TL;DR
- Continuidad vs. abismo: Charles Darwin defendió un continuo entre las mentes animales y humanas, mientras que René Descartes sostuvo que los animales carecen de pensamiento verdadero. La investigación moderna revela un espectro de capacidades cognitivas.
- Sistemas de memoria: Todos los animales tienen memoria procedimental (de habilidades). Muchos muestran conocimientos tipo semántico (factuales). Algunos, como los arrendajos californianos y las sepias, demuestran memoria tipo episódica, recordando el “qué, dónde y cuándo” de eventos pasados.
- La diferencia humana: La memoria humana se distingue por la conciencia autonoética (rememoración autoconsciente), una compleja estructura narrativa y la codificación simbólica mediante el lenguaje, lo que permite un viaje mental en el tiempo y una simulación del futuro más ricos.
- Yo narrativo: Los humanos entretejen experiencias en una narrativa autobiográfica, una característica en gran medida ausente en otras especies. No solo recordamos eventos; nos recordamos a nosotros mismos recordando, lo cual es fundamental para nuestra identidad y cultura.
Introducción: De la continuidad de Darwin a la brecha de Descartes#
En el siglo XIX, dos pensadores colosales ofrecieron posturas marcadamente distintas sobre las mentes animales. Charles Darwin observó continuidad entre los humanos y otros animales, afirmando que “no existe diferencia fundamental entre el hombre y los mamíferos superiores en sus facultades mentales.” 1 Desde las emociones hasta la memoria, Darwin veía diferencias de grado, no de tipo: un espectro natural de capacidades cognitivas moldeadas por la evolución. En contraste, René Descartes trazó una línea divisoria tajante. Descartes argumentó que los animales son autómatas: carentes de razón, quizá incluso de conciencia. Propuso célebremente una “prueba del lenguaje” para el pensamiento: dado que los animales no usan un lenguaje verdadero, los consideró desprovistos de intelecto genuino. En sus palabras, el habla declarativa es “la única señal cierta del pensamiento oculto en un cuerpo” 2, y la incapacidad de los animales para conversar “solo podía explicarse en términos de que los animales carecen de pensamiento.” 3 Para Descartes, las bestias podían percibir y reaccionar, pero no recordar y reflexionar en el sentido humano: su conducta era maquínica. La postura de Darwin implica que nuestros sistemas de memoria surgieron de precursores animales; la visión de Descartes implica un abismo cualitativo.
Avancemos hasta hoy, y la investigación en cognición comparada ha vindicado en gran medida la intuición de continuidad de Darwin, pero también ha descubierto rasgos únicos de la mente humana. Animales desde arrendajos californianos hasta pulpos demuestran notables capacidades de memoria, difuminando la línea que antes se creía nítida. Aun así, ciertos aspectos de la memoria —como re-experimentar conscientemente el pasado o construir un yo narrativo— parecen alcanzar su plena expresión solo en humanos. En esta publicación, profundizamos en la memoria a través de las especies: ¿cómo recuerdan aves, mamíferos, cefalópodos e insectos, y qué (si es que algo) hace especial a la memoria humana? Exploraremos distintos tipos de memoria (habilidades procedimentales, hechos semánticos, eventos episódicos), capacidades cognitivas (recolección, planificación futura, lenguaje) y los sustratos neurales que las sustentan. En el camino, veremos cómo los arrendajos recuerdan sus escondites de comida, cómo las sepias desafían el envejecimiento con memorias intactas y por qué tu capacidad de contar historias sobre tu vida puede ser un Rubicón cognitivo definitorio.
Sistemas de memoria entre especies: procedimental, semántica, episódica#
Todos los sistemas nerviosos capaces de aprender forman memorias, pero no todas las memorias son iguales. Los psicólogos clasifican la memoria en múltiples sistemas: memoria procedimental para habilidades y hábitos, memoria semántica para hechos y conocimiento general, y memoria episódica para eventos experimentados personalmente. La tabla siguiente compara estos tipos de memoria entre humanos y varios grupos animales:
| Tipo de memoria | Humanos (Homo sapiens) | Otros mamíferos (p. ej. ratas, simios) | Aves (p. ej. córvidos) | Cefalópodos (p. ej. pulpo, sepia) | Insectos (p. ej. abejas) |
|---|---|---|---|---|---|
| Procedimental (habilidades, hábitos) | Sí – altamente desarrollada (uso de herramientas, secuencias complejas) | Sí – ampliamente presente (p. ej. ratas aprendiendo laberintos, primates usando herramientas) | Sí – presente (las aves aprenden cantos, maniobras de vuelo, rutinas de acopio) | Sí – presente (pulpos abriendo frascos, tácticas de escape aprendidas) | Sí – presente (las abejas aprenden rutas de vuelo, patrones) |
| Semántica (hechos, conceptos) | Sí – conocimiento abstracto rico (lenguaje, conceptos, mapas) | Parcial – algo de conocimiento general (p. ej. primates entienden categorías; ratas aprenden reglas) | Parcial – cierto aprendizaje factual (p. ej. las aves aprenden qué alimentos son comestibles 4, entienden conceptos simples) | Limitada – asociaciones simples (p. ej. las sepias aprenden qué presa cazar y cuándo) | Limitada – asociaciones simples (p. ej. las abejas aprenden puntos de referencia y olores para la comida) |
| Episódica (eventos únicos “qué-dónde-cuándo”) | Sí – memorias autobiográficas vívidas con recuerdo autonoético (autoconsciente) | Debatida – evidencia de memoria tipo episódica en algunos (p. ej. ratas recuerdan detalles de eventos 5 6; simios recuerdan elecciones pasadas), pero es incierto si va acompañada de conciencia autonoética | Sí (tipo episódica) – p. ej. los arrendajos recuerdan qué comida almacenaron, dónde y cuándo 7; otras aves (cuervos, palomas) recuerdan detalles espaciales o temporales; probablemente carecen de plena autoconciencia | Sí (tipo episódica) – p. ej. las sepias recuerdan el qué/dónde/cuándo de comidas pasadas 8 9; los pulpos recuerdan eventos específicos de tareas; no hay evidencia de “viaje mental en el tiempo” del yo | Mínima – la memoria compleja de eventos no está bien demostrada (aunque las abejas pueden recordar cuándo una fuente de néctar fue gratificante por última vez en el ciclo diario en algunos experimentos) |
Las memorias procedimentales son las más antiguas evolutivamente y se encuentran en todos estos grupos. Si has visto a un perro atrapar una pelota con destreza o a una abeja regresar a su colmena, has visto la memoria procedimental en acción. Estas habilidades se aprenden mediante la repetición y se almacenan fuera del recuerdo consciente, de forma similar a cómo los humanos aprendemos a andar en bicicleta o a escribir en un teclado. Desde pulpos resolviendo laberintos hasta abejas melíferas aprendiendo a asociar colores con comida, el aprendizaje procedimental es ubicuo. En los humanos, nuestros ganglios basales y el cerebelo manejan gran parte de esto; otros animales tienen sus propios circuitos (p. ej. el lóbulo peduncular en los pulpos, o los cuerpos pedunculados en los cerebros de insectos) dedicados al aprendizaje de hábitos.
