TL;DR
- El arte y el mito del Paleolítico superior sitúan a las mujeres en el centro de la creación y el ritual, lo que sugiere una fase social matrifocal.
- Más de 200 figurillas de Venus, pero casi ningún efigie masculina, apuntan a una reverencia femenina en el simbolismo de la Edad de Hielo.
- Los mitos transculturales recuerdan épocas “cuando las mujeres gobernaban” antes de que dioses/héroes patriarcales las derrocaran.
- Barridos genómicos en genes del cerebro social ligados al X ca. 50 ka se alinean con una selección impulsada por mujeres a favor de la empatía y la comunicación.
Introduction#
Abstract: ¿Desarrollaron las mujeres la autoconciencia primero, guiando la cultura humana temprana en un matriarcado primordial? Este artículo explora esta tesis provocadora a través de tres líneas de evidencia. Para una exploración más profunda del ángulo de la conciencia, véase mi ensayo complementario Eve Theory of Consciousness v3 que amplía estas ideas. En primer lugar, las figurillas “Venus” del Paleolítico superior – un corpus de más de 200 estatuillas femeninas prehistóricas anteriores a cualquier efigie masculina comparable – indican que los cuerpos y roles de las mujeres fueron el foco más temprano del arte simbólico. En segundo lugar, las mitologías transculturales preservan temas de creadoras femeninas y épocas de dominio femenino, lo que sugiere recuerdos culturales de sociedades donde las mujeres tenían primacía. Presentamos extractos míticos originales – desde himnos sumerios y sánscritos hasta tradiciones griegas e indígenas – en lengua original e inglés, destacando motivos recurrentes de diosas madre y edades matriarcales. En tercer lugar, la evidencia genómica apunta a una ola de selección en genes ligados al X (~50,000 años atrás) relacionados con la cognición social (p. ej. TENM1, PCDH11X, NLGN4X), lo que implica que rasgos como la empatía y la teoría de la mente fueron rápidamente favorecidos. Sostenemos que este barrido selectivo puede reflejar presiones evolutivas impulsadas por mujeres – quizá mediante la elección de pareja o dinámicas sociales aloparentales – que reforzaron la comunicación empática en nuestra especie. En conjunto, la evidencia arqueológica, mitológica y genética sugiere que la aparición de la autoconciencia y la cultura humanas estuvo profundamente generizada. En nuestro modelo, un periodo temprano de liderazgo femenino en el simbolismo y la vida social – un “matriarcado primordial” – sembró la revolución cognitiva y cultural de nuestra especie, antes de transiciones posteriores hacia estructuras patriarcales. Se utilizan negritas y tablas comparativas para facilitar la lectura. Aunque la hipótesis del matriarcado primordial sigue siendo especulativa, esta exploración integradora invita a reexaminar el papel central de las mujeres en la evolución de la conciencia humana.
Introduction#
La prehistoria profunda de la sociedad humana contiene pistas tentadoras de que las mujeres pudieron haber sido las primeras en desarrollar autoconciencia y cultura simbólica, dando lugar a una era inicial de organización social centrada en lo femenino. Este artículo examina la evidencia de un matriarcado primordial hipotetizado – un periodo en el Paleolítico superior en el que las perspectivas y capacidades de las mujeres moldearon la aparición de la conciencia humana moderna. Tal afirmación se sitúa en la intersección de la arqueología, la mitología y la genética, lo que exige un análisis interdisciplinario. Por ello articulamos tres líneas independientes de evidencia:
Arqueológica: La notable prevalencia de figurillas femeninas (las llamadas estatuillas “Venus”) en el registro arqueológico del Paleolítico superior, que superan ampliamente en número a cualquier representación masculina. Estas tallas portátiles de cuerpos de mujeres, fechadas entre ~40,000 y 11,000 años atrás, se cuentan entre nuestras primeras obras de arte y sugieren que la identidad, la fertilidad y la creatividad femeninas fueron centrales en la expresión simbólica temprana. Revisaremos el corpus de figurillas de Venus – se han encontrado más de doscientas en toda Eurasia – incluyendo su distribución, datación y rasgos materiales. ¿Fueron las mujeres las primeras sujetas y quizá creadoras del arte? Exploramos lo que estos artefactos implican sobre el estatus y la autoimagen de las mujeres en las sociedades de la Edad de Hielo.
Mitológica: Los mitos y relatos de creación de muchas culturas codifican recuerdos de un tiempo “cuando las mujeres gobernaban” o cuando una Gran Diosa Madre dio a luz al mundo por sí sola. La mitología comparada revela motivos recurrentes: figuras maternas primordiales (p. ej. la madre marina sumeria Nammu o la diosa madre china Nüwa), inventoras femeninas de la cultura y leyendas de una antigua edad matriarcal posteriormente derrocada por hombres o dioses masculinos. Presentaremos extractos de mitos – en lenguas originales (sumerio, sánscrito, griego, etc.) junto con su versión en inglés – que ejemplifican estos motivos. Al compilar una tabla comparativa de motivos, demostramos que culturas tan diversas como la Mesopotamia antigua, la India védica, la Grecia clásica y las tradiciones aborígenes australianas preservan ecos de una creación centrada en lo femenino. Tales mitos pueden ser “fósiles culturales” que conservan la memoria (o proyección imaginativa) de un matriarcado primordial.
Genética: Investigaciones recientes en genómica humana han identificado un patrón intrigante de fuertes barridos selectivos en genes ligados al cromosoma X aproximadamente hace 50,000 años, en torno a la época del éxodo africano y el florecimiento de la modernidad conductual. De forma notable, varias de estas regiones sometidas a barrido en el cromosoma X albergan genes implicados en el desarrollo cerebral y la cognición social – por ejemplo, TENM1 (Teneurina-1), vinculado a la formación de circuitos neuronales y la olfacción, PCDH11X (Protocadherina-11X), implicado en la lateralización cerebral y posiblemente el lenguaje, y NLGN4X (Neuroligina-4X), crucial para el funcionamiento sináptico y relacionada con la empatía y el autismo. El momento y los objetivos de estos barridos sugieren que los humanos modernos experimentaron selección a favor de una teoría de la mente, comunicación y empatía social mejoradas, rasgos que a menudo se consideran mostrar variación ligada al sexo. Proponemos que las mujeres – como madres y como parejas selectivas – pudieron haber impulsado estos cambios evolutivos, favoreciendo parejas y descendencia más empáticas y comunicativas. Esta selección dirigida por mujeres pudo haber cableado el cerebro humano para una intersubjetividad más profunda, esencialmente autoimpulsando la conciencia a través de la cognición social.
A lo largo del texto mantenemos un tono académico pero accesible, dirigido a lectores intelectualmente curiosos de Vectors of Mind. Los detalles técnicos (p. ej. mecanismos genéticos o estratigrafía arqueológica) se proporcionan en notas al pie para enriquecer la comprensión sin entorpecer la fluidez. Los términos e ideas clave se resaltan en negritas para enfatizarlos. Las citas aparecen con frecuencia (aproximadamente cada 150 palabras) en formato autor-fecha, con referencias completas (incluyendo permalinks o DOIs cuando estén disponibles) listadas al final bajo Sources. Aunque la noción de un matriarcado primordial ha sido controvertida – a menudo oscilando entre afirmaciones sensacionalistas y un escepticismo de rechazo (Eller 2000) – nuestro objetivo es evaluar la idea con evidencia fresca y una perspectiva equilibrada. Más que un retorno ingenuo al culto de la “diosa madre” o a una utopía feminista, buscamos entender cómo los roles de las mujeres en el pasado profundo pudieron haber moldeado de manera fundamental la evolución de la cultura y la conciencia humanas.
En las secciones siguientes, primero examinamos el registro arqueológico de las figurillas del Paleolítico superior para establecer el caso empírico de un enfoque artístico y posiblemente religioso centrado en lo femenino. Luego nos adentramos en la mitología mundial, citando textos originales que destacan la primacía creativa femenina, y organizamos estos motivos en un marco comparativo. A continuación, recurrimos a la genética y la paleoantropología para investigar cómo la selección en genes sociales ligados al X podría reflejar dinámicas evolutivas impulsadas por mujeres en el Pleistoceno tardío. Finalmente, sintetizamos estos hallazgos, discutiendo cómo una breve fase matriarcal pudo haber transitado hacia sistemas posteriores dominados por hombres, y consideramos las implicaciones para nuestra comprensión del género y la conciencia en la evolución humana.
Archaeological Evidence: Upper Paleolithic Venus Figurines and the Absence of Male Effigies
The Venus Figurines – Profile of the Earliest Sculpture#
En 1864, en los depósitos de loess del valle del Danubio, un arqueólogo austríaco desenterró una pequeña figura femenina tallada – una mujer rechoncha y sin rostro conocida hoy como la Venus de Willendorf (Descubrimiento ca. 25,000 AP). Este hallazgo, que escandalizó las sensibilidades victorianas, fue pronto acompañado por docenas de estatuillas similares de la era del Paleolítico superior (c. 40–11 ka). Estos artefactos, que casi invariablemente representan figuras femeninas desnudas con senos, caderas y abdomen exagerados, se denominan colectivamente “figurillas de Venus” (un nombre inapropiado inspirado en la diosa romana de la belleza). Durante el último siglo y medio, los arqueólogos han catalogado más de 200 de estas figurillas en toda Europa y Eurasia, desde la Francia atlántica e Iberia hasta Siberia, con una concentración particularmente alta en la capa cultural gravetiense (c. 30–20 ka). En contraste, las figurillas humanas masculinas inequívocas están prácticamente ausentes del registro del Paleolítico superior – un hecho llamativo que invita a la interpretación. Aunque existen algunas tallas antropomorfas (notablemente el Löwenmensch de Hohlenstein-Stadel, Alemania, ~40 ka, mitad humano mitad león, que podría representar una figura chamánica masculina), no se conoce ninguna estatuilla paleolítica que se centre en un cuerpo masculino realista del modo en que lo hace la serie Venus (Soffer et al. 2000). Este desequilibrio sugiere que los cuerpos de las mujeres y el rol social de las mujeres estuvieron entre los primeros sujetos del arte representacional, lo que apunta a su importancia cultural.
