TL;DR

  • La civilización olmeca (c. 1200-400 a. e. c.) fue descubierta por primera vez en 1862 cuando José María Melgar encontró una cabeza colosal de piedra, teorizando inicialmente que representaba rasgos “etiópicos” y orígenes africanos. Para discusiones exhaustivas sobre las teorías de contacto africano con las Américas, incluyendo a los olmecas, véanse nuestros artículos sobre Contactos Precolombinos y Contacto Transoceánico Precolombino.
  • Arqueólogos de inicios del siglo XX como Marshall Saville y Matthew Stirling identificaron a los olmecas como una cultura distinta, y Alfonso Caso los proclamó “La Cultura Madre” de Mesoamérica en 1942.
  • Las teorías marginales han propuesto diversos orígenes externos, incluyendo africanos (Ivan Van Sertima), chinos (Gordon Ekholm) e incluso conexiones atlantes, pero carecen de apoyo arqueológico.
  • La evidencia moderna respalda abrumadoramente orígenes indígenas: los restos esqueléticos olmecas muestran características de nativos americanos, el análisis de ADN confirma ascendencia local y la cultura material muestra continuidad con tradiciones regionales anteriores.
  • La zona nuclear olmeca en el sur de Veracruz-Tabasco ofrecía condiciones ideales para la civilización: llanuras aluviales fértiles para la agricultura, abundantes recursos y depósitos locales de basalto y jade para el arte monumental.

Tradiciones indígenas y relatos coloniales tempranos#

Mucho antes de que la arqueología moderna identificara la civilización “olmeca”, los pueblos mesoamericanos tenían sus propias tradiciones sobre tiempos antiguos. Los aztecas (mexicas) más tarde controlaron partes de la costa del Golfo y la conocían como Olman – literalmente “La Tierra del Hule” – debido a sus árboles productores de látex. En el Códice Florentino del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún mencionó a un grupo llamado Olmeca (u Olmeca-Xicalanca) asociado con esa región.

Este término azteca olmecatl (“gente del hule”) no se refería a la antigua civilización que ahora llamamos olmeca, sino a habitantes y comerciantes posteriores de la costa del Golfo. Así, el nombre “olmeca” es un exónimo aplicado por los estudiosos modernos: el verdadero nombre de la cultura del periodo Formativo se ha perdido en la historia.

Ancestros míticos y pueblos antiguos#

Los mitos indígenas hablan de edades y pueblos anteriores, aunque no mencionan explícitamente a los “olmecas”. Los aztecas, por ejemplo, creían en épocas previas pobladas por gigantes (Quinametzin) y otros seres, atribuyendo enormes estructuras antiguas a estos ancestros míticos. Cuando los aztecas contemplaron ruinas como Teotihuacan, afirmaron que habían sido construidas por gigantes en una era pasada. Algunos escritores posteriores especularon que tales leyendas podrían recordar de manera tenue culturas reales “pre-aztecas”.

En el área maya, la epopeya quiché Popol Vuh describe múltiples creaciones de la humanidad (gentes de barro, de madera, etc.) antes de la era actual, insinuando nuevamente que los mayas reconocían una profunda antigüedad de la civilización (aunque sin nombrar culturas específicas). Si bien estos mitos no son evidencia directa de los olmecas, ilustran cómo los pueblos indígenas concebían a predecesores antiguos.

Los intentos modernos de vincular la historia oral mesoamericana con los olmecas han sido sugestivos más que definitivos. Por ejemplo, estudiosos de principios del siglo XX como el obispo Francisco Plancarte y Navarrete intentaron conectar el paraíso legendario Tamoanchan o al pueblo Olmeca-Xicalanca de la tradición con sitios arqueológicos reales. Tales correlaciones siguen siendo conjeturales.


Siglo XIX: primeros descubrimientos arqueológicos y especulación#

La conciencia europea de la civilización olmeca comenzó a mediados del siglo XIX. En 1862, un explorador mexicano, José María Melgar y Serrano, se topó con una cabeza colosal de piedra medio enterrada en una hacienda en Tres Zapotes (Veracruz). Publicó una descripción en 1869, maravillándose ante la cabeza esculpida de 3 metros y comentando sus rasgos “etiópicos”.

