo, la huella simbólica de otros métodos es relativamente pequeña. Por ejemplo, no existe un mito mundial del “tambor del conocimiento” o de la “espina del conocimiento” que se compare con la prominencia de la serpiente. Esto sugiere que, si bien muchos caminos conducían a Roma (es decir, a estados mentales alterados), el camino de la serpiente dejó el legado cultural más grande. Puede deberse a que el veneno de serpiente fue una experiencia de cruce de umbral única, que no solo alteró la conciencia sino que portaba una narrativa de transgresión y recompensa que se grabó en la memoria y el relato. Imaginemos a la primera persona que usó intencionalmente veneno en un ritual controlado: esa persona habría necesitado una considerable carisma o confianza de los demás (ya que parece un acto temerario). Si tuvo éxito, habría alcanzado de inmediato un estatus sagrado: “La abuela tal y tal sobrevivió a la mordida de la serpiente y ahora habla con la sabiduría de ambos mundos”. Esa historia se difundiría como pólvora y se convertiría en mito fundacional. En contraste, alguien ayunando en una cueva y viendo visiones podría ser admirado, pero carece del dramatismo visceral y del antes/después tan claro de un tormento con veneno.
Al evaluar los contraargumentos, es importante notar que la hipótesis del veneno no es mutuamente excluyente con muchos otros factores; más bien, los integra. No afirma que solo el veneno pudiera inducir jamás un pensamiento superior; afirma que el veneno fue probablemente el primer catalizador bioquímico escalable para hacerlo, alrededor del cual se formó un ritual instructivo. Una vez que surgió la conciencia, sin duda los humanos continuaron explorando y diversificando sus métodos (de ahí la variedad de prácticas chamánicas en todo el mundo). Pero lo que necesita explicación es la primacía de la serpiente, y las teorías alternativas generalmente descuidan eso. Al proponer que el “fruto prohibido” fue literalmente la potente secreción de la serpiente, encontramos un hilo conductor que conecta los puntos: la pitón arqueológica de África, los símbolos serpentinos de las diosas neolíticas, los manejadores de serpientes y los iniciados en misterios, y la historia codificada del Edén.
Conclusión#
Reinterpretar el fruto del Árbol del Conocimiento como veneno de serpiente es una hipótesis audaz, pero ofrece un marco sorprendentemente coherente que une la teoría evolutiva, la antropología y el mito. Sugiere que el surgimiento de la autoconciencia humana no fue un accidente genético ni una lenta inevitabilidad, sino más bien un descubrimiento: un avance logrado por individuos valientes (o quizá temerarios) que se aventuraron intencionalmente en estados alterados y regresaron para enseñar a otros. Al identificar a las serpientes venenosas como el agente más probable de ese avance, alineamos la teoría con la reverencia y el temor casi universales hacia las serpientes en la cultura humana. Los Misterios Eleusinos y la Danza de la Serpiente hopi, aunque separados por enormes abismos de tiempo y espacio, ejemplifican el legado perdurable de lo que pudo haber comenzado en una caverna paleolítica con una roca en forma de pitón y una mordida que cambió la vida. Cada uno, a su manera, codifica la idea de obtener vida al cortejar la muerte: los iniciados griegos bebían una infusión ambigua para ver el inframundo y superar el miedo a morir; los danzantes hopi colocaban una serpiente mortal en sus bocas para asegurar la renovación de la tribu. Estos no son casos aleatorios o aislados: son rimas en la historia humana, que hacen eco de una melodía original.
Sin duda, muchos detalles de esta hipótesis siguen siendo especulativos. Aún no tenemos evidencia física directa del uso de veneno de serpiente hace 50,000 años (tal evidencia sería extraordinariamente difícil de obtener, aunque la arqueología biomolecular futura podría sorprendernos). Algunos objetarán que estamos leyendo los símbolos de manera demasiado literal, que la serpiente es solo un símbolo y los mitos solo metáforas. Pero se podría responder: ¿qué hizo que la serpiente fuera un símbolo tan poderoso en primer lugar? Los símbolos no son arbitrarios; la serpiente es poderosa porque fue poderosa en la experiencia humana. La hipótesis de que el nacimiento cognitivo de nuestra especie fue asistido por la mordida de una serpiente es, hay que admitirlo, poética. Sin embargo, como bromeó el historiador de la ciencia Ev Cochrane, “una teoría sobre el origen de la conciencia debería ser tan rica y extraña como la propia conciencia”. La teoría del veneno de serpiente cumple con ese criterio, entretejiendo hilos de la neurociencia (por ejemplo, el efecto del veneno en los neurotransmisores), la biología evolutiva y el estudio de la religión. Hace lo que una buena teoría debe hacer: da sentido a anomalías y unifica fenómenos que antes se creían no relacionados. ¿Por qué casi todas las culturas presentan una serpiente en sus mitos de creación o de héroes? ¿Por qué los ritos de iniciación desde Grecia hasta Nueva Guinea comparten rasgos comunes (instrumentos de sonido secretos, temas de muerte-resurrección, exclusión de mujeres o referencia a un papel femenino anterior)? ¿Por qué el comportamiento artístico y ritual humano floreció de manera relativamente súbita en el Pleistoceno tardío? La hipótesis del veneno ofrece un solo hilo explicativo.