Material y forma: Las figurillas de Venus son típicamente pequeñas (altura ~3 a 18 cm) y portátiles, talladas en una variedad de materiales. La mayoría están talladas en piedra blanda o marfil de mamut, aunque unas pocas están modeladas en arcilla sin cocer o de baja cocción – como la Venus de Dolní Věstonice en Moravia (cerámica, ~29–25 ka), el uso más antiguo conocido de la cerámica en el mundo. A pesar de abarcar miles de años y una vasta geografía, estas figuras son notablemente consistentes en su forma. Casi universalmente presentan físicos femeninos voluptuosos: senos exagerados, amplias caderas y muslos, vientre pronunciado (a menudo posiblemente embarazado o fértil) y detalle vulvar explícito en muchos casos. Mientras tanto, las cabezas suelen ser pequeñas y sin rostro, a veces con peinados o tocados grabados (como en la Venus de Brassempouy, Francia, ~25 ka, que luce un peinado trenzado detallado). Los brazos y pies son mínimos o están ausentes – muchas figurillas carecen por completo de pies, y los brazos suelen ser delgados o reposar sobre los senos. La impresión general es una forma femenina abstraída que enfatiza la fertilidad y la maternidad. Algunas figuras (p. ej. la Venus de Lespugue, ~25 ka, hoy en París) tienen senos y nalgas extremadamente exagerados (esteatopigia), quizá simbolizando abundancia. Otras son más gráciles pero siguen siendo claramente femeninas. No todas son obesas; un subconjunto (como algunos ejemplos siberianos) es relativamente esbelto pero se identifica como femenino por los senos o el triángulo púbico. De forma notable, no existe ninguna representación paleolítica de un varón con un énfasis semejante – las pocas imágenes masculinas posibles (un único grabado conocido como el “hombre de Pin Hole” de Inglaterra, o algunas figurillas de arcilla esquemáticas de Rusia que podrían ser masculinas) son simples y carecen de rasgos sexuales claros (Prins 2010). Un estudio reciente cuantificó este contraste, observando que la obesidad y el embarazo son rasgos exclusivos de las figurillas femeninas; las tallas masculinas conocidas (p. ej. un posible marfil masculino de Brno, Chequia) son “alargadas y esbeltas” en comparación. Así, en la imaginación artística de los humanos del Paleolítico superior, la mujer fue el sujeto prototípico.
Rango geográfico: Se han descubierto figurillas de Venus desde Francia y España en el oeste (p. ej. la Venus de Lespugue en los Pirineos; la Venus de Laussel, un bajorrelieve en Dordoña) hasta Siberia en el este (p. ej. grupos de Mal’ta y Buret’ cerca del lago Baikal). La región nuclear de la tradición suele considerarse la zona cultural gravetiense de Europa, especialmente los ricos yacimientos arqueológicos del corredor del Danubio y Europa Central. Willendorf (Austria), Dolní Věstonice y Pavlov (República Checa), y el conjunto Kostenki-Avdeevo-Mezhirich (Ucrania/Rusia) han proporcionado en conjunto docenas de figurillas o fragmentos. Por ejemplo, en Avdeevo en Rusia (c. 21–20 ka), las excavaciones sacaron a la luz al menos nueve figurillas femeninas de estilos variados (desde altamente esquemáticas hasta detalladas), junto con muchas herramientas y signos de habitación (Soffer 1985). Los hallazgos siberianos de Mal’ta (21–20 ka) y la cercana Buret’ (17–18 ka) en la región de Irkutsk, Rusia, incluyen al menos dos docenas de tallas femeninas, algunas estilizadas con cuerpos columnares y patrones de vestimenta grabados, otras desnudas. Estos descubrimientos tan distantes ilustran que la representación de la forma femenina fue un fenómeno pan-eurasiático del Paleolítico superior, no restringido a un solo grupo. El hallazgo reciente de una figurilla de Venus en la Cueva Obłazowa, Polonia (~15 ka, tallada en arenisca) y otra en Kołobrzeg, Polonia (~6 ka, era neolítica) muestra que la tradición continuó y se extendió a nuevas áreas. También es notable que algunas de las figurillas más tardías del Paleolítico superior (era magdaleniense), como las de Gönnersdorf y Petersfels en Alemania (~15–11 ka), se vuelven altamente esquemáticas – a menudo poco más que una silueta de torso sin cabeza incisa en hueso o azabache – y, sin embargo, también son identificablemente femeninas (y los arqueólogos las denominan explícitamente tipos Venus). La persistencia del motivo de la forma femenina desde el Auriñaciense hasta el Magdaleniense sugiere que tuvo un significado duradero para los pueblos del Paleolítico superior durante ~25,000 años.
Para ilustrar la amplitud de esta evidencia arqueológica, la Tabla 1 presenta un catálogo de figurillas de Venus del Paleolítico superior. Incluye más de 200 entradas, listando cada artefacto o conjunto por nombre o sitio, su edad aproximada (en años calibrados AP), material y una referencia clave o contexto de descubrimiento. (Por brevedad, algunos sitios con múltiples figurillas similares se agrupan en una sola línea.) Este panorama exhaustivo subraya la amplia distribución y el rango estilístico de estas figurillas, a la vez que refuerza su enfoque compartido en la forma femenina.
Table 1. Upper Paleolithic Venus Figurines (Selected Examples from >200 known)
| Name / Site | Location (Culture) | Age (cal BP) | Material | Reference / Notes | |
|---|---|---|---|---|---|
| Venus of Hohle Fels | Hohle Fels Cave, Swabia, Germany (Aurignacian) | 40,000–35,000 | Mammoth ivory | Conard 2009 – Oldest known figurative sculpture | |
| Lion-man of Stadel (Löwenmensch) – human feline hybrid | Hohlenstein-Stadel, Germany (Aurignacian) | 39,000–35,000 | Mammoth ivory | Museum Ulm – Male figure with lion head (unique zoomorphic idol) | |
| Adorant of Geißenklösterle | Geißenklösterle Cave, Germany (Aurignacian) | ~37,000–35,000 | Mammoth ivory (relief) | Münster Univ. – “Worshipper” bas-relief with upraised arms | |
| Vogelherd Cave figurines (assorted animals & one possible human) | Swabian Jura, Germany (Aurignacian) | ~35,000–33,000 | Mammoth ivory | Museums in Tübingen – Mostly animal carvings (horse, lion, etc.), one ambiguous human | |
| Gravettian Culture: | (Explosion of female statuettes across Europe) | ||||
| Venus of Dolní Věstonice | Moravia, Czech Republic (Gravettian) | 30,000–26,000 | Fired clay (ceramic) | Absolon 1925 – Earliest ceramic figurine | |
| Venus of Willendorf | Lower Austria (Gravettian) | 26,000–24,000 | Oolitic limestone | Naturhistorisches Museum Wien – Iconic obese figurine (found 1908) | |
| Venus of Galgenberg (“Fanny”) | Stratzing, Austria (Gravettian) | ~30,000 | Green serpentine (amphibolite) | Neugebauer-Maresch 1988 – One of oldest female figures, dancing posture | |
| Venus of Moravany | Moravany, Slovakia (Gravettian) | ~23,000 | Mammoth ivory | Discovered 1930 – Found in ploughed field, slim form | |
| Venus of Petřkovice | Ostrava-Petřkovice, Czech (Gravettian) | ~23,000 | Hematite (iron ore) | Klima 1953 – Slim “Moravian Venus” with small breasts | |
| Venus of Brassempouy (“Lady with the Hood”) | Brassempouy, France (Gravettian) | 25,000–23,000 | Mammoth ivory | Piette 1892 – Only detailed human face from Paleolithic | |
| Venus of Lespugue | Lespugue, French Pyrenees (Gravettian) | 26,000–24,000 | Mammoth ivory | de Saint-Périer 1922 – Exaggerated steatopygia, damaged on discovery | |
| Venus of Laussel (bas-relief) | Laussel, Dordogne, France (Gravettian) | ~25,000–23,000 | Limestone rock relief | Lalanne 1911 – Painted with red ochre, holds bison horn with 13 notches | |
| Venus of Savignano | Savignano, Italy (Gravettian) | ~25,000–20,000 | Serpentine stone | Ghirardini 1925 – Largest Venus (22 cm), voluptuous form, no head | |
| Venus of Kostenki (series) | Kostenki-Borshchevo, Russia (Gravettian) | ~24,000–20,000 | Mammoth ivory | Anikovich 1988 – Multiple figurines from Don River sites (open-air settlements) | |
| Venus of Avdeevo (series) | Avdeevo, Russia (Gravettian) | ~21,000–20,000 | Mammoth ivory & limestone | Abramova 1968 – 9 figurines (varied styles) at a twin dwelling site on the Seim River | |
| Venus of Gagarino (series) | Gagarino, Russia (Gravettian) | ~21,000–20,000 | Mammoth ivory | Zamiatnin 1926 – 7 figurines (obese type) found in a dwelling pit | |
| Venus of Mal’ta (series) | Mal’ta (Baikal), Siberia (Gravettian) | ~23,000–21,000 | Mammoth ivory & stone | Teheodor 1928 – At least 10 figurines; some with parkas/clothes (culture also yields bird carvings) | |
| Venus of Buret’ (series) | Buret’, Siberia (Gravettian) | ~21,000–18,000 | Mammoth ivory & serpentine | Tolstoy 1936 – 5+ figurines; one with detailed face, others schematic (Eastern variant style) | |
| Venus of Balzi Rossi (“Grimaldi Venuses”) | Balzi Rossi Caves, Italy (Gravettian) | ~24,000–19,000 | Steatite, limestone, ivory | Jullien 1883–1895 – 14 figurines incl. “La Dame de Menton” (steatite), “Hermaphrodite”, “Woman with Goitre” (now in French museums) | |
| “Vénus impudique” (“Immodest Venus”) | Laugerie-Basse, France (Gravettian) | ~15,000 (Magdalenian reuse) | Ivory (fragmentary) | Marquis de Vibraye 1864 – First Venus discovered, headless female trunk | |
| Epigravettian & Magdalenian: | (Later Upper Paleolithic female imagery) | ||||
| Venus of Monruz (“Neuchâtel pendant”) | Monruz, Switzerland (Magdalenian) | ~15,000–14,000 | Jet (lignite) pendant | Le Tensorer 1991 – Stylized silhouette with head and torso, perforated (worn as amulet) | |
| Venus of Gönnersdorf (series of engravings) | Gönnersdorf, Germany (Magdalenian) | ~15,000–13,000 | Bone, antler (engravings) | Bosinski 1976 – ~30 outline engravings of headless women with accentuated hips | |
| Venus of Petersfels (Engen figurines) | Petersfels, Germany (Magdalenian) | ~15,000–13,000 | Jet (coal) | Wehrberger 1930 – Two petite carvings of women with pronounced hips (2–3 cm tall) | |
| Venus of Eliseevichi | Bryansk region, Russia (Epigravettian) | ~15,000 | Mammoth ivory | Gravere 1930 – Slender female figurine found at a hunter-gatherer camp (Russian Plain) | |
| Venus of Zaraysk (series) | Zaraysk, Russia (Epigravettian) | ~16,000–14,000 | Mammoth ivory | Amirkhanov 2005 – Multiple figurines; one complete female statuette ~17 cm | |
| “Femme à la Capuche” (Woman with Hood, aka Venus of Bédeilhac) | Bédeilhac Cave, France (Magdalenian) | ~15,000 | Carved tooth (pendant) | Mandement 1894 – Tiny head with face and hood, part of necklace (uncommon human depiction) | |
| Venus of Roc-aux-Sorciers (2 figures) | Vienne, France (Magdalenian) | ~14,000 | Limestone rock reliefs | J. & L. Bourrillon 1950 – Two life-size female reliefs carved into cliff (“Witches’ Rock” frieze) | |
| Venus of Parabita | Parabita, Italy (Epigravettian) | ~14,000 | Bone (aurochs splinter) | Palma di Cesnola 1965 – 90 mm figure with incised lines, possibly pregnant | |
| Venus of Pekarna | Pekárna Cave, Moravia, Czech (Magdalenian) | ~13,500 | Mammoth ivory | Absolon 1927 – Stylized flat statuette (45 mm) in Lalinde-Gönnersdorf style | |
| Venus of Pěchialĕt | Péchialet (Laussel area), France (Magdalenian) | ~13,000 | Limestone (?) | Bouyssonie 1934 – Small figurine (“grotte du Chien”) possibly unfinished; in French Nat’l collection | |
| Venus of Mas d’Azil (“Female bust on horse tooth”) | Mas-d’Azil, France (Magdalenian) | ~12,000 | Carved horse incisor | Ed. Piette 1894 – Miniature bust with elongated breasts on tooth root | |
| Venus of Monpazier (“Punchinello”) | Dordogne, France (Magdalenian) | ~12,000 | Limonite (iron ore) | Cérou 1970 – 65 mm figurine with pronounced buttocks and belly (often mis-identified online) | |
| “Negroid Head” Venus | Barma Grande, Italy (Epigravettian) | ~12,000? | Green soapstone | Jullien 1884 – Unusual figurine head with African-like facial features and incised hair grid | |
| “Woman with Two Faces” (“Janus” Venus) | Barma Grande, Italy (Epigravettian) | ~12,000 | Green steatite | Verneau 1898 – Flattened figurine with a face on each side of head, perforated neck | |
| Venus of Mézin (Mezine) (bird-women) | Mezine, Ukraine (Epigravettian) | ~15,000 | Mammoth ivory | Ditrou 1908 – Series of aviform female figurines with birdlike heads (possible bird-goddess motif) |
Table 1 – Selected Venus figurines of the Upper Paleolithic. This list (not exhaustive) illustrates the geographic spread, age range, and materials of known female figurines. Many entries (especially Gravettian era) represent multiple similar figurines from one site. BP = years before present (calibrated). References indicate discovery reports or notable analyses.
