TL;DR

  • En la década de 1920, se desenterraron 32 objetos de plomo inscritos—cruces, espadas, lanzas, una tablilla de caliche—cerca de Tucson, Arizona, aparentemente incrustados en antiguos depósitos de caliche. 1
  • La postura dominante hoy es que se trata de un sofisticado fraude de principios del siglo XX, basado en el análisis de la aleación, el latín de manual escolar, un dinosaurio grabado y la ausencia de restos de asentamiento asociados. 1
  • Un pequeño círculo difusionista (Yates, Hyde, Brody, Wolter y otros) sostiene en cambio que son auténticos artefactos medievales de una colonia romano-judía/franca llamada Calalus en la Arizona de los siglos VIII–IX. 1
  • Su tesis alcista se apoya en: el apoyo temprano de académicos serios; la dificultad y escasa recompensa de fabricar todo un corpus inscrito; afirmaciones geológicas sobre pátina y caliche; y la coherencia epigráfica/narrativa de los textos en latín/hebreo. 1
  • Incluso llevados al máximo en su mejor versión posible, los datos encajan mejor con un origen poscontacto que con una colonia romano-judía del siglo VIII; pero los artefactos de Tucson siguen siendo un caso de estudio instructivo sobre cómo la arqueología marginal y la ortodoxa hablan en paralelo sin encontrarse.

Son cosas reales que existen, que pueden medirse, pesarse, analizarse químicamente, leerse y estudiarse.
— Donald N. Yates, “Fifty ‘Facts’ about the Tucson Artifacts” (2018) 2


¿Qué son los artefactos de Tucson y por qué vale la pena hacerles steelmanning?#

Entre 1924 y 1930, el trabajador vial Charles E. Manier y sus asociados desenterraron una serie de objetos de plomo de formas extrañas, inscritos, de un terraplén a lo largo de Silverbell Road, a varios kilómetros al noroeste del centro de Tucson. 1

El conjunto llegó a sumar 32 piezas:

  • 8 cruces
  • 9 “espadas”
  • 13 “lanzas” o puntas de lanza
  • 1 objeto en forma de abanico o paleta
  • 1 tablilla de caliche con una inscripción y un retrato burdo 1

Las inscripciones, en su mayoría en latín con algo de hebreo, hablan de Calalus, una “tierra desconocida” al otro lado del mar gobernada por judíos cristianizados de la Galia y Britania que supuestamente fundaron una colonia militarizada en el norte tolteca de México alrededor de 775–900 d.C. Nombres como Theodorus, Jacobus, Israel y Rhodda se repiten en una especie de crónica repartida en varias piezas. 1

A finales de la década de 1920, los artefactos habían atraído la atención nacional. Un reportaje del New York Times de 1925, “Puzzling ‘Relics’ Dug Up in Arizona Stir Scientists”, recogía tanto el entusiasmo como el escepticismo de conservadores de museos y geólogos. 3

Hoy, los arqueólogos profesionales tratan abrumadoramente los artefactos de Tucson como un fraude, señalando la composición de la aleación (metal tipográfico moderno), la estratigrafía del caliche, un dinosaurio grabado y la total ausencia de evidencias de asentamiento que los respalden. 1

Pero una minoría difusionista persistente—Donald N. Yates, Robert Hyde, David Brody, Scott Wolter y otros—sostiene que la ortodoxia se ha cerrado prematuramente. Argumentan que los artefactos preservan una memoria medieval genuina de una entidad política judía de estilo romano en el Suroeste estadounidense. 4

El deber de steelman aquí implica:

  • Tomar en serio los argumentos más sólidos a favor de la autenticidad.
  • Construir el mejor modelo coherente consistente con la evidencia física.
  • Reconocer dónde sigue forzando la credulidad.

Piénsese en ello como un experimento mental de maximalismo difusionista restringido por una higiene metodológica básica.


Interés temprano de expertos: no solo chiflados y peones de camino

El contexto del descubrimiento#

Se dice que el primer hallazgo de Manier, una cruz de plomo de dos piezas, fue excavado a unos cinco pies de profundidad, incrustado en caliche duro—una capa cementada de carbonato de calcio típica de los suelos del desierto sonorense. 1

Alarmado por la inscripción en latín que podía medio reconocer, Manier contactó a académicos locales. En los años siguientes:

  • Manier, Thomas Bent y otros desenterraron más artefactos.
  • La profesora de secundaria Laura Coleman Ostrander transcribió y tradujo muchos de los textos latinos, construyendo la narrativa de Calalus. 1
  • El geólogo Clifton J. Sarle sostuvo que el encierro en caliche implicaba una antigüedad considerable, no una colocación reciente. 1

Yates y creyentes posteriores enfatizan que no se trataba de un buscador solitario gritando en el desierto; se formó una pequeña comunidad epistémica local en torno a los objetos en tiempo real.