La memoria semántica —el almacenamiento de hechos y conocimiento general— es más difícil de determinar en animales, pero muchos muestran rudimentos de ella. Un chimpancé que sabe qué plantas son medicinales, o un arrendajo que “sabe” que los gusanos dejados demasiado tiempo se echarán a perder, exhiben conocimiento más allá del mero reflejo. Los animales a menudo acumulan conocimiento factual sobre su mundo: por ejemplo, los arrendajos aprenden que la comida perecedera (gusanos de cera) debe comerse antes de que se descomponga 7; las ratas aprenden las “reglas” de rompecabezas de laberintos; y los loros pueden aprender etiquetas para objetos y conceptos (un famoso loro gris africano, Alex, aprendió palabras y conceptos básicos como color y forma, lo que es, en cierto modo, un almacén de información tipo semántica). Los humanos, por supuesto, sobresalen en memoria semántica —desde vocabulario hasta hechos históricos— gracias en parte al lenguaje. También comprimimos la experiencia en conceptos abstractos (por ejemplo, aprender el concepto general de “comida” o “peligro” a partir de instancias). Otros animales tienen redes semánticas más simples (p. ej. la memoria de un ave sobre qué lugares tienen comida de forma consistente puede verse como un mapa factual de su territorio). Darwin señaló que incluso “los animales inferiores” comparten nuestros sentidos e intuiciones básicos 1: un ave o un gato pueden entender qué es algo (comestible, peligroso, novedoso) y actuar en consecuencia. Aun así, los humanos llevan esto a otro nivel, organizando vastas redes de conceptos y comunicándolos culturalmente.
La memoria episódica, la capacidad de recordar eventos pasados específicos (el “qué, dónde y cuándo” de una experiencia), se consideró durante mucho tiempo exclusiva de los humanos 10. Endel Tulving, quien acuñó el término, argumentó que la verdadera memoria episódica requiere conciencia autonoética: un sentido del yo que viaja mentalmente en el tiempo para re-experimentar el pasado 11. No solo recordamos lo que ocurrió, sino que recordamos que nosotros mismos lo experimentamos, con una sensación de revivirlo. ¿Pueden los animales hacer esto? No podemos entrevistar a un arrendajo sobre sus recuerdos de la infancia, pero ingeniosos experimentos sugieren que algunos animales forman memorias “tipo episódicas”.
Un arrendajo californiano (Aphelocoma californica) almacenando cacahuates. Los experimentos muestran que estas aves recuerdan qué comida escondieron, dónde la escondieron y cuánto tiempo ha estado almacenada, una tríada de detalles que se asemeja a la memoria episódica humana 7. Los arrendajos incluso evitan recuperar comida perecedera como gusanos si ha pasado demasiado tiempo, lo que indica un sentido de “cuándo” ocurrieron los eventos. 10 7
La investigación pionera de Clayton & Dickinson (1998) demostró memoria tipo episódica en el arrendajo californiano occidental, un cuervo acopiador de comida. Se permitió a los arrendajos esconder dos tipos de alimento en bandejas llenas de arena: deliciosos gusanos de cera (que se descomponen rápidamente) y cacahuates comunes (que se mantienen frescos). Después, las aves buscaron sus escondites. De forma notable, los arrendajos recordaban qué sitios tenían gusanos vs. nueces y cuánto tiempo hacía que los habían escondido: tras un intervalo corto buscaban preferentemente gusanos (su favorito), pero después de un intervalo más largo (cuando los gusanos ya se habrían podrido) ignoraban las ubicaciones de gusanos y se dirigían a los cacahuates 7. Esta conducta muestra que las aves recordaban qué enterraron, dónde estaba cada ítem y cuándo (o cuánto tiempo atrás) fue almacenado. En otras palabras, recuperaron un evento pasado específico (“Escondí un gusano en la arena bajo el arbusto hace 5 días”) y actuaron en consecuencia. Tal memoria integrada qué-dónde-cuándo cumple los criterios conductuales de memoria episódica, sin lenguaje ni narración humana. Los arrendajos también recuerdan quién los estaba observando mientras acopiaban y volverán a esconder la comida después para evitar robos, lo que sugiere que recuerdan el “episodio” de haber sido observados y ajustan su estrategia, una complejidad fascinante que apunta a una memoria del contexto social de los eventos 12 13.
Los arrendajos no están solos. Estudios en roedores también han revelado capacidades de memoria tipo episódica. Por ejemplo, experimentos han mostrado que las ratas pueden recordar combinaciones de qué ocurrió, dónde y en qué contexto, si se les dan experiencias distintas que recordar. En un estudio, las ratas encontraron diferentes sabores de comida (digamos, agua sabor cereza vs. plátano) en distintos lugares, en habitaciones con olores distintivos (contextos). Más tarde, podían recordar qué sabor habían tenido en una habitación y lugar específicos, lo que indica una memoria integrada del evento. Cabe destacar que estas memorias en ratas son flexibles y duraderas: un protocolo encontró que las ratas podían recordar detalles “qué-dónde-cuál” durante al menos 24 días 5. Además, cuando los científicos inactivaron temporalmente el hipocampo dorsal de las ratas (la región cerebral crucial para la memoria episódica en mamíferos), las ratas perdieron la capacidad de recuperar la memoria combinada del evento 6. Esto implica que el hipocampo de la rata desempeña un papel similar al del hipocampo humano en la vinculación de elementos de un evento (las personas con daño hipocampal bilateral, como el famoso paciente H.M., no pueden formar nuevas memorias episódicas 14 15). Así, aunque el “episodio” de una rata (por ejemplo, recordar una carrera única en un laberinto donde encontró chocolate a la izquierda en una habitación con olor a pino) es mucho más simple que una memoria autobiográfica humana, involucra maquinaria neural análoga y cumple una función similar: guiar la conducta futura basada en eventos pasados.