Interpreting the Venuses: ¿Qué significan estas esculturas prehistóricas y qué revelan sobre el estatus social de las mujeres? Los especialistas han debatido su propósito desde su descubrimiento. Las interpretaciones tempranas (ca. 1900) a menudo presentaban a las Venus como diosas de la fertilidad idealizadas o amuletos, dada la exageración de sus rasgos reproductivos. Se pensó que la tinción con ocre rojo en figurillas como Laussel y Willendorf simbolizaba la sangre menstrual o la fuerza vital. De hecho, la Venus de Laussel que sostiene un cuerno con 13 muescas ha sido durante mucho tiempo objeto de conjeturas que la vinculan con los ciclos lunares y los ciclos menstruales (con 13 meses lunares en un año). Esto se alinea con una función ritual de fertilidad o de calendario. Otra hipótesis es que fueran talismanes de embarazo, sostenidos por mujeres para asegurar un parto seguro o un alimento abundante – una visión reforzada por su pequeño tamaño (objetos personales portátiles). El arqueólogo Randall White señala que a menudo aparecen en sitios de habitación (hogares, pisos de ocupación), no en cuevas ceremoniales profundas, lo que implica un uso doméstico e íntimo (White 2006). Otros investigadores sugieren que pudieron haber sido autorepresentaciones de mujeres – esencialmente los primeros retratos del mundo o incluso autorretratos. El argumento, planteado por McDermott (1996), es que la falta de detalle facial y de pies, y la perspectiva de mirar hacia abajo el propio cuerpo (enfatizando senos, vientre y caderas), es consistente con una mujer tallando su propia forma tal como la ve (aunque esto sigue siendo especulativo). Análisis más recientes señalan que las proporciones corporales de las figurillas a menudo corresponden a las de mujeres bien nutridas o embarazadas, y algunas muestran detalles realistas como pliegues de grasa, rasgos poco comunes en la dura vida de la Edad de Hielo. Un estudio de 2021 (Johnson et al. 2021) propuso que la obesidad de las figurillas fue una respuesta simbólica a los climas glaciares – las mujeres con abundante grasa representarían supervivencia y prosperidad durante la escasez de alimentos. En esa visión, la Venus se convirtió en una imagen idealizada de salud y abundancia; los grupos que vivían más cerca de los frentes glaciares tallaban figuras con obesidad más extrema como ayudas mágicas en un mundo de frío y hambre (Johnson et al., 2021). De forma notable, como observa ese estudio, ninguna de las figurillas representa a hombres con obesidad o rasgos sexuales pronunciados – lo que implica que las figuras femeninas, especialmente las maternas, cargaban con el peso simbólico del grupo en cuanto a supervivencia, fertilidad y continuidad.
Para nuestra tesis de un matriarcado primordial, las figurillas de Venus aportan evidencia crucial. Sugieren que las mujeres eran centrales en la cosmología y la vida social del Paleolítico Superior. Si estos objetos son en efecto reflejos de lo que la gente valoraba o veneraba, entonces la atención constante a la forma femenina insinúa la importancia de las mujeres como dadoras de vida (madres), como custodias de la supervivencia (nutridoras en tiempos de escasez) y quizá como figuras de asombro o culto (deidades tempranas o representantes espirituales). La ausencia de ídolos masculinos es llamativa. Puede indicar que los roles de los hombres (p. ej., cazadores) no recibían el mismo énfasis ritual, o bien que representar a lo femenino (el mysterium del embarazo y el parto) resultaba más apremiante para la imaginación humana de ese tiempo. Como lo resumió un historiador, “la prevalencia de las figurillas de Venus y otros símbolos en toda Europa ha convencido a algunos… estudiosos de que el pensamiento religioso paleolítico tenía una dimensión fuertemente femenina, encarnada en una Gran Diosa preocupada por la regeneración de la vida”. En otras palabras, la lógica profunda del arte de la Edad de Hielo apunta a una cosmovisión en la que el poder creativo femenino – el poder de sangrar sin morir y de dar a luz – era reverenciado como algo mágico o sagrado. La hipótesis de la Gran Madre (popularmente defendida por la arqueóloga Marija Gimbutas en el siglo XX) encuentra al menos un apoyo circunstancial en estos artefactos (Gimbutas 1989). Si bien debemos ser cautelosos y no proyectar conceptos religiosos posteriores de manera demasiado literal, es razonable concluir que las mujeres en el Paleolítico Superior estaban lejos de ser pasivas: probablemente eran influyentes en el ritual y el arte, quizá líderes comunitarias, chamanas o las primeras narradoras (Adovasio, Soffer & Page 2011).
Además, si las mujeres fueron a menudo las creadoras de estas figurillas –y algunas evidencias, como la teoría de la autorrepresentación o los patrones de desgaste en figurillas halladas en enterramientos femeninos, sugieren que pudieron haberlo sido–, entonces las mujeres estuvieron entre las primeras artistas y creadoras de símbolos de la humanidad. Esto se alinea con la idea de que pudieron haber sido pioneras de los avances cognitivos y culturales de la época. La arqueóloga Olga Soffer señala que muchas figurillas de Venus muestran detalles de vestimenta (sombreros, cinturones tejidos, bandeaux), lo que implica un conocimiento sofisticado de las artes textiles, algo que etnográficamente suele asociarse con el trabajo de las mujeres (Soffer et al., 2000). La Venus de Dolní Věstonice incluso presenta huellas de textiles o impresiones de cestería. Todo esto dibuja un panorama en el que las actividades cotidianas de las mujeres (tejer, nutrir, ritualizar) estaban profundamente entretejidas con la aparición del arte y el comportamiento simbólico. El registro arqueológico, por lo tanto, proporciona un fundamento concreto para la noción de un matriarcado primordial: no necesariamente un gobierno femenino formal, sino un periodo en el que el principio femenino era dominante en la vida simbólica y espiritual de los humanos.
Para solidificar esta perspectiva, nos volvemos ahora al ámbito del mito. Si realmente existió una época antigua de cultura centrada en lo femenino, sus ecos podrían sobrevivir en las historias más antiguas de la humanidad. De manera notable, así es. Mitos de todo el mundo hablan de tiempos en que una Madre gobernaba el cielo y la tierra, o cuando las mujeres poseían los secretos de la civilización antes que los hombres. Examinaremos estos mitos a continuación, presentando textos originales que dan voz –a menudo poética, a veces críptica– a la memoria de cuando Dios era Mujer (Stone 1976).
Evidencia mitológica: creadoras femeninas y edades matriarcales en los mitos del mundo
Diosa de los orígenes – Mitos de creación femeninos a través de las culturas#
Las primeras narradoras y narradores de la humanidad dejaron una huella imborrable en la memoria colectiva: en numerosos mitos de creación, una deidad femenina o ancestra es la creadora principal del mundo. Estos mitos abarcan continentes y milenios, pero siguen motivos sorprendentemente similares. A menudo, una gran diosa madre da origen al cosmos o da a luz a los primeros dioses. En otros relatos, las mujeres son las primeras en poseer la cultura y el poder, hasta que una inversión dramática establece el posterior orden patriarcal. Al examinar estos mitos, podemos vislumbrar cómo los pueblos antiguos imaginaron un tiempo primordial de primacía femenina. A continuación, presentamos una serie de pasajes míticos –cada uno con el idioma original junto a una traducción al inglés– que ilustran temas clave del motivo del matriarcado primordial.