Cummings, Douglass, Judd: avales cautelosos#

Un pilar clave de la tesis alcista es que académicos capaces y de corriente principal trataron inicialmente los artefactos como al menos potencialmente genuinos:

  • Byron Cummings, director del Arizona State Museum, presentó los artefactos ante la American Association for the Advancement of Science en la década de 1920 e inicialmente se inclinó por la autenticidad antes de retractarse más tarde. 1
  • A.E. Douglass, pionero de la dendrocronología, fue citado en la prensa local como creyente tanto en la antigüedad como en la autenticidad de los artefactos, insistiendo en que habían sido enterrados de forma natural bajo varios pies de suelo durante “muchos cientos de años”. 5
  • Neil M. Judd, conservador de Arqueología Americana en el U.S. National Museum (Smithsonian), tras visitar el sitio, concluyó célebremente que, si bien no podía aceptar las fechas altomedievales al pie de la letra, tampoco podía atribuir los hallazgos a un fraude absoluto. Pensaba que el caliche suprayacente se formó después de la colocación, pero aun así fechó los objetos como poshispánicos (es decir, posteriores a 1540). 3

Desde una perspectiva de steelman, esta vacilación temprana importa. Conservadores experimentados—gente acostumbrada a manejar falsificaciones—examinaron los objetos y su contexto y se resistieron a la explicación más simple de “algún bromista los enterró la semana pasada”.

Un defensor de la tesis alcista argumenta: si vas a llamar a esto un fraude, debes superar el listón marcado por las dudas publicadas de Cummings, Douglass y Judd sobre una narrativa de falsificación simple.


El caso material: caliche, pátina y plomo

El caliche como cápsula del tiempo#

Los creyentes subrayan una intuición geológica básica: el caliche no se forma de la noche a la mañana.

  • Las capas de caliche en la cuenca de Tucson suelen ser de origen pleistoceno tardío; la formación de nuevos horizontes cementados, gruesos, puede tomar miles de años. 1
  • Varios artefactos fueron recuperados dentro o por debajo de una capa de caliche establecida a profundidades de aproximadamente 1.4–2.0 m, en sedimentos interpretados de otro modo como depósitos de abanico aluvial pleistoceno. 1

La réplica dominante es que el horizonte de caliche es anterior a los artefactos y que estos simplemente fueron introducidos en fracturas o huecos, posiblemente con ayuda de la alteración causada por un horno de cal del siglo XIX cercano. 1

Movimiento de steelman de la tesis alcista:

  • Señalar las observaciones de campo tempranas (Manier, Sarle, Douglass) de que los artefactos parecían genuinamente encajonados, no forzados en grietas preexistentes. 5
  • Destacar que Judd, aun rechazando fechas prehispánicas, afirmó que el recubrimiento se formó después de que los objetos fueran depositados—lo cual, si se toma literalmente, exige algún proceso geológico no trivial más allá de un simple “salting” casual. 3

En la versión más fuerte, se recurre al trabajo posterior del geólogo forense Scott Wolter, quien examinó microscópicamente la acumulación mineral sobre los plomos y concluyó que la pátina y las incrustaciones secundarias de carbonato eran consistentes con una colocación a largo plazo, no con una cronología corta de fraude. 6

Si Wolter tiene razón en eso (un gran “si”), es un serio estorbo para la hipótesis del fraude: alguien habría tenido que simular siglos de acumulación de carbonato sobre plomo blando in situ, dentro de un perfil de suelo desértico, antes de 1924.

El problema de la aleación: el metal tipográfico como talón de Aquiles… ¿o pista falsa?#

El argumento más contundente contra la autenticidad es metalúrgico. En 1929, el químico Thomas Chapman analizó una muestra e identificó una aleación sintética de plomo-antimonio típica del “metal tipográfico”: el material usado en las prensas de impresión de los siglos XIX–XX. 1

Si la muestra y el análisis son sólidos, eso es devastador para cualquier datación del siglo VIII.