Incluso los invertebrados han mostrado destellos de memoria tipo episódica. Investigaciones recientes sobre las sepias —cefálopodos notablemente inteligentes— encontraron que recuerdan sus experiencias con un detalle impresionante. En un experimento, se entrenó a sepias para esperar dos alimentos diferentes (digamos, camarón vs. cangrejo) en dos ubicaciones distintas, con cada alimento disponible solo después de cierto intervalo. Más tarde, las sepias podían elegir adónde ir a cenar: recordaban qué comieron por última vez, dónde aparecería cada tipo de comida y cuándo volvería a estar disponible 8 16. De hecho, las sepias usan esta memoria para planear: si saben que el camarón (su preferido) estará disponible en la Ubicación A por la tarde, podrían comer menos cangrejo en la Ubicación B al mediodía, una decisión orientada al futuro. Sorprendentemente, a diferencia de los humanos, las sepias no parecen olvidar estas memorias de eventos con la edad: las sepias viejas (equivalentes a humanos de 90 años) eran tan buenas como las jóvenes para recordar detalles qué-dónde-cuándo 16 17. Los científicos especulan que esto podría deberse a que el lóbulo vertical de la sepia (el área cerebral para la memoria, funcionalmente análoga a nuestro hipocampo) no se deteriora hasta el final de su corta vida 9. Evolutivamente, dado que las sepias se reproducen tarde en la vida, mantener una memoria aguda hasta los últimos días puede ayudarlas a recordar parejas y maximizar el éxito reproductivo 18.
Dicho esto, llamar “episódicas” a estas memorias animales es controvertido. Tulving reservó el término memoria episódica para la versión humana, impregnada de tiempo subjetivo y autoconciencia —lo que llamó conciencia autonoética 11. El término “memoria tipo episódica” se usa para animales para evitar asumir que reviven mentalmente el pasado como nosotros 10. El arrendajo recuerda hechos de un evento (gusano, enterrado en tierra, hace 5 días) y los usa, pero no sabemos si “siente” que está recordando esa experiencia. Podría estar recuperando información sin ninguna “experiencia de rememoración” o reproducción mental. De forma similar, una rata podría resolver un rompecabezas qué-dónde-cuándo por familiaridad o reglas aprendidas, no proyectando su mente hacia una cena específica en el laboratorio. Los criterios conductuales no pueden responder plenamente si los animales experimentan la memoria como los humanos. Como señalaron dos investigadores, pese a muchos estudios, “todavía no hay evidencia convincente de viaje mental en el tiempo en animales no humanos.” 19 Escépticos como el psicólogo Thomas Suddendorf sostienen que los animales pueden almacenar detalles de eventos pasados, pero que revivirlos o imaginar escenarios futuros (la otra cara del viaje mental en el tiempo) podría ser exclusivo de los humanos 20. Volveremos a este debate al comparar la planificación futura.
En resumen, los animales claramente recuerdan, a menudo de maneras sofisticadas que se asemejan a los sistemas de memoria humanos. Pero si un arrendajo recuerda en el sentido de evocar conscientemente “yo hice eso”, o solo tiene una recuperación asociativa compleja, sigue siendo una cuestión abierta. A continuación, examinamos capacidades cognitivas específicas vinculadas a la memoria y cómo se comparan entre humanos y otras especies.
Capacidades cognitivas: recolección, simulación del futuro y andamiaje lingüístico#
La memoria no es solo un almacén estático de información; sustenta habilidades mentales dinámicas. Tres hazañas cognitivas clave asociadas con memoria avanzada son: recolección (recuerdo consciente de eventos pasados, a menudo con gran detalle), simulación del futuro (imaginar o planear escenarios futuros usando la memoria como trampolín) y codificación basada en el lenguaje (usar símbolos y narrativa para organizar las memorias). ¿Cómo les va a los animales en estos dominios en comparación con nosotros?
Para aclarar las diferencias, considera la tabla siguiente:
| Capacidad cognitiva | Humanos (H. sapiens autorreflexivo) | Animales no humanos (patrones generales) |
|---|---|---|
| Recolección de eventos pasados “Viaje mental en el tiempo” consciente para revivir episodios pasados | Sí – Los humanos rememoramos experiencias vívidamente con un sentido de yo en el tiempo. No solo sabemos lo que ocurrió, sino que recordamos “yo estuve ahí”, con contexto rico, emoción y el conocimiento de que el evento forma parte de nuestra historia personal. Esta recolección autonoética nos permite extraer lecciones y forjar una identidad narrativa. | Limitada – Muchos animales recuerdan eventos pasados, pero es incierto si los recolectan conscientemente en el sentido humano. Muestran recuperación tipo episódica (p. ej. arrendajos, ratas, simios recuerdan detalles qué-dónde-cuándo), pero probablemente carecen de conciencia autonoética 11. Un simio puede recordar dónde había comida, o incluso que experimentó algo novedoso, pero no hay evidencia de que “viaje mentalmente en el tiempo” con conciencia personal. El recuerdo animal parece impulsado en gran medida por claves desencadenantes y asociaciones aprendidas, no por una revivencia introspectiva. |
| Simulación del futuro y planificación Visualizar y prepararse para necesidades futuras | Sí – Los humanos sobresalimos en la previsión. Planeamos con décadas de anticipación, imaginamos escenarios hipotéticos y nos preparamos en consecuencia (ahorrar para el retiro, inventar herramientas para tareas futuras). Esto depende de una recombinación flexible de la memoria: usamos la memoria episódica para simular futuros posibles. Nuestra corteza prefrontal trabaja con el hipocampo para permitir este “viaje mental en el tiempo” hacia el futuro. | Parcial – Algunos animales demuestran conductas orientadas al futuro, pero por lo general en contextos estrechos. Por ejemplo, los arrendajos almacenan comida para el hambre de mañana 21, y los grandes simios llevarán una herramienta que necesitarán después (p. ej. usar un palo para forrajear horas más tarde). Estas conductas muestran planificación para necesidades futuras, pero pueden estar limitadas a impulsos específicos (como el hambre) y carecer de la amplitud de la previsión humana. Revisiones de la investigación no encuentran evidencia concluyente de que los animales simulen mentalmente eventos futuros más allá de su contexto de entrenamiento 19. Planean de maneras “aquí-y-ahora” (para la próxima comida o oportunidad de apareamiento), pero no elaboran planes a largo plazo o inventos desligados de contextos inmediatos. Cabe destacar que ningún animal abre una cuenta de ahorros ni diseña un plano arquitectónico para el próximo año: su planificación futura, aunque real, está ligada a escenarios instintivos. |