La primera teoría “africana”#

Melgar se impresionó por la nariz ancha y los labios gruesos del rostro y concluyó que representaba “a un negro”, llegando incluso a proponer que fue tallada por gentes de “la raza negra”. Esta es la primera teoría registrada sobre los orígenes de los olmecas: Melgar especuló que africanos debieron haber habitado México en la antigüedad. Su contemporáneo Manuel Orozco y Berra y el historiador posterior Alfredo Chavero coincidieron con esta interpretación, insertando de hecho la cabeza gigante de Melgar en la historia prehispánica como evidencia de personas negras en el México antiguo.

Esta temprana hipótesis de origen africano fue un producto de su tiempo (cuando las ideas difusionistas proliferaban) y anticipó posteriores afirmaciones afrocentristas. Aparte del informe de Melgar, el conocimiento decimonónico de la antigüedad mesoamericana era escaso. Las grandes ruinas mayas de Yucatán estaban siendo reveladas en este periodo, desplazando la atención más allá de los aztecas. Sin embargo, las tierras bajas de la costa del Golfo seguían siendo en gran medida desconocidas para los forasteros.

Especulación difusionista#

Algunos teóricos occidentales tempranos incorporaron las misteriosas reliquias “olmecas” en grandes narrativas difusionistas. Por ejemplo, Ignatius Donnelly, en Atlantis: The Antediluvian World (1882), especuló que una cultura madre antediluviana (Atlántida) había poblado el Viejo y el Nuevo Mundo; descubrimientos como grandes cabezas de piedra con rasgos aparentemente “africanos” fueron tomados como posible evidencia de influencia del Viejo Mundo en la América antigua.

A finales de 1800, se conocían algunos reportes dispersos de cabezas colosales y figurillas de piedra verde de Veracruz-Tabasco, pero los estudiosos aún no las habían identificado con una civilización distinta. Así, las ideas marginales prosperaron en un vacío de datos: las cabezas olmecas fueron atribuidas alternativamente a africanos, tribus perdidas de Israel o sobrevivientes atlantes en diversos escritos especulativos de la época (todos carentes de prueba).


Principios del siglo XX: definición de una “nueva” cultura antigua#

A inicios del siglo XX, surgieron más piezas del rompecabezas olmeca. Para la década de 1900, obras de arte olmecas adicionales – especialmente hachas (celtas) de jade pulido y figurillas con un estilo distintivo – llegaron a museos y colecciones privadas. Los estudiosos comenzaron a notar que estos artefactos, procedentes de la costa del Golfo, no encajaban con los estilos mayas o aztecas.

Reconocimiento académico#

Marshall H. Saville y Hermann Beyer estuvieron entre los primeros en estudiarlos sistemáticamente. En 1917, Saville publicó sobre un conjunto de hachas de jade talladas con extraños rostros “infantiles”, proponiendo que provenían de una cultura desconocida. Beyer, arqueólogo germano-mexicano, comparó objetos y en 1929 acuñó el término “olmeca” para este estilo artístico. Tomó prestada la palabra azteca Olmeca (“gente del hule”) ya que los artefactos se rastreaban a la costa del Golfo productora de hule. Esto marcó el primer uso académico de “olmeca” para designar una cultura antigua.

Al mismo tiempo, expediciones de campo comenzaron a internarse en las pantanosas tierras bajas del Golfo. La expedición de la Universidad de Tulane de 1925, dirigida por Frans Blom y Oliver La Farge, documentó sitios en Tabasco (publicando Tribes and Temples en 1926). Al revisar su trabajo, Beyer vinculó una pequeña figurilla de piedra verde que encontraron con una estatua de piedra masiva en la cima de un cerro en San Martín Pajapan (Veracruz), deduciendo correctamente un origen cultural compartido.