Es importante destacar que es comprobable de maneras en que las ideas puramente simbólicas o genéticas no lo son. Por ejemplo, podríamos analizar residuos en cerámica antigua o en artefactos en busca de rastros de proteínas de veneno, tal como los investigadores encontraron residuos de cornezuelo que sugieren la receta del kykeon. Podríamos examinar las interacciones farmacológicas de los venenos con receptores como sigma-1 y 5-HT2A (conocidos por mediar experiencias psicodélicas) para ver si existe una base bioquímica para las visiones inducidas por veneno. Podríamos explorar sociedades con y sin mitos serpentinos generalizados para ver si hay una correlación con aspectos del lenguaje o la cognición (una predicción: las culturas que carecen de folclor serpentino podrían conceptualizar la mismidad de manera diferente). Incluso el registro genético podría contener pistas: un estudio señaló una rápida selección reciente en genes relacionados con la plasticidad cerebral, algunos en el cromosoma X, lo que podría vincularse con la idea de una selección liderada por mujeres para ciertos rasgos cognitivos. Estas líneas de investigación significan que la hipótesis del veneno no es meramente una historia fantasiosa; genera preguntas de investigación a través de disciplinas.
Para cerrar, visualicemos una vez más la escena arquetípica: un humano primordial, digamos una mujer (una “Eva” en el sentido amplio), se enfrenta a una serpiente venenosa. En lugar de matarla o huir, cuidadosamente le extrae los colmillos o quizá incluso le permite que la muerda de manera controlada. Ella cae en un estupor –tal vez se la cree muerta– pero luego revive con una nueva luz en los ojos. Ha ido a donde nadie ha ido, y regresa “conociendo el bien y el mal”, conociéndose a sí misma como una identidad distinta de su cuerpo, como un alma. Enseña a sus parientes lo que experimentó. Se convierte en un ritual, un secreto, una fuente de poder. Este don peligroso se difunde, a veces conservado por mujeres, más tarde tomado por hombres, y resuena a través de las eras en historias de jardines y serpientes, diosas y secretos, iniciación e iluminación. Es una gran narrativa unificadora: el culto de la conciencia, el primer culto de la humanidad, nacido del veneno y la visión. Si esto fue exactamente lo que ocurrió, quizá nunca lo sepamos con certeza, pero las piezas encajan de manera tentadoramente buena. El fruto del árbol del conocimiento bien pudo haber sido veneno, y al atender la oferta de la serpiente, cambiamos nuestra inocencia por perspicacia, nuestro Edén por el ego. Al final, la promesa de la serpiente bíblica de que “se os abrirán los ojos” resultó cierta. Sucede que la serpiente nos abrió los ojos al morder nuestro talón, dejando marcas de colmillos en el relato de quiénes somos.
Preguntas frecuentes#
P1. ¿Afirma esta teoría que el veneno fue el único camino hacia la conciencia?
R. No; plantea que el veneno fue probablemente el primer catalizador bioquímico escalable, con otras herramientas (plantas, ayuno, tamborileo) adoptadas posteriormente.
P2. ¿Existe prueba arqueológica de envenenación deliberada?
R. Aún no; la hipótesis predice futura evidencia de residuos o proteínas en implementos rituales.
P3. ¿En qué se diferencia esto de la teoría del Mono Colocado (Stoned Ape)?
R. Sustituye la psilocibina por veneno y explica el simbolismo serpentario ubicuo que la hipótesis del hongo deja sin resolver.
Fuentes#
- Cicerón, De Legibus II, xiv, 36 – sobre el impacto civilizador y esperanzador de los Misterios Eleusinos.
- Juan-Stresserras, J. (2002). Hallazgos arqueobotánicos de cornezuelo en un santuario de Girona (España), que respaldan su uso en el kykeon eleusino.
- Telegraph (S. Ray, 2018). “Venom highs: men in India get deadly snakes to bite their tongues for a buzz.” – Informe de caso sobre el uso recreativo de veneno de serpiente, que causa estados de trance de una hora seguidos de euforia.
- Titiev, T. (1949). “Old Oraibi: A Study of the Hopi Indians.” – Describe la Danza de la Serpiente hopi; evidencia de que a las serpientes se les extraían los colmillos y se ordeñaba el veneno para proteger a los danzantes. También señala la ingestión de un antídoto herbal por parte de los sacerdotes de la serpiente hopi después de la ceremonia.
- Frazer, J. y otros (1890–1930s). Observaciones sobre el papel ritual del zumbador de toro en diversas culturas: usado en los misterios eleusinos/dionisíacos para imitar el trueno divino; instrumento secreto de iniciación masculina desde Australia hasta los pueblos pueblo, a menudo con mitos sobre la propiedad original de las mujeres.
- ScienceDaily (2006). “World’s Oldest Ritual Discovered – Worshipped the Python 70,000 Years Ago.” – Reporte sobre el hallazgo de Sheila Coulson de la Cueva de la Pitón de las colinas Tsodilo en Botsuana, que revela una roca tallada en forma de pitón y artefactos rituales de la Edad de Piedra Media.
- Witzel, M. (2012). The Origins of the World’s Mythologies. – Identifica motivos míticos casi universales, incluida la serpiente como dadora o guardiana del conocimiento, en mitologías globales.
- Cutler, A. (2025). “From Ritual to Recursion: Integrating Froese’s Ritualised-Mind Hypothesis with the Eve Theory.” – Propone el veneno de serpiente como un “enteógeno ubicuo y descubrible” que podría haber desencadenado la conciencia sujeto-objeto, citando reportes etnográficos de intoxicación por veneno y la iconografía temprana de serpientes.
- “The Ritualised Mind and the Eve Theory of Consciousness.” – Explica cómo un culto al veneno de serpiente liderado por mujeres pudo propagar la autoconciencia y dejar huellas en religiones mistéricas posteriores. La narrativa del Edén se interpreta como un recuerdo distorsionado de este ur-ritual.