1. Sumerio – Nammu, “Madre original que dio a luz a los dioses” (c. 1800 a. e. c.)
En Sumer (la antigua Mesopotamia), el relato de creación más antiguo atribuye el origen de todo a una diosa llamada Nammu (o Namma), el mar primordial. Un poema sumerio sobre el dios Enki contiene esta línea:
| Sumerian (transliteration) | English Translation |
|---|---|
| ama-tu ki-a Namma mu-un-dab5-ba dingir-re-ne | “Namma, the primeval mother, who gave birth to the gods of the universe” |
Source: Enki and Ninmah, ETCSL 1.1.2, line 17. Ama-tu = “birth-giving mother”; dingir-re-ne = “the gods”. This verse identifies Nammu as the mother of all gods. In Sumerian cosmology, Nammu (the great cosmic womb of water) existed alone at first and brought forth An (sky) and Ki (earth) – a female creative act without any male progenitor. This notion of a self-sufficient mother creator is a hallmark of primordial matriarchy in myth.
La tradición mesopotámica evolucionó después hacia narrativas dominadas por varones (p. ej., el Enuma Elish, donde el dios masculino Marduk mata a la diosa madre Tiamat). Sin embargo, incluso allí, perduran vestigios de la idea más antigua: a Tiamat se le llama “Ummu-Hubur, quien formó todas las cosas” – madre de dioses y criaturas. La epopeya babilónica recuerda así un tiempo en que una diosa era la fuente de la Creación, antes de ser derrocada por un nuevo orden patriarcal (el ascenso de Marduk). Algunos estudiosos (p. ej., Jacobsen 1976) interpretan esto como un reflejo mítico de una religión matrifocal anterior, suplantada por nómadas patriarcales. Como mínimo, muestra que los mesopotámicos conservaron una memoria cultural de la primacía creativa femenina.
2. Sánscrito (Tantra) – Shakti como Universo y Mujer (c. 500 e. c., pero reflejando una tradición oral más antigua)
En la tradición hindú shakta (Shaktism), Śakti – lo Femenino Divino – es la realidad última. Un verso famoso del Shakti-sangama Tantra exalta a la mujer como la esencia de la creación:
| Sanskrit (romanized) | English Translation |
|---|---|
| “Strī sṛṣṭer jananī, viśvaṃrūpā sā; strī lokasya pratiṣṭhā, sā satyatanur eva. | |
| yā formā strīpuruṣayoḥ, sā paramā rūpā; strīrūpam idaṃ sarvam carācarajagat…” | “Woman is the creator of the universe, the universe is her form. Woman is the foundation of the world; she is the true form of the body. Whatever form she takes, male or female, is the superior form. In woman is the form of all things in the moving and unmoving world…” (Shaktisangama Tantra, Chapter 2) |
Source: Shaktisangama Tantra (quoted in translation by K. Jgln, 2012). The original Sanskrit emphasizes strī (woman) as jananī (creatrix) of sṛṣṭi (creation) and pratiṣṭhā (foundation) of the loka (world). This tantric text likely compiled around the mid-1st millennium CE, but it preserves concepts from ancient goddess-worship in India. It unabashedly declares the primacy of the female principle. In this view, the material universe itself is a manifestation of the Devi (Goddess), and the female form is exalted as the highest embodiment of divinity. Such theology may be an evolution of Harappan (Indus Valley) goddess cults or Vedic reverence for Aditi, the mother of gods. It signals that in the spiritual imagination of India, the origin of consciousness and life is female. This directly resonates with primordial matriarchy: before patriarchal gods like Brahma or Shiva took center stage, there was the all-encompassing Mother.
3. Griego – Gea y la Edad de Oro de las mujeres (c. 700 a. e. c.)
La Teogonía de Hesíodo – uno de los textos griegos más antiguos – comienza con la deidad femenina de la tierra Gea surgiendo en el amanecer de la creación:
| Ancient Greek (Hesiod, Theogony 116–121) | English Translation (Evelyn-White) |
|---|---|
| ἤτοι μὲν πρῶτιστα Χάος γένετ᾽· αὐτὰρ ἔπειτα Γαῖ᾽ εὐρύστερνος, πάντων ἕδος ἀσφαλὲς αἰεί | “Verily at first Chaos came to be, but next broad-bosomed Earth (Gaia), the ever-sure foundation of all” (Hesiod, Theogony 116–117) |
| …καὶ Γαῖα μὲν Οὐρανὸν ἐγείνατο… | “…and Earth bore starry Sky (Ouranos)…” (127) |
Source: Hesiod’s Theogony (7th century BCE). In the first generation of gods, after abstract Chaos, it is Gaia (Earth) who emerges and alone produces Ouranos (Sky), Mountains, and Sea. She is a primeval mother figure, “ever-sure foundation”, suggesting the Greeks of Hesiod’s time preserved an older idea of Earth Mother creatrix. Interestingly, Hesiod later describes a past paradisal age (Golden Age) perhaps ruled by the Titaness Rhea or where women and men lived harmoniously under Cronos – not an overt matriarchy, but contrast it with Hesiod’s Iron Age where he disparages women (in the Pandora myth). Greek myth also has the Amazonomachy – stories of ancient battles with Amazon queens – which could encode memories of societies “ruled by women” on the fringes of the Greek world (perhaps inspired by real steppe cultures). While Greek literature is largely patriarchal, these snippets point to an awareness that the first ordering of the cosmos was maternal. Gaia’s sovereignty was later supplanted by her husband-son Ouranos, then by Zeus’s patriarchy, mirroring a shift from matrifocal to patrifocal religion (Burkert 1985). The violent overthrow of mother figures (Gaia and later Rhea) by male gods in Greek myth is notably parallel to Near Eastern myths (Tiamat by Marduk). They may echo a broad Indo-European cultural memory of supplanting earlier goddess-centric cosmologies.
4. Indígenas australianos – El tiempo en que las mujeres poseían lo sagrado (tradición murinbata)
Muchos mitos aborígenes australianos explican cómo los hombres obtuvieron la autoridad ritual al arrebatársela a las mujeres. Un relato llamativo del pueblo Murinbata del norte de Australia habla de Mutjinga, una anciana hechicera que una vez controló el mundo espiritual y mantenía a los hombres en condición de subordinados:
| Murinbata (transcribed) | English Translation (oral tradition) |
|---|---|
| (Original Murinbata language text of Mutjinga story is rarely recorded; it is preserved through oral narration.) | “In the Dreamtime, in the land of the Murinbata, lived an old woman named Mutjinga, a woman of power… Mutjinga could speak with the spirits. Because she had this power, she could do many things which the men could not… The men feared Mutjinga’s power and did not go near her… She would send spirits to frighten away game or to attack people at night. And Mutjinga found no satisfaction in food, for she craved the flesh of men!” (Murinbata story, recorded mid-20th c. by W. Stanner) |
Source: Murinbata Dreaming story of Mutjinga, as summarized by anthropologist William Stanner (1940s) and the Remedial Herstory Project. In this myth, Mutjinga is eventually outwitted and killed by a man, who then takes over her role as keeper of the sacred, communicating with spirits in her stead. The story is an explicit “switch narrative”: it recalls a time when a woman held the spiritual supremacy – controlling life, death, and rebirth (she is the caretaker of souls between incarnations) – and how men later seized that role. Aboriginal Australian cultures are replete with such accounts. For example, in some Arnhem Land myths, women were the first to have the sacred bullroarer (a ritual instrument) and the knowledge of initiation rituals, but men stole them, relegating women to a subordinate ritual status (Berndt 1950). These stories do not necessarily reflect a historical matriarchy, but they encode a worldview that acknowledges women’s original sacral power. They may serve as charter myths for why men now hold the sacred objects: “because we took them from women.” Implicit is the idea that women’s power was primary and had to be appropriated by men to establish the current order. This is remarkably consonant with the hypothesis that earlier human groups might have been more egalitarian or matrifocal, with spiritual leadership often in the hands of elder women (as Mutjinga was). The fear and demonization of Mutjinga (she becomes a man-eater) might symbolize male anxiety about female power when untamed by patriarchal structures.
Estos cuatro ejemplos –de la antigua Sumeria, India, Grecia y pueblos indígenas australianos– destacan un patrón global: las narrativas mitológicas sitúan con frecuencia a seres femeninos en el génesis de la creación y la cultura. La Tabla 2 (más abajo) destila motivos comunes hallados en estos y otros mitos de primacía femenina, y señala su presencia en distintas regiones culturales. La recurrencia de tales motivos en sociedades no conectadas sugiere que las memorias sociales tempranas humanas o las imaginaciones arquetípicas a menudo concibieron a la “mujer-como-primera” – primera creadora, primera líder, primera chamana. Esto es exactamente lo que cabría esperar si un matriarcado primordial, o al menos una fase matrifocal extendida, formó parte de la prehistoria humana.
Comparación de motivos: mitos de dominio femenino y creación#
Para visualizar mejor el patrón transcultural, la Tabla 2 compara motivos míticos relacionados con el matriarcado primordial en varias tradiciones:
Tabla 2. Motivos comunes de mitos centrados en lo femenino y su presencia en tradiciones culturales
| Motif | Ancient Near East (Mesopotamia) | South Asia (Hindu/Vedic) | East Asia (China) | Europe (Greco-Roman) | Indigenous (Various) |
|---|---|---|---|---|---|
| Primordial Mother Creator – A female deity creates the world or gods alone. | ✔️ Nammu (sea mother begets gods) ✔️ Tiamat (mother of all, in older stratum) | ✔️ Aditi (Rigveda: mother of gods) ✔️ Devi/Śakti (universe as her body) | ✔️ Nüwa (molds humans from clay, repairs sky)1 | ✔️ Gaia (births Sky, Mountains, Sea) 🔶 Night (Orphic: female Night hatches cosmic egg) | ✔️ Spider Grandmother (Hopi creates humans) ✔️ Izanami (Japan, co-creates islands) ✔️ Earth-Mother (Lakota, etc.) |
| Female as First Shaman / Holder of Sacred – Women originally had the religious or magical power, later taken by men. | 🔶 Inanna (Sumerian goddess, descends to Underworld seeking knowledge) (priestesses historically important) | ✔️ Sarasvati/Vāc (Vedic goddess of speech inspires seers) 🔶 apsaras (female nature spirits of wisdom) | ✔️ Xi Wangmu (ancient Queen Mother of West, Taoist immortal) (early shamans often female) | 🔶 Sibyls (prophetesses in Greek/Roman legend) ✔️ Circe/Medea (powerful sorceresses) | ✔️ Mutjinga (Murinbata, woman held spirit liaison) ✔️ Women’s Star Myth (Tiwi, women had ceremonies first) |
| Matriarchal Golden Age – An early age when women (or a goddess) ruled society or the cosmos, ended by a change. | ✔️ Kishar in Babylonian myth (paired with Anshar, but sometimes primacy) (Tiamat’s rule before Marduk) | ✔️ Prithvi era in some Puranas (Earth goddess age) (and myth of matriarchal kingdom in Mahabharata – Kingdom of Women) | 🔶 Nuwa’s era (no separation of sexes until marriage later) (myth of “Woman Kingdom” in Journey to West reflects idea) | ✔️ Golden Age (Hesiod: ruled by Cronos & perhaps Rhea – no toil, no inequality) ✔️ Amazons (mythical female-ruled societies on edge of world) | ✔️ “Women’s Country” myths (e.g. Iroquois tale of sky woman leading) ✔️ Juchi (Bribri of Costa Rica: goddess ruled before god) |
| Replacement by Patriarchy – A story of transfer of power from female to male, often violently or through trickery. | ✔️ Tiamat vs Marduk (mother goddess killed by storm god, new order) ✔️ Ereshkigal (Underworld queen subdued by Nergal in later myth) | ✔️ Brahmānaspati steals Soma (Vedic myth interpreted as patriarchy taking ritual power) ✔️ Durga vs. demons (females only invoked when males fail, then power returned) | ✔️ Fu Xi marries/succeeds Nuwa (in later legends, her brother-consort takes lead) | ✔️ Zeus vs. Gaia’s offspring (Titans) ✔️ Pandora (first woman blamed for ending Golden Age of men) | ✔️ Mutjinga killed by man ✔️ Yhi (Aus Aboriginal sun-female) gives way to Baiame (sky-father) (Kamilaroi) |
Table 2 – Comparative motifs of primordial matriarchy in world mythology. A check (✔️) indicates the motif is explicitly present in the cultural corpus; a diamond (🔶) indicates a weaker or symbolic presence. These motifs show a broad distribution of ideas that early on, female figures held creative and spiritual primacy, and that later traditions often record a handover of power to male figures. Such recurrent storytelling patterns strengthen the case that the concept of a primeval female-led age is a common theme in the human imagination, perhaps reflecting real shifts in social structure or at least a psychological recognition of women’s life-giving powers.