El papel de Miguel Covarrubias#

También fue influyente el artista mexicano Miguel Covarrubias, quien en las décadas de 1920 y 30 coleccionó y estudió con entusiasmo jades tallados y piezas de basalto de la costa del Golfo. Covarrubias reconoció la estética unificada – rostros felínicos, ojos “almendrados”, bocas hacia abajo – y defendió la importancia de estos artefactos en conferencias y exposiciones de arte. Para la década de 1930, entonces, los estudiosos habían identificado una cultura prehistórica coherente centrada en el sur de Veracruz/Tabasco, caracterizada por esculturas colosales de basalto y exquisitas obras en jade.

Lo que aún no sabían era su antigüedad: muchos asumían que era contemporánea o incluso posterior a la maya, ya que entonces se pensaba que los mayas eran la civilización más antigua del hemisferio.


Décadas de 1930–1940: revelaciones arqueológicas y el debate de la “Cultura Madre”#

Matthew Stirling, del Smithsonian Institution, con apoyo de National Geographic, dirigió una serie de excavaciones de 1938 a 1946 que realmente descubrieron la civilización olmeca. En sitios como Tres Zapotes, San Lorenzo y La Venta, los equipos de Stirling desenterraron arte y arquitectura monumentales en una escala nunca antes vista fuera del mundo maya.

Descubrimientos revolucionarios#

Documentaron múltiples cabezas colosales (de más de 10 toneladas cada una), grandes “altares” (bloques rectangulares a manera de tronos) y cerámicas sofisticadas. En 1939, en Tres Zapotes, Stirling encontró la Estela C, un monumento de piedra con una fecha de Cuenta Larga parcialmente erosionada. Su esposa, Marion Stirling, la descifró como 31 a. C. – con mucho, la fecha escrita más antigua conocida entonces en las Américas.

Si era correcta, esto significaba que la cultura de la costa del Golfo florecía en los siglos del Preclásico Tardío, mucho antes de los mayas clásicos. Esta afirmación provocó un intenso debate. El eminente mayista J. Eric S. Thompson fue escéptico y “argumentó con ferocidad ingeniosa” que la fecha estaba mal leída o usaba una era calendárica diferente. Thompson incluso sugirió que las esculturas olmecas podrían ser imitaciones posclásicas (después de 900 d. C.), reacio a admitir que una civilización más antigua pudiera rivalizar con los mayas.

La proclamación de la “Cultura Madre”#

Stirling, sin embargo, se mantuvo firme en la evidencia, al igual que arqueólogos mexicanos como Alfonso Caso. A medida que salían a la luz más cabezas colosales de La Venta y estelas intrincadamente talladas (claramente de estilo no maya), la antigüedad de esta cultura se volvió innegable. En 1942, la Sociedad Mexicana de Antropología convocó una célebre mesa redonda en Tuxtla Gutiérrez para discutir “el problema olmeca”.

Allí, Alfonso Caso y Miguel Covarrubias proclamaron formalmente a los olmecas como “La Cultura Madre” – la cultura madre de Mesoamérica. Caso argumentó que la civilización olmeca, con su temprano desarrollo (para el segundo milenio a. C.) y amplia influencia, fue la fuente de la que brotaron culturas posteriores como la maya, la zapoteca y la teotihuacana. Esta audaz afirmación situó a los olmecas no como una curiosidad provincial, sino como la cuna de la civilización del Nuevo Mundo.

Validación científica#

Críticamente, hacia finales de la década de 1940 y en los años 50, las nuevas técnicas de datación científica (especialmente el emergente método de radiocarbono) vindicaron la postura de Caso. Muestras de carbón de San Lorenzo y La Venta arrojaron fechas en el rango de ~1200–600 a. e. c., confirmando que estos centros olmecas precedían por muchos siglos al surgimiento de las ciudades del altiplano y de los mayas clásicos. Desde 1960, una datación temprana del primer milenio a. C. para la sociedad olmeca no ha sido objeto de disputa.