| Lenguaje y andamiaje narrativo Uso de símbolos para codificar y recordar memorias | Sí – El lenguaje es un multiplicador de memoria para los humanos. Codificamos experiencias en palabras, las compartimos como historias y almacenamos información fuera de nuestros cerebros (libros, diarios, medios digitales). El lenguaje permite la compresión simbólica de la memoria: la “riqueza entera de la experiencia humana condensada en una secuencia lineal de palabras.” 22 Con el habla interna, podemos ensayar y organizar memorias (“Fui ahí ayer y fue aterrador”). El pensamiento narrativo nos permite conectar eventos en historias causales (“Porque ocurrió X, hice Y”). Este andamiaje expande dramáticamente la capacidad y claridad de nuestra memoria: podemos recordar conceptualmente y no solo experiencialmente. También posibilita la memoria cultural: aprendemos sobre eventos que nunca experimentamos mediante las historias de otros. | No (lenguaje verdadero) – Los animales carecen de lenguaje complejo, por lo que no pueden narrar o etiquetar memorias verbalmente de la manera rica en que lo hacemos. Algunas especies tienen comunicación rudimentaria (llamadas de alarma, gestos) y unos pocos individuos (p. ej. simios entrenados, loros) pueden aprender etiquetas simbólicas para objetos o acciones. Pero no describen generativamente eventos pasados ni transmiten información detallada sobre cosas ausentes. Sin lenguaje, la memoria animal está ligada al contexto y a las claves: no se externaliza en narrativas o archivos. No hay evidencia de que un delfín rememore “el gran pez que se escapó ayer” en un formato de historia estructurada. Así, los animales probablemente carecen de la organización narrativa que usamos los humanos. Nuestras mentes, apuntaladas por el lenguaje, pueden agrupar y refinar memorias; los animales recuerdan principalmente en el momento y en forma perceptual cruda. |
Profundicemos un poco más en cada capacidad:
Recolección y conciencia autonoética#
La recolección humana es un caldo rico: cuando recuerdas vívidamente tu último cumpleaños, re-experimentas la escena visual, los sonidos, quizá incluso el olor del pastel, junto con una sensación fundamental de “esto me ocurrió a mí entonces.” Este aspecto de autoconocimiento —la autonoesis— es lo que Tulving consideraba la marca distintiva de la verdadera memoria episódica 11. Da lugar a la continuidad del yo: soy la misma persona que tuvo esa fiesta de 5 años y que ahora escribe estas palabras. La autonoesis también nos permite reflexionar sobre nuestras memorias ("¿No fue gracioso?" o “Ojalá hubiera sido diferente…”), integrándolas en nuestro yo narrativo. Ningún animal no humano ha demostrado de forma inequívoca conciencia autonoética. No podemos saber con certeza qué siente un elefante o un cuervo al recordar: la subjetividad es privada. Sin embargo, pese a la impresionante recolección tipo episódica en animales, los investigadores no han observado evidencia conductual de viaje en el tiempo autoconsciente. Por ejemplo, un arrendajo puede recuperar detalles de un evento pasado, pero nunca indica reconocerse a sí mismo en ese pasado (en contraste, un niño humano de 4 años a menudo puede verbalizar, “Recuerdo que yo hice eso”). Los grandes simios, que superan pruebas de autorreconocimiento en el espejo (lo que sugiere cierta autoconciencia), tienen buena memoria, pero ni siquiera ellos han mostrado señales claras de recolección autonoética de experiencias pasadas. Algunos científicos cognitivos proponen que los animales podrían tener memoria “anoética” o “noética”: saben que ocurrieron eventos (y pueden usar ese conocimiento), pero no los reviven mentalmente de forma explícita con un sentido de yo 23. En suma, la recolección en animales parece ser contenido sin contexto personal.
Interesantemente, hay un debate en curso: ¿es la conciencia autonoética realmente un rasgo de todo o nada exclusivo de los humanos, o podría existir en grados? Por ejemplo, ¿recuerdan los chimpancés en primera persona, pero simplemente no pueden comunicarlo? Aún no tenemos respuestas claras, pero la visión predominante (un tanto “cartesiana” en espíritu) es que la recolección autonoética plena está desarrollada de forma única en los humanos 24. Eso podría estar ligado a nuestro siguiente tema: imaginar el futuro.
Viaje mental en el tiempo: ¿los animales planean o solo actúan?#
La capacidad de usar la memoria para la simulación del futuro se considera un cambio evolutivo radical para los humanos. Endel Tulving acuñó el término “cronoestesia” para nuestro sentido de tiempo subjetivo, que incluye la previsión. Evaluamos constantemente posibilidades futuras (“Si hago X, podría ocurrir Y”), lo que requiere recurrir a experiencias pasadas y recombinarlas de nuevas maneras. Los neurocientíficos encuentran que imaginar el futuro activa regiones cerebrales similares (hipocampo, lóbulos frontales) a las que se activan al recordar el pasado, lo que respalda la idea de que la función central de la memoria episódica podría ser permitir la previsión 25. Los humanos pueden imaginar resultados que nunca han ocurrido (p. ej. inventar una herramienta novedosa en la mente, o fantasear sobre las vacaciones del próximo año), mostrando una flexibilidad notable.
¿Qué hay de los animales? Por un lado, muchos animales parecen atrapados en el presente: se enfocan en necesidades inmediatas. Pero la investigación ha revelado bolsas de planificación. Las aves son un ejemplo clave: los arrendajos no solo recuerdan escondites pasados, también planean nuevos. En un experimento, arrendajos mantenidos durante la noche en una habitación sin desayuno fueron observados después almacenando comida extra en esa habitación por adelantado, como si anticiparan el hambre de la mañana siguiente 21. Esto sugiere que no solo reaccionan por hábito: pueden planear para un estado motivacional futuro (hambre futura), un criterio clave de previsión en animales. De forma similar, se ha demostrado que los grandes simios guardan herramientas para una tarea futura. Un estudio famoso hizo que chimpancés eligieran una herramienta por la tarde que necesitarían para obtener un premio a la mañana siguiente; muchos chimpancés sí seleccionaron la herramienta correcta con anticipación, en lugar de una recompensa inmediata, lo que implica que pudieron suprimir deseos “del ahora” por una meta futura.