Contraargumentos de la tesis alcista:

  • Cuestionar la cadena de custodia: Chapman analizó una pequeña muestra desprendida años después del descubrimiento; la contaminación o confusiones no son imposibles, especialmente dada la manipulación ad hoc de los artefactos en la década de 1920. 1
  • Señalar que el “metal tipográfico” es una familia, no una receta única; aleaciones con antimonio y estaño existen en varios contextos industriales de la Edad Moderna, y nuestro conocimiento de las aleaciones de plomo tardo-medievales/modernas tempranas en entornos de frontera es incompleto. (Esto es forzado, pero el steelmanning permite estiramientos siempre que se señalen como tales.)
  • Exigir análisis modernos, ciegos, en múltiples laboratorios de varios artefactos con documentación estricta—algo que, de manera notable, aún no se ha hecho según los estándares arqueométricos contemporáneos.

La forma más fuerte de la tesis alcista concede tácitamente: “Si pruebas robustas de múltiples muestras confirman metal tipográfico industrial tardío, la hipótesis Calalus muere”. Pero hasta entonces, los proponentes tratan el resultado de Chapman como una sospecha fuerte, no como un caso cerrado.


El caso epigráfico/narrativo: ¿demasiado texto para un fraude?

Una crónica latina extensa en plomo#

A lo largo de unas 30 piezas obtenemos una narrativa sorprendentemente elaborada:

  • Viaje “sobre el mar” a Calalus, una tierra desconocida, por judíos cristianizados de la Galia y Britania.
  • Gobierno de reyes de resonancias cuasi carolingias, Theodorus, Jacobus e Israel; una “ciudad Rhodda” (a menudo vinculada por Yates con Rhodan/Rhoda en la Galia). 1
  • Guerras con los “Toltezus” locales (toltecas) y una ocupación de un siglo que termina en desastre y terremotos alrededor del 900 d.C. 1

Los textos incluyen fórmulas cristianas, referencias judías (“En el nombre de Israel”), numerales romanos que fechan eventos a lo largo de varias décadas y una inscripción funeraria en la tablilla de caliche (“Aquí yace Theodorus…”) en latín tosco. 1

Los creyentes subrayan:

  • Volumen: no se trata de una sola inscripción llamativa, sino de varios cientos de palabras grabadas en docenas de objetos pesados.
  • Consistencia: nombres, fechas y eventos se remiten entre sí en los artefactos de maneras que parecen una crónica deliberada más que un galimatías aleatorio. 1
  • Rasgos bilingües: aparecen breves frases y símbolos hebreos junto al latín, en consonancia con la identidad híbrida cristiano-judía propuesta. 1

Yates, paleógrafo de latín medieval formado, sostiene que las escrituras y giros idiomáticos, aunque a menudo “de manual escolar”, exhiben sin embargo rarezas consistentes con un escriba provincial de los siglos VIII–IX más que con un bromista del siglo XX armado solo con una gramática de bachillerato. 2

El problema del falsificador#

Para falsificar esto de manera convincente, se necesita (en el encuadre alcista):

  • Una persona (o pequeño grupo) lo bastante alfabetizada en latín como para hilvanar paráfrasis históricas y bíblicas semicohesivas, más algo de hebreo.
  • Acceso a plomo, moldes y un horno de cal en las afueras de Tucson hacia 1900–1920.
  • Suficiente tiempo para fabricar varias docenas de objetos grandes, inscritos e idiosincrásicos y enterrarlos de forma convincente en el caliche a diversas profundidades.
  • Ningún plan claro de lucro: Manier y compañía nunca se hicieron ricos; el interés subió y bajó; la historia más bien avergonzó al establishment local. 1

La contra-historia dominante señala análogos: los “tablet hoaxes” de los siglos XIX–XX en Michigan, la piedra de Bat Creek, las planchas de Kinderhook y la piedra rúnica de Kensington, todos producidos por aficionados alfabetizados o entusiastas religiosos usando manuales de idiomas contemporáneos y temas religiosos. 1

La maniobra de steelman no consiste en negar estos paralelos, sino en decir: Tucson está en el extremo de muy alto esfuerzo de ese espectro. Si es un fraude, es una pieza de performance inusualmente elaborada y de bajo rendimiento.


Construcción de mundos difusionista: poniendo a Calalus en el mapa#

Yates y otros autores afines no argumentan en el vacío; insertan Tucson en una cosmología difusionista amplia.

Un “reino mercante” judío-franco en el México tolteca#

En Merchant Adventurer Kings of Rhoda y trabajos relacionados, Yates reconstruye una entidad política especulativa de comerciantes judíos “rhodanos” o vinculados a Rhoda que operan en el Caribe y el Golfo, basándose en noticias medievales sobre comerciantes judíos, crónicas oscuras y el latín de Calalus. 7

Leyendo los textos de Tucson a través de este prisma:

  • Rhodda se convierte en un topónimo trasplantado de un centro franco-judío.
  • Las guerras con los “Toltezus” resuenan con las tradiciones mesoamericanas toltecas.
  • La iconografía híbrida (cruces, motivos tipo menorá, posibles símbolos “pretemplarios”) se interpreta como evidencia de una élite liminal, de frontera, cristiano-judía. 4

Se acepte o no todo esto, sitúa los artefactos como parte de un edificio teórico mayor—lo que, para los creyentes, reduce las probabilidades de que sean simples garabatos aleatorios de un escultor aburrido de Tucson.