Síntesis de la evidencia mítica#
El registro mitológico, visto a través de un lente comparativo, proporciona un rico tapiz que respalda la hipótesis de un matriarcado primordial o, como mínimo, un profundo respeto por el poder creativo femenino en las sociedades tempranas. Vemos que desde los mitos escritos más antiguos (sumerios y babilónicos) hasta las tradiciones orales registradas en tiempos modernos (aborígenes australianos, nativos americanos), se repite una narrativa: al principio, la Mujer era central. Ya sea como la Tierra personificada, la Gran Madre que da a luz a los dioses, o la primera chamana que controla la vida y la muerte, lo femenino se representa como originador.
De manera crucial, muchos de estos mitos también describen una transición – a menudo una pérdida de la primacía femenina. Las historias de la derrota de Tiamat, de los hijos de Gea derrocando su voluntad, de la muerte de Mutjinga o de la derrota final de las reinas amazonas a manos de héroes masculinos, apuntan todas a una memoria colectiva de cambio: un tiempo “antes”, cuando el poder femenino no era cuestionado, y un tiempo “después”, cuando prevaleció un nuevo orden dominado por varones. El antropólogo Chris Knight (1991) sugirió que tales mitos codifican transformaciones sociales reales en el pasado remoto, quizá cuando los humanos pasaron de bandas cazadoras-recolectoras igualitarias (donde las labores de recolección y reproducción de las mujeres eran tan valoradas como la caza de los hombres) a sociedades agrícolas o pastoriles más estratificadas y dominadas por varones. Aunque las interpretaciones varían, la omnipresencia del mito de una prehistoria matriarcal es en sí misma digna de nota. Incluso si alguien argumentara que es solo un “mito” o fantasía (Eller 2000), queda la pregunta: ¿por qué tantas culturas imaginaron o recordaron que las mujeres alguna vez tuvieron un estatus superior? La respuesta más simple puede ser que en la vida social humana temprana –particularmente durante la evolución de la cultura simbólica– las mujeres efectivamente desempeñaron papeles protagónicos, que generaciones posteriores codificaron en forma narrativa.
En conclusión de esta sección, la mitología ofrece una corroboración simbólica de lo que las figurillas de Venus sugerían de manera concreta. Los artefactos nos mostraron la veneración de la Mujer en el arte de la Edad de Hielo; los mitos nos hablan de la supremacía de la Mujer en el pasado mítico. Uno opera en el lenguaje de la imagen, el otro en el lenguaje del relato, pero ambos convergen en la noción de que las mujeres fueron las protagonistas iniciales de la historia humana – creadoras, líderes, poseedoras de un conocimiento profundo.
Antes de continuar, es importante reconocer que el mito de una prehistoria matriarcal ha sido polémico en la erudición moderna. Algunas personas lo han abrazado por razones ideológicas, mientras que otras lo han descartado como un “pasado inventado” (Eller 2000) utilizado para inspirar movimientos contemporáneos. No estamos afirmando una utopía ingenua en la que “todos los humanos adoraban a una Gran Diosa y vivían en paz”. Seguramente, la vida en el Paleolítico Superior tuvo su cuota de desafíos y complejidades. Sin embargo, los hilos consistentes en datos dispares –las figurillas y los mitos– dan a la hipótesis un fundamento serio. Para fortalecer aún más nuestro caso con ciencia empírica, nos volvemos ahora a la genética y la paleoantropología. Si las mujeres estuvieron realmente al timón de los avances cognitivos y culturales tempranos, ¿veríamos evidencia de ello en nuestros genomas? De manera intrigante, sí: en la propia trama de nuestro ADN de esa era, hay señales que sugieren un papel decisivo del sexo y el género en la configuración de los cerebros sociales humanos modernos.
Evidencia genética: barridos selectivos en el cromosoma X y evolución cognitiva liderada por mujeres#
Hace unos 50 000 años –justo cuando Homo sapiens se expandía fuera de África y proliferaban artefactos culturales como el arte figurativo, las herramientas complejas y los adornos personales– algo curioso estaba ocurriendo a nivel genómico. Análisis de genética de poblaciones han revelado que varias regiones del cromosoma X muestran signos de intensa selección positiva que datan aproximadamente de 50–40 ka (Skov et al. 2023). El cromosoma X, por supuesto, tiene un patrón de herencia único (las mujeres tienen dos X, los hombres uno), lo que hace que la dinámica de selección en el X sea distinta de la de los autosomas. Los “barridos selectivos” descubiertos en el X se encuentran entre los más fuertes conocidos en la evolución humana, rivalizando o superando el caso clásico de la persistencia de la lactasa en un autosoma. ¿Cuáles fueron estos cambios adaptativos ligados al X, y podrían relacionarse con rasgos sociales o cognitivos bajo influencia femenina? Examinemos algunos ejemplos clave:
TENM1 (Teneurin-1): Una de las regiones con barrido selectivo más pronunciado se centra en el gen TENM1 en Xq, que muestra un haplotipo largo a alta frecuencia fuera de África. Se estima que la edad de este barrido es de ~50 ka, anterior o coincidente con la migración Fuera de África (Skov et al. 2023). TENM1 codifica una proteína grande involucrada en la formación de circuitos neuronales (especialmente en las vías olfativas y regiones límbicas del cerebro). De manera fascinante, mutaciones raras en TENM1 causan anosmia congénita (pérdida del olfato) en humanos, lo que sugiere que los cambios en este gen podrían afectar la agudeza sensorial o el cableado cerebral. ¿Por qué este gen pudo haber sido tan fuertemente favorecido entonces? Una hipótesis es que una mejor comunicación social vía olor y feromonas fue beneficiosa – quizá ayudando al reconocimiento de parientes, la selección de pareja o la cohesión grupal en sociedades más grandes. Otra idea es que los cambios en TENM1 influyeron en el desarrollo cerebral de manera más amplia (como ocurre con muchos genes del neurodesarrollo). Si las mujeres desempeñaban un papel dominante en la estructuración social, se puede imaginar que variantes de TENM1 que ayudaran a un mejor reconocimiento de parientes o de estados emocionales (tal vez a través del olfato o de señales sutiles) conferirían ventajas en comunidades donde el vínculo empático era primordial. Es especulativo, pero revelador que el principal barrido selectivo en nuestro genoma esté relacionado con el desarrollo neural. Insinúa que la selección natural estaba afinando nuestros cerebros a medida que emergía la conducta moderna.
PCDH11X (Protocadherina-11X) y PCDH11Y: De manera única en humanos, una duplicación génica hace 6 millones de años (justo en la separación entre homininos y chimpancés) creó un par de genes: PCDH11X en el X y PCDH11Y en el Y. Estos genes codifican proteínas de adhesión celular expresadas en el cerebro, y una investigación intrigante de Crow y colegas las ha vinculado con la asimetría cerebral y la capacidad de lenguaje (Crow 2002; Williams et al. 2006). A lo largo de la evolución de los homininos, PCDH11X/Y acumularon cambios bajo evolución acelerada – notablemente, PCDH11Y (la copia en Y) ganó 16 diferencias de aminoácidos, mientras que PCDH11X tuvo 5 cambios, en relación con otros primates. Esto sugiere selección positiva, posiblemente relacionada con el desarrollo de funciones cerebrales específicas de humanos como la lateralización hemisférica (un prerrequisito para el lenguaje). De forma notable, se ha planteado la hipótesis de que tener una contraparte Y no idéntica podría conducir a diferencias sexuales en el cableado cerebral – por ejemplo, si el gen Y se expresa en ciertos tipos de neuronas en varones y el gen X en mujeres, su divergencia podría producir diferencias cognitivas/conductuales sutiles. ¿Qué tiene esto que ver con una evolución de la conciencia liderada por mujeres? Consideremos que en las mujeres, que tienen dos X, PCDH11X se expresa de manera bialélica en ciertas regiones cerebrales (escapa a la inactivación del X). Los varones, sin embargo, expresan tanto PCDH11X (de su único X) como PCDH11Y. Si PCDH11Y ha divergido funcionalmente (quizá siendo menos eficiente), entonces las mujeres podrían en realidad recibir una dosis doble de una protocadherina más optimizada, contribuyendo a patrones de conectividad que favorezcan, por ejemplo, la comunicación verbal o la cognición social. Algunos estudios de hecho encuentran que los cerebros femeninos exhiben un procesamiento del lenguaje más simétrico y se recuperan mejor de lesiones lateralizadas (McGlone 1980). Resulta tentador especular que, a medida que el lenguaje evolucionaba, las hembras homininas – con dos copias del gen PCDH11 en evolución – pudieron haber tenido una ventaja en coordinación lingüística/social, quizá impulsando la selección sobre estos genes. La elección femenina también podría haber desempeñado un papel: si el protolenguaje y la empatía hacían a los varones más atractivos o más exitosos como padres, las mujeres podrían haber preferido aparearse con tales varones, acelerando la propagación de los alelos relevantes. El resultado final es que nuestra especie fijó estos cambios en las protocadherinas y, de manera interesante, PCDH11Y muestra señales de selección positiva en humanos, lo que sugiere que la copia en Y no estaba simplemente decayendo, sino posiblemente adquiriendo alguna nueva función específica masculina. Una teoría (Crow 2013) plantea que este par de genes podría subyacer al origen de la dicotomía entre estilos cognitivos analíticos (más asociados a varones) y holísticos (asociados a mujeres) – esencialmente vinculando la diferencia genética con una evolución generizada de la mente.