Sin embargo, estos ejemplos, por impresionantes que sean, podrían depender de entrenamiento o contextos específicos. Suddendorf y Corballis (2007) revisaron tales estudios y argumentaron que los animales no muestran evidencia de viaje mental en el tiempo flexible y entre dominios 19 20. En otras palabras, mientras un ave planea para la comida y un chimpancé para una herramienta, cada caso es estrecho: no usan luego esa previsión para, por ejemplo, planear alianzas sociales o inventar nuevas soluciones fuera de sus experiencias inmediatas. Los humanos, en contraste, pueden aplicar la imaginación a cualquier dominio (podemos planear un atuendo para una fiesta o idear una estrategia para un juego que acabamos de aprender). El uso del futuro por parte de los animales tiende a estar ligado a necesidades biológicamente significativas (comida, apareamiento, refugio) y podría incluso interpretarse como formas avanzadas de conducta aprendida más que como “construcción de escenas” en la mente.
Una hipótesis es que los animales podrían tener “memoria tipo episódica” e incluso “anticipación tipo futura”, pero carecer de una capacidad global para desplegarla libremente más allá de los contextos que han encontrado específicamente. Otro ángulo: quizá algunos animales simulan escenarios futuros pero en una escala temporal corta, como un depredador que concibe con unos segundos de anticipación cómo emboscar a su presa (una extensión de la percepción, no un plan explícito para la próxima semana). En suma, aunque las semillas de la previsión existen en el reino animal, los humanos la llevaron a otro plano. Esto se alinea con la noción darwiniana de grado vs. tipo: la planificación existe en grado a lo largo de las especies, pero en cierto punto, las mejoras acumulativas (memoria, razonamiento, autoconciencia) dieron a los humanos un salto cualitativo: no solo planeamos, planeamos planear, contamos a otros nuestros planes e imaginamos futuros que nunca llegan a suceder (como mundos ficticios en la ciencia ficción).
El lenguaje: la tecnología de memoria definitiva#
Si alguna vez has tenido que memorizar algo complejo, quizá lo convertiste en palabras o en una historia. Eso no es casualidad: el lenguaje está profundamente entrelazado con cómo recordamos y pensamos. Podría incluso decirse, parafraseando una frase pegajosa, que el lenguaje es el andamiaje de la mente 26 22. Una vez que los humanos adquirieron el lenguaje, nuestros recuerdos dejaron de estar confinados a lo que un solo cerebro podía retener. Las palabras nos permiten codificar ideas abstractas (como “justicia” o “evolución”) que ningún animal, por muy inteligente que sea, puede conceptualizar plenamente porque requieren pensamiento simbólico más allá del aquí y ahora perceptual. Usamos la narrativa interna (“autodiálogo”) para fortalecer recuerdos: por ejemplo, repetir un nombre o resumir un evento (“Entonces, básicamente, pasó esto…”). También externalizamos la memoria mediante la narración oral, la escritura y ahora los medios digitales, creando un sistema cognitivo distribuido que va mucho más allá de nuestros límites biológicos.
Los animales, al carecer de un lenguaje verdadero, tienen una codificación más empobrecida. Sus recuerdos son ricos en detalle sensoriomotor: un cuervo recuerda la vista de un objeto brillante, la sensación del escondite, pero no asigna etiquetas lingüísticas como (“mi moneda brillante en la tercera grieta de la izquierda”). Los niños humanos, cuando adquieren el lenguaje, muestran un salto en sus capacidades de memoria, especialmente para los recuerdos autobiográficos: los psicólogos señalan que nuestros recuerdos recuperables más tempranos suelen coincidir con el desarrollo del lenguaje (tenemos escaso recuerdo de la infancia, cuando no teníamos lenguaje). Esto sugiere que el lenguaje ayuda a estabilizar y organizar los recuerdos.
Además, la construcción narrativa – encadenar eventos en una historia con vínculos causales – es un pasatiempo exclusivamente humano. No solo recordamos fragmentos al azar; los tejemos en significado. El mismo evento puede recordarse de manera diferente dependiendo de la historia que nos contamos sobre él. Esta capacidad narrativa probablemente contribuye a nuestra planificación (corremos “historias” en nuestra mente sobre posibles futuros) e incluso a nuestra cohesión social (narrativas compartidas de historia, cultura). No existe evidencia de que un delfín o un perro pueda formar narrativas complejas con trama y personajes, ni siquiera internamente. Pueden tener una secuencia de acciones recordadas (Fido puede emocionarse al acercarse a un parque porque recuerda el juego de la última vez, pero eso es una simple cadena de asociación, no una narrativa completa con principio, desarrollo y final sobre la que Fido reflexione).
Para apreciar el poder del lenguaje sobre la memoria, considera esto: probablemente no recuerdas todas las comidas que comiste el mes pasado. Esos fueron episodios que te ocurrieron, pero no se codificaron en memoria narrativa o semántica (a menos que algo especial ocurriera durante una comida). Sin significación narrativa o repaso verbal, las experiencias se desvanecen rápidamente. En contraste, quizá recuerdes vívidamente una historia que un amigo te contó sobre su comida, porque el acto de contarla la convirtió en conocimiento compartible. Así, el lenguaje puede incluso hacer que las experiencias de otros formen parte de nuestra memoria (a través de historias, cargamos recuerdos episódicos “vicarios”). Los animales no pueden hacer esto: la memoria de cada animal muere con él, excepto por lo que otros pueden aprender por observación o instinto genético. Los humanos, de manera única, tenemos memoria cultural acumulativa gracias al lenguaje.
En resumen, el ecosistema cognitivo de la memoria humana – recuerdo, previsión, narrativa, abstracción – está sobrealimentado por el lenguaje. Esto no significa que los animales sean pizarras en blanco sin él (sus cerebros tienen otras formas de codificar y utilizar la memoria), pero sí que hay una riqueza cualitativa en el procesamiento de la memoria humana que es difícil de lograr sin palabras. Es parte de por qué un niño humano, aunque nazca indefenso, puede eventualmente saber más sobre el mundo que cualquier viejo y sabio elefante: nos apoyamos en el andamiaje de memoria construido por quienes vinieron antes, mediante el lenguaje y la historia.