Apuntes genéticos y desvíos austronesios#

En su trabajo sobre las “raíces del Viejo Mundo” de varias naciones nativas, Yates señala haplogrupos mitocondriales anómalos (notablemente B) entre pueblos pueblo (hopi, jemez, etc.) y argumenta componentes transpacíficos o transatlánticos que no encajan limpiamente en una única historia fundacional beríngica. 8

Para un maximalista de Tucson, Calalus se convierte en:

  • Un nodo en una talasocracia global de judíos, celtas, “Pueblos del Mar” y quizá austronesios cruzando océanos mucho antes de Colón.
  • Un ancla textual que vincula anomalías genéticas del Suroeste, interpretaciones difusionistas de arte rupestre y diversas inscripciones “anómalas” en una narrativa continua. 4

Desde un punto de vista ortodoxo esto es un castillo en el aire; desde un steelman es al menos un castillo coherente.


Cuadro comparativo: tesis alcista vs postura dominante#

Pregunta / RasgoLectura alcista (pro-autenticidad)Respuesta dominante (fraude/moderno)
Encierro en caliche y profundidadEnterramiento genuino in situ; el recubrimiento se formó tras la deposición; difícil de falsificar en múltiples artefactos. 5Artefactos introducidos en caliche pleistoceno preexistente; la profundidad refleja alteración cerca del horno de cal. 1
Pátina e incrustaciones mineralesCostras microscópicas sugieren meteorización química prolongada sobre plomo enterrado. 6No hay estudio publicado y revisado por pares; la pátina puede formarse relativamente rápido en suelos desérticos reactivos.
Aleación de plomoEl resultado de Chapman sobre “metal tipográfico” posiblemente contaminado o mal muestreado; la cronología de aleaciones es confusa. 1El plomo-antimonio tipo “metal tipográfico” es diagnóstico de aleaciones de imprenta de los siglos XIX–XX; fatal para fechas medievales. 1
Complejidad epigráficaCrónica latina extensa e internamente coherente con elementos hebreos es excesiva para una broma. 1Los textos reciclan frases de manuales de latín y mezclan anacronismos (“Galia”, uso de d.C.); perfil clásico de fraude de manual escolar. 1
Opiniones tempranas de expertosCummings, Douglass, Judd concedieron al menos la autenticidad de los artefactos y/o del enterramiento. 5Los académicos de principios del siglo XX trabajaban con datos limitados; la mayoría luego revirtió o matizó su apoyo. 1
Arqueología de asentamiento (casas, basura, etc.)La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia; la colonia pudo ser pequeña, transitoria o borrada por procesos posteriores.Una colonia extranjera de “cientos” durante un siglo debería dejar abundantes rastros independientes; no se ha encontrado ninguno. 1
Rarezas iconográficas (dinosaurio, motivos “masónicos”)Adiciones posteriores, motivos mal entendidos o identificaciones erróneas; no son probatorios contra el corpus central. 3El grabado de brontosaurio y los adornos seudomasónicos gritan cultura popular y cultura fraternal de fines del XIX/principios del XX. 1

Conclusión de steelman: ¿cuál es la posición pro-artefactos más plausible?#

Si se quisiera realmente rescatar los artefactos de Tucson del cementerio de fraudes sin insultar los métodos básicos, la posición podría ser esta:

  1. Conceder que la “colonia carolingia romano-judía en 775–900 d.C.” es altamente inverosímil.
    La aleación y el lenguaje anacrónico hacen muy difícil sostener un origen europeo del siglo VIII.

  2. Argumentar en cambio por una fecha de la temprana Edad Moderna o colonial.
    La formulación “poshispánica” de Judd es una cuña útil: quizá los objetos sean piezas litúrgicas o conmemorativas de los siglos XVI–XVIII creadas por una pequeña comunidad cristiano-judía o criptojudía idiosincrásica en la frontera norte de la Nueva España. 3

  3. Tratar la crónica de Calalus como historiografía mítica.
    Más que historia romana literal, las inscripciones podrían codificar la historia sagrada de una comunidad, reelaborando textos escolares de latín y pasajes bíblicos para situarse en una genealogía mítica transatlántica.