NLGN4X (Neuroliguina-4): Este gen en Xq codifica una molécula de adhesión sináptica crítica para la formación y el mantenimiento de sinapsis, especialmente en circuitos involucrados en la interacción social. Las mutaciones en NLGN4X (y su parálogo NLGN3 en X) son causas conocidas de trastorno del espectro autista y discapacidad intelectual en niños varones (Jamain et al. 2003). Los humanos también tienen un NLGN4Y en el Y, que es 97% idéntico en secuencia proteica, pero de manera intrigante, NLGN4Y tiene una ligera diferencia estructural que lo hace funcionalmente menos efectivo – se transporta pobremente a las sinapsis. En esencia, los varones dependen casi por completo de NLGN4X para una función sináptica social normal, dado que NLGN4Y no cumple adecuadamente su función. Esto podría explicar por qué las mutaciones de pérdida de función en NLGN4X causan autismo en varones (que no tienen respaldo), mientras que las mujeres, con dos X, suelen ser solo portadoras y menos afectadas (el mosaico por inactivación del X a menudo preserva algo de función). Desde una perspectiva evolutiva, esto es significativo: cualquier cambio beneficioso en NLGN4X que mejorara la cognición social beneficiaría inmediatamente a los varones (y por tanto podría propagarse rápidamente vía ventaja masculina), mientras que las mutaciones deletéreas serían depuradas (porque se manifiestan en varones). Este es un ejemplo de la “hipótesis del X desprotegido” y del principio general de evolución más rápida del X. Los investigadores han observado que numerosos genes ligados al X muestran evidencia de selección positiva en humanos, muchos relacionados con la función cerebral (Dorus et al. 2004). El momento de estos cambios a menudo se sitúa en el Pleistoceno tardío. Si las mujeres estaban seleccionando compañeros empáticos y cooperativos (el “padre sensible” o el “compañero que puede comunicarse y leer emociones”), aquellos varones con ligeros ajustes en genes del X como NLGN4X podrían haber tenido ventajas reproductivas. Con el tiempo, esto podría conducir a una rápida evolución de una teoría de la mente mejorada – la capacidad de intuir los pensamientos y sentimientos de otros – un sello distintivo de la inteligencia social humana. De manera notable, las habilidades de teoría de la mente son observables para la selección: una madre y un infante, o una pareja, que puedan entenderse profundamente tendrían mejores resultados que quienes no pueden. Es razonable pensar que la selección liderada por mujeres (tanto selección sexual como parental) favorecería alelos que mejoran el vínculo social y la comunicación.
De hecho, los genetistas se han preguntado por qué el cromosoma X parece portar una proporción desmesurada de genes involucrados en discapacidades cognitivas y trastornos sociales (Lupski 2019). Una hipótesis medio en broma es la “teoría EMX” (X masculino extremo), que es un contrapunto a la teoría del “cerebro masculino extremo” de Baron-Cohen sobre el autismo – sugiere que los varones son más variables en rasgos cognitivos en parte debido a las contribuciones del cromosoma X (ya que el segundo X de las mujeres amortigua los efectos). Nuestro escenario añade un giro de tiempo profundo: quizá durante una fase crítica de la evolución humana hubo una especie de “carrera armamentista cognitiva impulsada por el X” en la que las mujeres, a través de sus roles biológicos y sus elecciones de pareja, dirigían la evolución de los rasgos cognitivos. Las mujeres podrían haber contribuido más al cuidado de infantes de gran cerebro (seleccionando así empatía y paciencia), y también podrían haber elegido compañeros que fueran mejores colaboradores (seleccionando la comunicación emocional). Esto se alinea con la “hipótesis de la abuela” en antropología: las mujeres posmenopáusicas (abuelas) mejoran la supervivencia del grupo cuidando a los nietos y compartiendo conocimiento. Si el rol de las abuelas fue crucial alrededor de 50 ka, la selección favorecería la longevidad y rasgos cerebrales en mujeres que posibilitaran tal crianza cooperativa (Hawkes 2004). De hecho, genes como PCDH11X y otros podrían haber sido seleccionados en mujeres por la longevidad de la función cognitiva y la sagacidad social, lo que indirectamente beneficia a todo el grupo.
Es importante señalar que los barridos selectivos en el X ~50 ka también coinciden con un patrón genético de reducción de la mezcla con neandertales en el X en no africanos. Skov et al. (2023) sostienen que estos barridos “arrastraron” a fijación regiones ligadas del X, eliminando en el proceso variantes derivadas de neandertales (que están casi ausentes en el X). Esto es fascinante porque sugiere que la adaptación que ocurrió fue exclusiva de Homo sapiens y quizá incompatible con humanos arcaicos. Una especulación es que podría involucrar impulso meiótico o factores de fertilidad específicos por sexo (ya que las proporciones de sexos distorsionadas o la infertilidad híbrida a menudo involucran genes del X). Sin embargo, dada la anotación funcional de muchos genes bajo barrido (neuronal, cognitiva), otra posibilidad es que estos barridos reflejen una divergencia cognitiva: humanos modernos desarrollando una cognición social superior que incluso los neandertales no tenían (por lo que el ADN neandertal en esos loci fue deletéreo y depurado). Si es así, cabe preguntarse si la ventaja residía particularmente en las redes sociales y la comunicación femeninas, algo observado etnográficamente en muchas sociedades (por ejemplo, la crianza cooperativa entre mujeres es un fuerte factor de cohesión). ¿Podría ser que las mujeres de Homo sapiens alcanzaran un nivel de complejidad social – comunicación simbólica mediante el lenguaje, redes de parentesco más amplias, conocimiento ritual – que distinguió a nuestra línea? Si es así, la genética está literalmente inscrita en el X.
Implicaciones de la selección ligada al X para un matriarcado primordial#
La evidencia genética que hemos revisado sugiere un escenario en el que la evolución de la inteligencia social humana moderna estuvo íntimamente ligada a factores impulsados por mujeres. Un matriarcado inicial o una estructura social centrada en las mujeres es un contexto plausible: si las mujeres eran las principales organizadoras de la vida social (por ejemplo, si la descendencia era matrilineal y las abuelas/madres tenían roles de autoridad en los campamentos), entonces la selección favorecería fuertemente alelos que mejoraran las habilidades importantes para esos roles. Estas probablemente incluían el lenguaje (para enseñar, coordinar familias multigeneracionales), la inteligencia emocional (para amamantar infantes y mediar relaciones adultas) y la memoria (para gestionar complejas redes de parentesco y conocimiento de recursos). Vemos indicios de esto en cómo se manifiestan ciertos trastornos ligados al X: por ejemplo, mutaciones en MECP2 en el X causan el síndrome de Rett, un trastorno del desarrollo severo que afecta principalmente a niñas (cuando una copia funcional no es suficiente) y está ligado al desarrollo sináptico – de manera interesante, MECP2 es importante para la maduración cerebral y podría también haber experimentado selección positiva en humanos (Shuldiner et al. 2013). PCDH19 en el X causa una forma de epilepsia que curiosamente afecta solo a mujeres heterocigotas (debido a la expresión mosaico) – un ejemplo donde tener dos X crea un fenotipo femenino único. Se podría especular que la existencia de tales patrones de expresión femeninos únicos (un cerebro mosaico de dos poblaciones celulares) podría incluso haber dado alguna ventaja – quizá un cerebro mosaico por X podría ser más resiliente o cognitivamente flexible, aunque con riesgo de trastornos únicos si el mosaicismo se desregula (como en la epilepsia por PCDH19, donde poblaciones neuronales mezcladas causan inestabilidad de red en mujeres pero no en varones transmisores). Esto recuerda que la biología de las mujeres (XX) no es solo una copia doble; es un tapiz mosaico a nivel celular, que podría contribuir a la diversidad cognitiva (Davis et al. 2015). La selección sobre genes del X podría reflejar así el ajuste fino de este sistema operativo cerebral de “dos genomas” que solo las mujeres tienen plenamente.
Desde una perspectiva de matriarcado, si las mujeres colectivamente tenían mayor inteligencia social y formaban coaliciones, podrían haber influido en el flujo génico de la población – esencialmente convirtiéndose en las seleccionadoras de rasgos. Incluso se ha planteado la hipótesis de que la elección femenina fue crítica en la autodomesticación humana: elegir varones menos agresivos y más cooperativos (contener los impulsos impulsados por la testosterona). A lo largo de generaciones, eso podría feminizar en cierto grado el comportamiento de la población masculina y conducir a los rostros gráciles y amistosos que vemos en cráneos del Paleolítico superior en comparación con homininos anteriores (Cieri et al. 2014). Algo de evidencia para esto es la reducción del dimorfismo sexual en humanos en relación con ancestros anteriores y nuestra alta inversión parental por parte de los varones – algo más probable si las mujeres tenían poder en la elección de pareja (Lovejoy 1981).
Para resumir la evidencia genética: aproximadamente en el mismo momento en que nuestra especie experimentaba un “Gran Salto Adelante” en cultura (40–50 ka), nuestros genomas registran un barrido de cambios en el cromosoma X relacionados con la función cerebral y la interacción social. La interpretación más simple es que se estaba seleccionando una cognición social mejorada. Nuestra tesis añade que probablemente fue una selección mediada por mujeres – a través de sus roles biológicos y patrones de apareamiento – la que impulsó estos cambios. Así, los datos genéticos son consistentes con un modelo en el que las mujeres fueron instrumentales en impulsar la evolución de la conciencia humana moderna. En un sentido literal, madres y abuelas seleccionando descendencia empática y compañeros cooperativos podrían haber esculpido la arquitectura neural que nos hizo capaces de arte, mito y sociedad compleja.
Habiendo reunido evidencia de artefactos, mitos y genes, ahora damos un paso atrás y consideramos qué significa todo esto. ¿Existió realmente un matriarcado primordial y, de ser así, cuál fue su naturaleza y destino? En la sección final, integramos los hallazgos y exploramos cómo una edad inicial centrada en las mujeres pudo haber transitado – quizá de forma violenta o gradual – hacia los sistemas patriarcales que se convirtieron en la norma en la historia registrada. También reflexionaremos sobre cómo este pasado profundo podría seguir resonando en nuestras psiques y estructuras sociales actuales.