Sustratos neuronales: cerebros distintos, soluciones convergentes#
La memoria vive en el cerebro, pero los cerebros vienen en muchas variedades. Un aspecto fascinante de comparar especies es ver cómo la evolución implementó “sistemas de memoria” en distinto hardware neuronal. A menudo encontramos analogías: estructuras que no son homólogas evolutivamente (por ascendencia común) pero que desempeñan funciones similares debido a evolución convergente. Comparemos los sustratos neuronales de la memoria en algunos grupos:
| Especie/Grupo | Estructuras clave de memoria | Notas sobre organización cerebral y memoria |
|---|---|---|
| Humanos (y otros primates) | Hipocampo (en el lóbulo temporal medial): crítico para formar memorias episódicas y espaciales; Neocorteza: almacena conocimiento semántico y aspectos distribuidos de los recuerdos; Amígdala: modulación de la memoria emocional; Estriado y Cerebelo: aprendizaje procedimental; Corteza prefrontal: memoria de trabajo y control ejecutivo sobre la recuperación de recuerdos y la planificación. | El hipocampo humano vincula los elementos de nuestras experiencias en episodios cohesivos 6. Su daño (como en el caso de H.M. 14) causa amnesia anterógrada: incapacidad para formar nuevas memorias episódicas. La corteza humana (especialmente los lóbulos temporal y frontal) nos permite almacenar y recordar detalles, lenguaje y narrativas. Nuestra corteza prefrontal está excepcionalmente desarrollada, lo que respalda estrategias complejas y la manipulación de recuerdos (por ejemplo, organización cronológica, inferencia). |
| Otros mamíferos (p. ej., roedores, perros, monos) | Hipocampo: de manera similar, crucial para la memoria espacial y tipo episódica; Corteza piriforme y otras áreas sensoriales: almacenan detalles específicos (como olores, patrones visuales); Estriado y Cerebelo: aprendizaje procedimental (por ejemplo, hábitos de correr laberintos); Áreas prefrontales (menos desarrolladas en no primates, más en primates): algo de memoria de trabajo y planificación simple. | Los mamíferos comparten en general los “sistemas estándar” de memoria conocidos por estudios en ratas y monos. La formación hipocampal en una rata contiene células de lugar y células de tiempo que codifican dónde y cuándo ocurren los eventos (incluso las ratas tienen neuronas que disparan para lugares específicos recordados). Si se inactiva el hipocampo de una rata, no puede recordar combinaciones qué-dónde-cuándo 6. Estudios en monos muestran que pueden formar memorias a largo plazo de qué objetos vieron y dónde, aunque su capacidad para recordar cuándo es más débil 27 (los macacos rhesus tuvieron dificultades con el componente de orden temporal en tareas tipo episódicas). Los primates tienen una corteza más elaborada que respalda una mejor generalización de la memoria y quizá algunos rudimentos de narrativa (aunque no basada en lenguaje). |
| Aves (p. ej., cuervos, palomas, carboneros) | Hipocampo aviar (ubicado en el telencéfalo medial): esencial para la memoria espacial y la recuperación de escondites; Áreas paliales (nidopallium, mesopallium): se piensa que realizan funciones cognitivas superiores similares a la corteza; Estriado: aprendizaje de rutinas estímulo-respuesta (procedimental); Cerebelo: aprendizaje motor fino (por ejemplo, temporización del canto). | Los cerebros de las aves difieren en su disposición (no tienen neocorteza de seis capas) pero poseen regiones funcionalmente análogas. El hipocampo aviar permite hazañas como que un cascanueces de Clark recuerde miles de semillas enterradas meses después. Las aves que almacenan alimento tienen un volumen hipocampal mayor en relación con el tamaño del cerebro que las aves que no almacenan, lo que resalta su papel en la memoria. Las neuronas en los hipocampos de las aves codifican ubicaciones igual que las células de lugar de mamíferos. Un estudio incluso sugiere dinámicas de red similares para la memoria en aves y mamíferos 28. Los córvidos (cuervos, arrendajos) tienen cerebros grandes para ser aves, con áreas paliales desarrolladas que respaldan la resolución de problemas y quizá cierta complejidad de memoria de eventos. Es notable que el cerebro de un cuervo, aunque estructuralmente distinto, contenga tantas neuronas como algunos cerebros de monos 29, un recordatorio de que cerebros distintos pueden alcanzar un poder intelectual similar. |
| Cefalópodos (pulpo, sepia) | Lóbulo vertical: un gran lóbulo en el cerebro del pulpo y la sepia lleno de neuronas; es el centro del aprendizaje y la memoria (especialmente visual y táctil); Lóbulo frontal superior medio (en sepias, a veces denominado análogo de “lóbulo frontal”): también implicado en el almacenamiento de memoria; Lóbulos ópticos: principalmente visión, pero grandes y quizá almacenan patrones visuales (el pulpo tiene excelente memoria visual). | El cerebro de los cefalópodos evolucionó completamente de manera independiente al de los vertebrados, pero pulpos y sepias convergieron en un sistema de memoria. El lóbulo vertical en el pulpo se compara a menudo con el hipocampo de vertebrados en función: si se elimina, el pulpo pierde su capacidad de aprender nuevas tareas o recordarlas. Contiene una intrincada red de neuronas con potenciación a largo plazo (fortalecimiento sináptico) similar a la que se encuentra en circuitos de memoria de vertebrados 30. Las sepias tienen un sistema de lóbulo vertical que, como muestran los experimentos, retiene recuerdos hasta la vejez 9. Es fascinante que un animal con una arquitectura cerebral completamente diferente (distribuida en múltiples lóbulos alrededor del esófago) haya desarrollado aun así un centro de memoria dedicado para integrar información. Sus cuerpos pedunculados (un nombre confusamente similar pero estructura distinta de los cuerpos pedunculados de insectos) en el pulpo también contribuyen al aprendizaje. En conjunto, los cefalópodos ilustran que una memoria compleja puede surgir en un plano neuronal radicalmente distinto: un ejemplo de evolución cognitiva convergente. |
| Insectos (abejas melíferas, hormigas, etc.) | Cuerpos pedunculados (MBs): estructuras pares en forma de tallo y “sombrero” en el cerebro del insecto; cruciales para el aprendizaje asociativo, especialmente la memoria olfativa; Complejo central: integra información espacial, puede ayudar a la memoria para la navegación; Neuropilos sensoriales (lóbulo antenal, etc.): preprocesan estímulos pero también participan en la memoria a corto plazo de sensaciones. | Los cerebros de insectos son pequeños pero eficientes. Los cuerpos pedunculados se denominan a menudo el “centro de aprendizaje y memoria” del cerebro del insecto, análogo en función al hipocampo 31. Por ejemplo, en abejas melíferas, los MBs son necesarios para que aprendan y recuerden asociaciones complejas (como vincular el color y el olor de una flor con una hora del día en que el néctar está disponible). Si los MBs se dañan, las abejas no pueden formar memorias a largo plazo de tales asociaciones. Dicho esto, la memoria de los insectos es mayormente procedimental y asociativa (sobresalen en vincular estímulos con resultados y rutas con destinos). La memoria de hora del día en abejas (saber cuándo visitar ciertas flores) sugiere una habilidad primitiva qué-dónde-cuándo (el “cuándo” siendo la hora del día). Pero su “cuándo” probablemente se codifica mediante ritmos circadianos, no un recuerdo episódico explícito. Los insectos carecen de corteza o de algo parecido a un centro de lenguaje, por lo que su memoria permanece ligada a disparadores (un olor o punto de referencia puede recuperar un recuerdo de comida). De forma interesante, algunos insectos como la mosca de la fruta muestran fases de memoria similares a las de mamíferos (memoria a corto, medio y largo plazo, con procesos moleculares como los que vemos en cerebros de vertebrados). La pequeña escala de los circuitos neuronales de insectos los hace excelentes para la investigación de la memoria: podemos mapear circuitos de memoria neurona por neurona en insectos más simples. Y, de hecho, los científicos han encontrado que, tras el aprendizaje, los insectos exhiben cambios sinápticos en los cuerpos pedunculados muy similares a cómo los mamíferos muestran cambios sinápticos en el hipocampo 32. |
A pesar de las diferencias, emerge un tema: la naturaleza encontró formas de almacenar y recuperar información en todos estos cerebros. Ya sea un pulpo reforzando sinapsis en su lóbulo vertical, un ave cableando dinámicamente su pallium o una abeja ajustando sus cuerpos pedunculados, los fundamentos – fortalecer conexiones para asociaciones importantes, circuitos especializados para navegación espacial, etc. – aparecen una y otra vez. Estos paralelismos probablemente reflejan problemas computacionales comunes: encontrar comida, reconocer individuos, navegar el terreno, aprender qué es seguro o peligroso, todo lo cual requiere memoria.