Mitad del siglo XX: comprensión de los orígenes indígenas#

Con la cuestión de la “civilización más antigua” resuelta a favor de los olmecas, la investigación en las décadas de 1960 y 70 se centró en entender cómo la civilización olmeca se desarrolló de manera indígena. Los arqueólogos señalaron que la rica ecología de la zona nuclear olmeca – llanuras aluviales bien regadas para la agricultura del maíz, abundantes recursos silvestres (peces, fauna) y depósitos locales de basalto y jade – pudo haber fomentado el surgimiento de una sociedad compleja.

Evidencia de orígenes nativo-americanos#

Significativamente, la evidencia lingüística y biológica comenzó a vincular a los olmecas con linajes indígenas locales. Lingüistas que estudiaban lenguas indígenas modernas notaron que la familia lingüística mixe-zoqueana es prevalente alrededor de la zona nuclear olmeca (incluso hoy). Se planteó la hipótesis de que los olmecas probablemente hablaban una lengua proto-mixe-zoqueana, lo que implica que sus orígenes culturales eran nativos del sur de Veracruz-Tabasco, no migrantes de tierras lejanas.

La antropología biológica igualmente encontró que los restos esqueléticos olmecas (aunque escasos) se ubicaban dentro del espectro de las poblaciones nativo-americanas: en estatura corporal y forma craneal, los olmecas coincidían con otros mesoamericanos. Recientes análisis de ADN han confirmado que dos individuos olmecas muestreados portaban el haplogrupo mitocondrial A, uno de los linajes nativo-americanos comunes que surgieron de ancestros asiáticos de la Edad de Hielo.

Persistencia de teorías marginales#

Sin embargo, incluso mientras los especialistas delineaban una historia de origen indígena, algunas teorías difusionistas marginales persistieron o surgieron a mediados de siglo. Un ejemplo notable es la idea de una conexión china. En las décadas de 1950 y 60, el renombrado arqueólogo Gordon F. Ekholm (del American Museum of Natural History) se interesó en similitudes entre el arte olmeca y el de la dinastía Shang en China. Ekholm observó, por ejemplo, que el motivo de una bestia gruñendo con la boca hacia abajo en el arte olmeca se asemejaba a la máscara monstruosa china taotie. En 1964 sugirió que la cultura olmeca podría deber alguna inspiración a la China de la Edad del Bronce, postulando un contacto transpacífico.

Por la misma época, el aventurero Thor Heyerdahl – famoso por su travesía del Kon-Tiki – argumentó a favor de navegantes del Viejo Mundo que habrían llegado a las Américas. Heyerdahl llegó al extremo de afirmar que ciertos líderes olmecas podrían haber sido de origen del Viejo Mundo (incluso nórdico), señalando la representación tallada de una figura barbada, de nariz aguileña, en la Estela 3 de La Venta (apodada “Tío Sam”) como evidencia de un visitante caucásico.


La década de 1970: teorías afrocentristas ganan atención#

A finales de la década de 1970 se produjo un resurgimiento del viejo interrogante planteado por José Melgar: ¿llegaron africanos al México antiguo y dieron origen a los olmecas? En 1976, el profesor guyanés-estadounidense Ivan Van Sertima publicó They Came Before Columbus, obra que se volvió enormemente influyente en comunidades de la diáspora africana.

La hipótesis de Van Sertima#

Van Sertima sostuvo audazmente que africanos negroides habían navegado a Mesoamérica en la antigüedad e influido profundamente en la civilización olmeca. Específicamente, planteó la hipótesis de que egipcios nubios de la dinastía 25 (hacia 700 a. e. c.) emprendieron un viaje con ayuda fenicia, fueron atrapados por corrientes atlánticas y desembarcaron en la costa del Golfo de México. Allí, según Van Sertima, estos africanos fueron aceptados como élites gobernantes por los olmecas, convirtiéndose en “dinastas guerreros negros” que impulsaron la cultura olmeca.