Discusión: Reconstruyendo el matriarcado primordial y su legado#
La convergencia de indicadores arqueológicos, mitológicos y genéticos construye un caso convincente de que las mujeres ocuparon una posición central – quizá dominante – en el desarrollo temprano de la cultura simbólica humana y la vida social. ¿Cómo podría haber sido en la práctica este matriarcado primordial y por qué cedió ante las jerarquías dominadas por varones que vemos en la mayoría de las sociedades históricas registradas?
Características de un matriarcado primordial#
Es crucial aclarar que por “matriarcado” no queremos decir necesariamente una imagen especular del patriarcado (con mujeres como gobernantes tiránicas y hombres oprimidos). Los antropólogos suelen preferir términos como “matrifocal” o “matrilineal” para describir sociedades donde las mujeres (especialmente las madres) son los pivotes sociales sin implicar un gobierno formal femenino. La evidencia sugiere un escenario de este tipo para los grupos del Paleolítico superior:
Parentesco y residencia matrilineales: Las primeras bandas humanas pudieron haber trazado la descendencia a través de la madre y vivido en patrones de residencia uxorilocales (centrados en la madre). Algunos modelos paleoantropológicos (por ejemplo, Knight, Power & Watts 1995) proponen que coaliciones femeninas organizaron la crianza colectiva de los hijos e incluso la fertilidad sincrónica (teorías de “huelga sexual”) para fomentar el aprovisionamiento masculino. De ser cierto, la solidaridad femenina podría haberlas mantenido como una fuerza cohesionada que dirigía la toma de decisiones del grupo.
Poder económico y ritual femenino: En contextos de cazadores-recolectores, la recolección por parte de las mujeres a menudo aporta una fracción estable y sustancial de la nutrición. Las mujeres también suelen poseer un conocimiento ecológico clave (plantas, estaciones). En una banda matrifocal del Pleistoceno, las mujeres mayores bien podrían haber sido las guardianas del conocimiento (pensemos en el papel de las abuelas en la transmisión de habilidades de supervivencia). La asociación de las figurillas de Venus con hogares y espacios cotidianos sugiere que cualquiera que fuera su uso ritual, estaba integrado con la vida diaria – probablemente gestionado por mujeres como parte del hogar y el fuego. Los rituales en torno a la fertilidad, el nacimiento, la pubertad – dominios inherentemente femeninos – podrían haber sido el germen de la práctica religiosa. El papel de las mujeres como dadoras de vida y sanadoras (usando hierbas, partería, etc.) naturalmente las posiciona como las primeras chamanas o sacerdotisas. Es revelador que en muchas sociedades posteriores las parteras, herbolarias y oráculos fueran mujeres, aunque a menudo perseguidas bajo el patriarcado (por ejemplo, las “brujas”). En un matriarcado primordial, estos roles serían honrados, no temidos.
Cohesión social y resolución de conflictos: Los estudios de primates muestran que las coaliciones femeninas (como en los bonobos) pueden gestionar eficazmente la agresión masculina y mantener la paz del grupo mediante conductas eróticas y afiliativas (Parish 1996). Resulta sugerente imaginar a las primeras mujeres humanas haciendo algo análogo – usando su pericia social para tejer lazos grupales y atemperar el conflicto masculino. Mitos como la Lisístrata griega (aunque una sátira) evocan un arquetipo de mujeres que se unen para forzar la cooperación de los hombres. Bajo un matriarcado, las alianzas entre familias podrían haberse forjado mediante mujeres que intercambiaban objetos rituales o compartían la crianza, creando una red de confianza más amplia (quizá reflejada en la similitud extendida de la iconografía de Venus – un símbolo cultural compartido entre tribus).
Ausencia de guerra organizada: Aunque es difícil generalizar, el Paleolítico superior deja escasa evidencia directa de guerra (las fortificaciones y fosas comunes con heridas por proyectiles aparecen más en el Neolítico). Algunos estudiosos plantean que los primeros grupos humanos eran relativamente igualitarios y solo esporádicamente violentos (Kelly 2000). Una estructura matriarcal podría correlacionarse con un menor énfasis en la guerra territorial, enfocándose en cambio en la alianza y el intercambio (por ejemplo, intercambio de conchas, pigmentos, parejas). De hecho, el registro arqueológico de esa época muestra extensas redes de comercio (conchas mediterráneas en el interior de Europa, obsidiana transportada cientos de kilómetros). Podría ser que las conexiones intergrupales de las mujeres (a través de matrimonios exogámicos o reuniones rituales) facilitaran estos intercambios pacíficos. Incluso el acto de contar historias – probablemente realizado alrededor de fogatas con aportes de ambos sexos – pudo haber sido una herramienta en la que las mujeres destacaban para disipar tensiones e inculcar identidad grupal.
Transición al patriarcado – ¿Qué salió mal (o cambió)?#
Si existió una edad dorada matrifocal, ¿por qué terminó? La evidencia combinada de mito y arqueología indica un cambio gradual, probablemente del Mesolítico al Neolítico, donde estructuras centradas en varones se impusieron. Se pueden proponer varios factores:
Violencia coalicional masculina y caza de gran fauna: En el Paleolítico superior tardío (después de ~20 ka) vemos intensificación de la caza de gran fauna en algunas áreas y posiblemente más residencia patrilocal a medida que los grupos defendían territorios de caza. La cooperación masculina en la guerra o en grandes cacerías podría haber elevado el estatus de líderes guerreros y disminuido la influencia de las mujeres. Los mitos de las amazonas podrían ser un eco cultural de choques reales – quizá a medida que clanes pastoralistas dominados por varones se expandían, subyugaron comunidades recolectoras más matrilineales, consagrando la conquista en la leyenda (“el héroe Hércules derrota a la reina amazona”). Marija Gimbutas argumentó célebremente que invasores indoeuropeos de la Edad del Bronce (patriarcales, belicosos) arrasaron culturas anteriores de “Vieja Europa” adoradoras de diosas. Este es un ejemplo tardío (~5–6 ka), pero el patrón podría tener análogos más tempranos.
Cambios en los sistemas de apareamiento: Un matriarcado podría correlacionarse con un emparejamiento relativamente igualitario o incluso una poliginia de elección femenina (la mujer elige e invita al compañero). A medida que las sociedades crecieron en complejidad, algunos hombres pudieron acumular riqueza o influencia (especialmente en contextos protoagrícolas sedentarios), sesgando el sistema de apareamiento hacia una poliginia patriarcal (hombres poderosos tomando múltiples esposas, controlando la sexualidad femenina). Esto despoja a las mujeres de su autonomía anterior. La historia bíblica de Eva (que algunas estudiosas feministas ven como propaganda contra tradiciones previas de diosas madre) hace explícitamente a la primera mujer subordinada y culpable, reflejando el ethos de una era plenamente patriarcal en el Cercano Oriente de la Edad del Bronce. De manera similar, el mito de Pandora en Hesíodo marca un giro misógino – la primera mujer como un “bello mal” enviado para castigar a los hombres (Hesíodo Trabajos y Días). Estas narrativas a menudo emergen precisamente cuando las sociedades históricas estaban codificando el patriarcado (primeros estados, leyes codificadas de autoridad masculina, etc.). Sugieren una necesidad de justificar el nuevo orden desacreditando el antiguo: Pandora/Eva arruinaron las cosas, así que ahora los hombres deben controlar a las mujeres. En realidad, se podría interpretar como “cuando los hombres tomaron el poder, retrataron a las mujeres como la fuente del desorden para validar su toma de control.”
Cambios ambientales y demográficos: El fin del Pleistoceno (después de 10 000 a. C.) trajo cambios climáticos masivos, extinciones de megafauna y, eventualmente, el surgimiento de la agricultura. El estrés ambiental puede alterar la estructura social. Si la mortalidad infantil aumentó o surgieron nuevas tareas económicas (arar, pastorear) que los hombres monopolizaron, el equilibrio de género podría cambiar. Por ejemplo, la agricultura a menudo llevó a que las mujeres asumieran más roles domésticos y los hombres se encargaran del trabajo pesado y la propiedad, reforzando el patriarcado (en contraste con un modelo recolector donde la recolección femenina era vital). El concepto de propiedad y herencia pudo haber sido el clavo en el ataúd de los sistemas matrilineales – cuando la riqueza (parcelas de tierra, rebaños) se volvió primordial, los sistemas de herencia patrilineal a menudo se impusieron para asegurar la certeza de paternidad de los herederos, controlando así la sexualidad y movilidad de las mujeres (encerrar a las mujeres “veladas”, “en casa”, vigiladas para asegurar la línea del padre – un patrón observado mundialmente en la transición a estados agrarios).
Así, para cuando aparece la escritura (c. 3000 a. C.), la mayoría de las sociedades documentadas desde Sumeria hasta Egipto y China son fuertemente patriarcales. Sin embargo, de manera intrigante, a menudo conservan vestigios de una reverencia femenina anterior: grandes diosas (Ishtar, Isis, Hera), mujeres en roles sacerdotales (templo de Vesta en Roma, oráculo de Delfos) y mitos de origen de reinas gobernantes o diosas creadoras (como discutimos). Incluso el miedo persistente a las mujeres poderosas – las cazas de brujas, la necesidad de religiones masculinas de demonizar a las diosas madre como “demonios” o “herejías” – delata un trasfondo de que esta era una parte reprimida de la memoria cultural humana. Cynthia Eller (2000) argumentó que el mito moderno de una prehistoria matriarcal pacífica probablemente es falso, pero nuestra investigación sugiere que quizá desechó al bebé con el agua del baño. Aunque las afirmaciones utópicas no están justificadas, los elementos de ese mito – arte y mitología centrados en lo femenino, relativa igualdad si no dominio de las mujeres, ausencia de guerra organizada – sí se alinean con la evidencia empírica de las sociedades de la Edad de Hielo.
Legado y reflexiones#
Si el matriarcado primordial existió, ¿importa hoy? Más allá de la curiosidad académica, desafía narrativas arraigadas sobre el género. Nos dice que el patriarcado no es un orden eterno y natural, sino un desarrollo histórico – y relativamente reciente. Durante decenas de milenios, los humanos pudieron haber vivido en bandas donde el liderazgo era compartido y donde la feminidad era sacralizada en lugar de subordinada. Los ecos de esa era persisten en nuestro inconsciente colectivo: el arquetipo de la Gran Madre descrito por Jung, el ideal de la Madre Tierra, el tropo recurrente en la ciencia ficción de sociedades avanzadas y pacíficas lideradas por mujeres (quizá inspirado por un anhelo profundo de equilibrio).