Los humanos tienen el aparato de memoria más elaborado, pero no deberíamos ser demasiado “neurocéntricos”: algunas aves tienen una memoria espacial fotográfica muy superior a la nuestra (por ejemplo, un cascanueces de Clark recuerda hasta 10,000 lugares de escondites), y algunos perros tienen memoria tipo semántica para decenas de nombres de objetos. Sin embargo, de forma interesante, nuestra memoria versátil y generalizada – ayudada por la corteza prefrontal y el lenguaje – nos permite hacer algo que ninguna otra especie hace: recordar no solo lugares o habilidades, sino historias e ideas. Recordamos cosas intangibles (como la trama de una novela o los pasos de una demostración de cálculo). Esa capacidad probablemente requiere la infraestructura neuronal para la abstracción (corteza) y la sintaxis/semántica (redes del lenguaje), que la mayoría de los animales no tiene.
Por último, vale la pena señalar cómo la memoria podría degradarse de manera diferente entre especies. Los humanos experimentamos notoriamente un declive de la memoria relacionado con la edad, especialmente en la memoria episódica (a menudo a partir de los 60 años) debido a cambios en el hipocampo 17. Muchos animales también muestran envejecimiento cognitivo. Los roedores, por ejemplo, se vuelven menos hábiles en el aprendizaje de laberintos en la vejez. De forma intrigante, como se mencionó, las sepias desafían esta tendencia: mantienen memorias tipo episódicas agudas hasta justo antes de morir 9. ¿Por qué? Su lóbulo vertical no envejece de la misma manera, posiblemente porque tienen vidas cortas y la evolución ajustó su cerebro para “usarlo por completo” antes de una senescencia rápida. Las aves pueden vivir mucho (los loros durante décadas) y algunos estudios sugieren que las aves mayores pueden experimentar declive en el aprendizaje del canto o la memoria espacial, aunque muchas pueden compensar con la experiencia.
Todos estos matices nos recuerdan: la memoria es una solución biológica a un problema ambiental, y cada especie la optimiza de manera diferente. Los humanos optimizaron para la flexibilidad y la combinación (somos generalistas); otras especies para la especificidad (una abeja es maestra en recordar flores, pero no puede recordar bien el sonido de un depredador; un ave puede recordar rutas de forma sobresaliente pero no reglas abstractas, etc.). Los humanos pagamos nuestra flexibilidad con, quizá, menos capacidad bruta en ciertos dominios (nuestra memoria espacial, a menos que esté especialmente entrenada, es peor que la de un cascanueces de Clark). Rellenamos los huecos con herramientas (mapas, escritura). En cierto modo, externalizamos la memoria hacia nuestro entorno, algo que ningún otro animal hace.
¿Qué hace única a la memoria humana?#
Hemos visto que los animales comparten muchos bloques de construcción de la memoria. Entonces, ¿es la memoria humana solo “más de lo mismo” o es diferente en tipo? Muchos investigadores sostienen que ciertas diferencias cualitativas distinguen la memoria humana, creando lo que podríamos llamar el “sistema de memoria del yo narrativo”. Destaquemos las características que a menudo se citan como exclusivamente (o al menos excepcionalmente) humanas:
Conciencia autonoética y autorreflexión: Como se discutió, los humanos no solo recordamos eventos; recordamos recordarlos. Podemos introspectar sobre nuestros recuerdos (“¿Realmente pasó eso o lo imaginé?”) y somos conscientes de nosotros mismos en el pasado, presente y futuro. Esta autoconciencia temporal es una piedra angular de la memoria autobiográfica y está estrechamente ligada a nuestro concepto de identidad personal (“Soy la misma persona que…”) 11. Los animales muestran poca evidencia de este nivel de memoria autorreflexiva. Probablemente carecen de lo que un psicólogo llamó “el bache de reminiscencia”: ese brillo subjetivo de viajar mentalmente en el tiempo. La memoria humana también se caracteriza por su reconstructividad y perspicacia: podemos pensar sobre nuestro pasado y extraer nuevas conclusiones (“¡Ahora me doy cuenta de por qué pasó eso!”), algo que no se ha observado en otras especies.
Organización narrativa: Los humanos organizamos de manera natural los recuerdos en narrativas. Creamos líneas de tiempo, vínculos causales y significado. Los datos en bruto de la experiencia se editan en una historia. Esto podría considerarse un subproducto del lenguaje, pero incluso los humanos no verbales (como niños pequeños o personas sordas sin lenguaje temprano) parecen formar narrativas internas una vez que tienen cualquier sistema simbólico. La narrativa proporciona estructura – inicio, desarrollo, desenlace – que ayuda a la retención de la memoria y hace que el recuerdo sea más que la suma de sus partes. También permite la transmisión de recuerdos entre personas (cultura, historia). Mientras que los animales pueden aprender unos de otros mediante demostración, ninguno puede contarle a otro algo que no esté inmediatamente presente. Nuestras narrativas también alimentan la planificación: simulamos posibles narrativas de lo que podría suceder, esencialmente “pre-viviendo” episodios potenciales para decidir un curso de acción.