Como evidencia, él y otros señalaron las cabezas colosales con sus narices anchas y labios llenos, afirmando que representan rasgos faciales africanos (llegando incluso a citar supuestos “modelos” específicos entre los faraones nubios). Van Sertima también afirmó que prácticas como la construcción de pirámides, la momificación y ciertos motivos artísticos en Mesoamérica fueron introducidos por estos visitantes nubios.

Rechazo académico#

Si bien arqueólogos e historiadores profesionales rechazaron rotundamente la tesis de Van Sertima (como una forma de hiperdifusionismo carente de pruebas concretas), esta no obstante obtuvo amplia aceptación popular. A finales de la década de 1980, sus ideas fueron adoptadas por algunos estudiosos afrocentristas como parte de una narrativa según la cual los africanos negros fueron fundadores de todas las grandes civilizaciones.

Sin embargo, un escrutinio cuidadoso no encuentra auténticos artefactos africanos en contextos olmecas, ni esqueletos del Viejo Mundo, ni ADN de origen africano: nada más allá de la “apariencia” subjetiva de algunas esculturas. Esas cabezas colosales también fueron creadas siglos antes de 700 a. e. c. (la cabeza más antigua data de ~1200 a. e. c., mucho antes de que pudiera proponerse cualquier viaje nubio-fenicio). Como señaló un investigador, los rasgos específicos (narices chatas, etc.) se encuentran dentro del rango de fenotipos indígenas mesoamericanos, particularmente cuando se tallan a escala monumental.


Consenso moderno: orígenes indígenas mesoamericanos#

En conclusión, los orígenes de la civilización olmeca pueden entenderse mejor como genio indígena fomentado por condiciones favorables, que luego irradió influencia a través de un paisaje cultural interconectado. Desde los recuerdos aztecas de una “tierra del hule” hasta los análisis químicos más recientes de arcillas, cada capítulo de investigación ha contribuido a esta historia.

Evidencia arqueológica#

La cultura material habla con claridad: el arte y los artefactos olmecas muestran una progresión a partir de estilos locales anteriores (por ejemplo, la fase cerámica indígena Barranca precede a la cerámica olmeca propiamente dicha en Veracruz), y las esculturas monumentales, aunque asombrosas, encajan dentro de las tradiciones escultóricas del Nuevo Mundo: no hay necesidad de invocar escultores egipcios o canteros atlantes cuando los artesanos nativos eran plenamente capaces de tales logros.

Como observa el antropólogo Richard Diehl, el aumento de la productividad del maíz en la zona nuclear olmeca probablemente condujo al crecimiento poblacional, la estratificación social y la aparición de una clase de élite hacia ~1200 a. e. c. Esa élite patrocinó el tallado de cabezas colosales y enormes obras de tierra como símbolos de poder. Se entiende que la sociedad olmeca era un conjunto de jefaturas más que un solo imperio: San Lorenzo y La Venta fueron grandes centros ceremoniales donde varias pequeñas jefaturas se congregaban para rituales e intercambio.

Debates en curso#

Si bien el debate seguramente continuará (como ocurre con cualquier gran enigma antiguo), la trayectoria de la evidencia apunta de manera consistente a los olmecas como un pueblo del Nuevo Mundo que, por sí mismos (y en concierto con sus vecinos), lograron la primera civilización americana: tallando cabezas colosales y forjando sociedades complejas mucho antes de la llegada de cualquier forastero.

En cuanto a las hipótesis marginales, se han convertido en parte de la historiografía de las ideas, interesantes sobre todo como fenómenos culturales. La imagen de un “olmeca africano” o “olmeca chino” puede persistir en los medios populares, pero los arqueólogos las han refutado con datos sólidos. La ausencia de restos esqueléticos africanos y la continuidad de los marcadores genéticos nativo-americanos proporcionan evidencia clara de orígenes indígenas. Para más información sobre cómo evolucionan con el tiempo las teorías arqueológicas y los mitos sobre civilizaciones antiguas, véase nuestro artículo sobre La Longevidad de los Mitos.