La lente evolutiva también ofrece esperanza: los mismos rasgos empáticos y comunicativos que fueron seleccionados (muy posiblemente bajo la influencia de las mujeres) son aquellos que pueden ayudarnos hoy a superar impulsos agresivos y divisivos. Es conmovedor que los genes que pudieron haber sido arrastrados a fijación hace 50 000 años en parte debido a las elecciones de las mujeres (TENM1, NLGN4X, etc.) sean precisamente los genes que, cuando se mutan, pueden causar autismo o desconexión social. En cierto sentido, el genio social de nuestra especie – la “teoría de la mente” que nos permite crear cultura – es un regalo de aquellas madres antiguas.
Por supuesto, la idea de un matriarcado primordial puede ser mal utilizada si no se maneja con cuidado. No se trata de culpar a un género o idealizar al otro, sino de entender el equilibrio. Es probable que las primeras comunidades humanas reconocieran que tanto las fuerzas masculinas como las femeninas eran vitales – nótese que las figurillas de Venus, aunque enfatizan la fertilidad, a menudo carecen de rostro o identidad, quizá indicando que eran símbolos de un concepto (fertilidad, supervivencia) más que de individuos. El arte no trataba de mujeres gobernando a hombres, sino de honrar el principio femenino que asegura la continuidad de la vida. En nuestro mundo moderno, sacudido por la violencia y la crisis ecológica (consecuencias que algunos vinculan a valores hipermasculinos tóxicos), la lección de nuestro pasado profundo podría ser recentrar esos principios femeninos – cooperación, cuidado, reverencia por la tierra – en nuestra cultura una vez más. Como dice el refrán, “lo que fue viejo es nuevo otra vez.”
Conclusion#
La evidencia reunida aquí no “prueba” un matriarcado primordial en el sentido de reinas en tronos emitiendo edictos. Más bien, revela que en el crisol de los orígenes humanos, las mujeres probablemente fueron las principales innovadoras y líderes en los ámbitos que verdaderamente nos hicieron humanos: el arte, la religión, el vínculo social y el cuidado de las nuevas generaciones. Los primeros escultores tallaron mujeres, los primeros narradores cantaron sobre diosas-madre, y la propia selección natural, actuando sobre el cerebro social, lleva la impronta de la influencia de las mujeres. La hipótesis del matriarcado primordial, antes relegada a la especulación marginal, merece una reconsideración seria a la luz de la evidencia interdisciplinaria. Nos invita a imaginar la sociedad humana temprana no como un patriarcado hobbesiano de fuerza bruta, sino como una red matriarcal más sutil, tejida por mujeres sabias que, al buscar comprender mejor y cuidar a los demás, oficiaron sin saberlo como parteras de la mente humana.
En la gran línea temporal de nuestra especie, el patriarcado es un experimento reciente —y posiblemente tambaleante— construido sobre el fundamento mucho más antiguo establecido por una era matrifocal. Si la conciencia evolucionó primero en la mente de una mujer (quizá mientras calmaba a un niño junto al fuego, o elaboraba una figura de la Madre Tierra a la que rendía culto), entonces la evolución generizada de la conciencia no es solo una frase llamativa, sino una descripción literal de nuestro ascenso. Despertamos a nosotros mismos a través de los ojos de las mujeres. Comprender esta verdad profunda puede transformar la manera en que vemos las relaciones de género hoy en día: no como una ley natural fija, sino como algo dinámico, con el potencial de un futuro más equilibrado que recuerde la asociación de nuestros inicios. Al reflexionar sobre el mito del Edén o de la Edad de Oro, quizá Eva no fue un pensamiento posterior nacido de la costilla de Adán, sino la primera en probar el fruto del conocimiento, y ya es hora de que celebremos y aprendamos de ese primer alumbramiento.
FAQ#
P 1. ¿La evidencia de las figuras de Venus prueba un gobierno literal dirigido por mujeres?
R. No. Los artefactos indican una reverencia simbólica por lo femenino, no necesariamente un dominio político; respaldan una fase matrifocal o de equilibrio de género, no una burocracia regida por reinas.
P 2. ¿Podrían surgir de manera independiente mitos similares de diosas?
R. Es posible, pero el paquete recurrente —Gran Madre creadora, posterior derrocamiento por dioses masculinos— a lo largo de continentes se interpreta de manera más parsimoniosa como una tradición profunda compartida o difusión.
P 3. ¿Qué nos dicen realmente los barridos selectivos ligados al cromosoma X?
R. Muestran una fuerte selección sobre genes del cerebro social alrededor de hace 50 mil años; al vincular esto con datos arqueológicos y míticos, se sugiere la existencia de presiones impulsadas por mujeres que favorecieron la empatía y la comunicación.
Fuentes#
Adovasio, J. M., Soffer, O., & Page, J. (2011). The Invisible Sex: Uncovering the True Roles of Women in Prehistory. Smithsonian Books. (Sostiene, a partir de evidencia arqueológica, que las mujeres fueron centrales para la vida paleolítica.)
Conard, N. J. (2009). “A female figurine from the basal Aurignacian of Hohle Fels Cave in southwestern Germany.” Nature 459: 248–252. DOI: 10.1038/nature07995 (Descubrimiento de la Venus de Hohle Fels, de 35–40 mil años, el arte figurativo más antiguo.)
Crow, T. (2002). “The Speciation of Modern Homo sapiens.” Proceedings of the British Academy 106: 55–94. (Propone la duplicación PCDH11X/Y vinculada a la asimetría cerebral y el lenguaje.)
Eller, C. (2000). The Myth of Matriarchal Prehistory: Why an Invented Past Won’t Give Women a Future. Beacon Press. (Análisis crítico que desacredita las afirmaciones de un matriarcado pacífico universal; aporta contexto a los debates modernos.)
Hesiod (c. 700 BCE). Theogony. (Trans. H.G. Evelyn-White, 1914). Harvard University Press. (Versos 116–122: Caos, luego Gea como madre Tierra).
Holloway, A. (2013). “The Venus Figurines of the European Paleolithic Era.” Ancient Origins (online). (Resumen accesible; señala que se han encontrado >200 figurillas.)
Jamain, S. et al. (2003). “Mutations of the X-linked genes encoding neuroligins NLGN3 and NLGN4 are associated with autism.” Nature Genetics 34(1): 27–29. DOI: 10.1038/ng1136. (Primera identificación de la mutación NLGN4X en autismo; destaca su importancia para la función social.)
Johnson, R. J., Lanaspa, M. A., & Fox, J. W. (2021). “Perspective: Upper Paleolithic Figurines Showing Women with Obesity may Represent Survival Symbols of Climatic Change.” Obesity 29(1): 143–146. DOI: 10.1002/oby.23034. (Analiza la distribución de los tamaños corporales de las figuras de Venus en relación con el clima de la Edad de Hielo; propone que simbolizaban grasa = supervivencia.)
Knight, C., Power, C., & Watts, I. (1995). “The Human Symbolic Revolution: A Darwinian Account.” Cambridge Archaeological Journal 5(1): 75–114. (Sugiere que estrategias coalicionales femeninas (p. ej., “huelgas de sexo” ritualizadas) desencadenaron la explosión simbólica.)
McDermott, L. (1996). “Self-Representation in Upper Paleolithic Female Figurines.” Current Anthropology 37(2): 227–275. DOI: 10.1086/204491. (Hipótesis de que las figuras de Venus eran autorretratos de mujeres desde una perspectiva en primera persona.)
Skov, L., Coll Macià, M., Lucotte, E. A., et al. (2023). “Extraordinary selection on the human X chromosome associated with archaic admixture.” Cell Genomics 3(3): 100274. DOI: 10.1016/j.xgen.2023.100274. (Encontró evidencia de ~14 barridos selectivos en el X hace ~45–55 mil años y pérdida de ascendencia neandertal en el X; implica una fuerte selección sobre alelos modernos ligados al X.)
Soffer, O., Adovasio, J. M., & Hyland, D. C. (2000). “The ‘Venus’ Figurines: Textiles, Basketry, Gender, and Status in the Upper Paleolithic.” Current Anthropology 41(4): 511–537. DOI: 10.1086/317381. (Interpreta las figurillas como portadoras de prendas tejidas; argumenta que las mujeres fueron inventoras de la tecnología de fibras, lo que refleja estatus.)
Sumerian Mythology – ETCSL & Kramer: Electronic Text Corpus of Sumerian Literature (ETCSL translation of “Enki and Ninmah”); Kramer, S. N. (1961). Sumerian Mythology. University of Pennsylvania Press. (Línea: “Nammu, mother who gave birth to heaven and earth.”)
Tantric Text (Shaktisangama Tantra): (quoted in Jgln, K. “How Goddess Worship was Suppressed…”, Medium, Mar 18, 2025). (El verso en sánscrito que alaba a la mujer como creadora del universo; una traducción al inglés de una escritura shakta.)
Stanner, W. E. H. (1934–1960 field notes, published in 1975). Australian Aboriginal Myths (various sources). (Historia de Mutjinga de los Murinbata, en la que una anciana poseía el poder espiritual).
Stone, M. (1976). When God Was a Woman. Dial Press. (Obra clásica que explora las culturas de diosas del antiguo Cercano Oriente y su supresión por el patriarcado.)
Cutler, Andrew. 2025. “Eve Theory of Consciousness v3.” Vectors of Mind (Substack). https://www.vectorsofmind.com/p/eve-theory-of-consciousness-v3
Williams, N. A., Close, J. P., Giouzeli, M., & Crow, T. J. (2006). “Accelerated evolution of Protocadherin11X/Y: a candidate gene-pair for brain lateralization and language.” American Journal of Medical Genetics Part B: Neuropsychiatric Genetics 141B(8): 623–632. DOI: 10.1002/ajmg.b.30368. (Examina las diferencias específicas humanas en PCDH11X e Y y su posible papel en especializaciones cognitivas).
White, R. (2006). “The Women of Brassempouy: A Century of Research and Interpretation.” Journal of Archaeological Method and Theory 13(4): 251–304. DOI: 10.1007/s10816-006-9023-z. (Estudio detallado sobre las figurillas gravetienses y críticas a interpretaciones previas; señala el contexto de su descubrimiento.)
In Chinese mythology, Nüwa 女娲 is credited with creating humanity from clay and later repairing the broken heavens with stones of five colors. While some versions pair her with a brother (Fuxi), many early accounts present her as the lone creatrix who saves the world. ↩︎