  4. Usar el caliche y la pátina para sostener que el evento de enterramiento es genuinamente antiguo, no una jugarreta de la década de 1920.
    En esta visión, el fraude—si lo hay—ocurrió siglos antes, quizá como una deposición ritual cerca de una fuente de cal o un puesto misional, y la década de 1920 simplemente desenterró una curiosidad ya antigua.

  5. Insistir en nuevas pruebas.
    Un defensor serio de la tesis alcista presionaría menos en la especulación de blogs/TV y más en lograr que múltiples artefactos se reanalicen (aleación, isótopos, pátina, microestratigrafía) bajo condiciones transparentes. Hasta que eso ocurra, argumentan, la etiqueta de “fraude” es prematura.

Incluso así, lo que se salva no es un reino romano-judío gobernando Tollan desde Tucson, sino (en el mejor de los casos) un complejo de objetos cristianos de época colonial, excéntrico, cuyos creadores gustaban del latín y del fanfic bíblico.

Con los datos publicados actuales, el juicio dominante de fraude/fabricación moderna sigue siendo mucho más parsimonioso. Pero hacer steelmanning de la alternativa revela dónde están los verdaderos puntos de presión: la química de la aleación, los procesos de formación del sitio y la sociología de cómo decidimos cuándo vale la pena dedicar tiempo de laboratorio a una anomalía.


Preguntas frecuentes#

P1. ¿Podrían los artefactos de Tucson realmente probar un contacto transatlántico precolombino?
R. Solo bajo una lectura extremadamente generosa: habría que demostrar que el plomo es anterior a la industria europea, que el latín es genuinamente altomedieval y que existe arqueología independiente que lo corrobore. Ninguna de esas condiciones se cumple actualmente en trabajos revisados por pares. 1

P2. ¿Existe algún escenario en el que los artefactos sean genuinos pero no medievales?
R. Sí: una visión de steelman es que podrían ser piezas rituales coloniales o criptojudías de los siglos XVI–XVIII mal interpretadas después como romanas, pero incluso eso exige resolver los problemas de aleación y contexto. 3

P3. ¿Qué tan sólido es el argumento geológico de Scott Wolter a favor de la antigüedad?
R. Wolter informa pátina e incrustaciones carbonatadas consistentes con un enterramiento prolongado, basándose en estudio microscópico, pero sus análisis son de nivel blog/TV más que publicaciones formales, y geólogos independientes no los han replicado. 6

P4. ¿Dónde están ahora los artefactos y se pueden ver?
R. Los artefactos están en manos de la Arizona Historical Society en Tucson y pueden verse con cita previa; están registrados como colección 94.26.1AB–32 y han sido fotografiados en detalle por Hyde y Yates. 1

P5. ¿Por qué los autores difusionistas se interesan tanto específicamente por Tucson?
R. Porque los artefactos ofrecen un raro “arma humeante” rica en texto que parece, a primera vista, narrar colonias del Viejo Mundo en las Américas—exactamente el tipo de punto de anclaje que sus teorías más amplias de contacto global ansían. 4


Notas#


Fuentes#

  1. Feagans, Carl. “The Tucson Artifacts Hoax.” Archaeology Review, 2025. 1
  2. Burgess, Don. “Romans in Tucson? The Story of an Archaeological Hoax.” Journal of the Southwest 51(1) (2009): 3–102. 9
  3. Banks, Leo. “Unearthing a Mystery: Ancient Roman Relics or 18th-Century Hoax?” Arizona Highways 78(9) (2002): 34–37. 9
  4. Yates, Donald N. The Tucson Artifacts: An Album of Photography with Transcriptions and Translations of the Medieval Latin. Panther’s Lodge/Blurb, 2017. 4
  5. Yates, Donald N. “Fifty ‘Facts’ about the Tucson Artifacts.” Calalus.com, 2018. 2
  6. “Puzzling ‘Relics’ Dug Up in Arizona Stir Scientists.” The New York Times, 13 Dec 1925 (transcrito en Calalus.com). 3
  7. Brody, David. “Tucson Lead Artifacts.” Blog Westford Knight, 2012. 6
  8. “Tucson artifacts.” En Wikipedia, consultado en nov 2025, para cronología general y referencias. 10
  9. Hudnall, Ken. Spirits of the Border: The History and Mystery of Arizona (PDF extractado), 2003, para citas de Douglass sobre la antigüedad. 5
  10. Yates, Donald N. Old World Roots of the Cherokee: How DNA, Ancient Alphabets and Religion Explain the Origins of America’s Largest Indian Nation. McFarland, 2012. 7