Preguntas frecuentes#

P 1. ¿Qué evidencia respalda la teoría de que los olmecas eran de origen africano?
R. La única “evidencia” es la interpretación subjetiva de rasgos faciales anchos en las cabezas colosales, pero estos rasgos se encuentran dentro del rango de fenotipos indígenas mesoamericanos, y nunca se han hallado artefactos, esqueletos ni ADN africanos en contextos olmecas.

P 2. ¿Cuándo se estableció definitivamente a la civilización olmeca como la “Cultura Madre” de Mesoamérica?
R. En 1942, Alfonso Caso y Miguel Covarrubias proclamaron a los olmecas como “La Cultura Madre” en una mesa redonda en Tuxtla Gutiérrez, postura que más tarde fue validada por la datación por radiocarbono que mostró que los sitios olmecas datan de ~1200–600 a. e. c.

P 3. ¿Cómo desarrolló la civilización olmeca una sociedad compleja indígena?
R. La rica ecología de la zona nuclear olmeca proporcionó condiciones ideales: fértiles llanuras aluviales de río para la agricultura, abundantes recursos silvestres y depósitos locales de basalto y jade, lo que permitió el crecimiento poblacional y la aparición de élites hacia ~1200 a. e. c.

P 4. ¿Qué papel desempeñó Matthew Stirling en la arqueología olmeca?
R. Las expediciones de Stirling para el Smithsonian (1938-1946) en sitios como Tres Zapotes, San Lorenzo y La Venta documentaron enormes cabezas colosales y hallaron la Estela C con la fecha de Cuenta Larga más antigua conocida (31 a. C.), demostrando la antigüedad olmeca.

P 5. ¿Por qué persisten algunas teorías marginales a pesar de la evidencia arqueológica?
R. Teorías marginales como los orígenes africanos o chinos persisten en la cultura popular porque encajan con ciertos relatos culturales, pero la arqueología académica no ha encontrado evidencia que las respalde y, en cambio, ha hallado pruebas abrumadoras de un desarrollo indígena.


Fuentes#

  1. Coe, Michael D. & Diehl, Richard A. In the Land of the Olmec. Austin: University of Texas Press, 1980. (Estudio arqueológico exhaustivo de la civilización olmeca)
  2. Diehl, Richard A. The Olmecs: America’s First Civilization. London: Thames & Hudson, 2004. (Síntesis moderna de la arqueología olmeca)
  3. Pool, Christopher A. Olmec Archaeology and Early Mesoamerica. Cambridge: Cambridge University Press, 2007. (Panorama académico que incluye discusión de teorías difusionistas)
  4. Blomster, Jeffrey P. “Olmec Pottery Production and Export in Ancient Mexico.” Science 307, no. 5712 (2005): 1068-1072. (Análisis químico que respalda orígenes indígenas)
  5. Van Sertima, Ivan. They Came Before Columbus. New York: Random House, 1976. (Influyente pero discutida teoría afrocentrista)
  6. Ortiz de Montellano, Bernard R., Gabriel Haslip-Viera, and Warren Barbour. “They Were NOT Here Before Columbus: Afrocentric Hyperdiffusionism in the 1990s.” Ethnohistory 44, no. 2 (1997): 199-234. (Refutación académica de las teorías de origen africano)
  7. Stirling, Matthew W. “Discovering the New World’s Oldest Dated Work of Man.” National Geographic 76, no. 2 (1939): 183-218. (Informe original sobre el descubrimiento de la Estela C)
  8. Melgar y Serrano, José María. “Notable escultura antigua mexicana.” Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística 2, no. 3 (1869): 292-297. (Primera descripción publicada de una cabeza colosal olmeca)
  9. Caso, Alfonso. “Definición y extensión del complejo ‘Olmeca’.” Mayas y Olmecas (1942): 43-46. (Proclamación de los olmecas como “Cultura Madre”)
  10. Covarrubias, Miguel. Indian Art of Mexico and Central America. New York: Knopf, 1957. (Análisis artístico que respalda la unidad cultural olmeca)