Compresión simbólica y memoria de la esencia (gist): La memoria humana puede condensar un evento complejo en una “esencia” o símbolo simplificado. Por ejemplo, puedes resumir unas vacaciones de la infancia como “la vez que nos perdimos en París”: una sola frase que representa un rico tapiz de experiencias. Ese resumen puede almacenarse y comunicarse fácilmente. Los animales, al carecer de tales etiquetas simbólicas, probablemente almacenan la memoria de forma más distribuida y fragmentaria (vistas, sonidos, olores vinculados pero no reducibles a una etiqueta simple). Nuestra capacidad de etiquetar (“Eso fue un error” o “una aventura”) también influye en cómo luego recordamos e incluso sentimos el recuerdo. Tendemos a recordar el significado o la moraleja de los eventos más tiempo que los detalles triviales, una característica muy adaptativa (por ejemplo, puedes olvidar exactamente cómo lucía un depredador, pero recordar “no te acerques a esa zona: hay peligro”). Los animales sin duda extraen esencias en algún nivel (una rata aprende la regla general de un laberinto, un ave la ubicación general de árboles ricos en alimento), pero los humanos lo llevamos más lejos, formando conceptos explícitos que pueden aplicarse a través de contextos.
Integración de memoria semántica y episódica: En los humanos, la memoria episódica y la semántica se entremezclan de forma rica. A menudo convertimos recuerdos de experiencias en hechos (“Recuerdo las historias del abuelo sobre la guerra” se convierte en parte de mi comprensión factual de la historia). También usamos la memoria semántica (conocimiento) para estructurar nuestro recuerdo episódico (“Saber el concepto de ‘fiesta de cumpleaños’ me ayuda a organizar mi recuerdo de ese evento de mi quinto cumpleaños”). Esta interacción significa que cada recuerdo no está aislado; se conecta a una vasta red de conocimiento y narrativas. Los animales tienen una memoria más modular: las memorias tipo episódicas no se convierten de forma evidente en conocimiento general ni viceversa. El recuerdo de almacenamiento de comida de un arrendajo se usa para ese propósito específico; no generaliza luego un concepto como “perecibilidad” de forma abstracta más allá de la tarea (al menos hasta donde podemos saber).
Memoria cultural y almacenamiento externo: Quizá la diferencia más profunda: los humanos extienden la memoria fuera de sus cabezas. La escritura, el arte y ahora los medios digitales significan que podemos descargar detalles y preservar información a través de generaciones. Esto no es memoria biológica per se, pero interactúa con nuestra memoria individual (usamos calendarios, diarios, libros para complementar nuestros cerebros). La existencia de depósitos externos de memoria retroalimenta el sistema: podemos aprender los recuerdos de otros a partir de registros, algo que ningún animal hace. Esto crea una cultura acumulativa. También reduce la presión evolutiva sobre nuestra capacidad bruta de memoria; en cambio, la evolución favoreció a quienes pueden aprender de fuentes externas y de otros. Los animales sí tienen cultura (algunas aves y primates aprenden comportamientos transmitidos socialmente), pero no tienen registros simbólicos externos. Por lo tanto, la memoria de cada animal muere en gran medida con él, y cada generación comienza de nuevo con algunos instintos y algunos hábitos aprendidos socialmente, pero nada parecido a bibliotecas o bases de datos de Internet. Esta diferencia ha sido denominada el “efecto trinquete” de la cultura humana: el conocimiento y la memoria se “trincan” hacia arriba con el tiempo, ya que no lo perdemos todo en cada generación.
Todos estos factores contribuyen a lo que podríamos llamar la “memoria autobiográfica” en humanos: la narrativa de la propia vida. Psicológicamente, tener una memoria autobiográfica está vinculado a nuestro sentido de significado y continuidad. No es que los animales no tengan historias de vida: las tienen, y ciertos animales longevos y sociales (elefantes, delfines) podrían recordar compañeros y eventos pasados durante décadas. Pero incluso si lo hacen, carecen de la narrativa autobiográfica explícita que los humanos suelen atesorar (“la historia de mi vida”).
La singularidad de la memoria humana, entonces, es tanto una cuestión de grado (recordamos más, por más tiempo, de forma más abstracta) como de tipo (recordamos de manera diferente, de forma autoconsciente y narrativa). No todos están de acuerdo en la nitidez de esta distinción: algunos científicos cognitivos advierten que podríamos subestimar las mentes animales simplemente porque no pueden contarnos sus experiencias. Quizá un delfín sí tenga un sentido de sí mismo en sus recuerdos que simplemente no puede expresarnos. Debemos ser cuidadosos: la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia. Pero hasta que se demuestre lo contrario, la posición científica por defecto es que los humanos tenemos un conjunto de características de memoria que no se ha demostrado de forma concluyente en otras especies.
Como ejemplo conmovedor de similitud y diferencia, considera el envejecimiento y la memoria. Un humano anciano puede rememorar su infancia, contando historias detalladas (con posibles adornos), lo que muestra narrativa, yo y perspectiva temporal. Un perro anciano puede reconocer claramente a un viejo dueño tras años (lo que muestra memoria a largo plazo) y puede tener hábitos y respuestas emocionales de su etapa de cachorro, pero no puede compartir ni reflexionar sobre esos recuerdos. Cuando la memoria episódica de un humano se desvanece (como en la demencia), pierde ese hilo autobiográfico, incluso si los hábitos y cierto conocimiento permanecen: se vuelve, en cierto sentido, un poco más como un animal que vive en el presente inmediato. Esta comparación subraya cuán crucial es la memoria episódica autobiográfica para lo que consideramos nuestra vida mental humana.
Antes de concluir, es interesante notar un ángulo filosófico: Darwin podría decir que nuestras diferencias de memoria son de grado, acumuladas hasta un gran efecto; Descartes podría decir que solo los humanos tienen un alma inmaterial que otorga verdadera rememoración. La neurociencia moderna se sitúa en algún punto intermedio: reconoce la continuidad, pero también reconoce la sinergia especial de la cognición humana. Como bromeó un científico, “El pedestal sobre el cual los humanos se colocan a sí mismos en términos de habilidades neurológicas continúa desmoronándose. Es solo que otros tipos de animales realizan funciones similares de manera diferente.” 33 En otras palabras, muchos animales alcanzan las mismas metas funcionales (recordar, aprender, decidir) pero por medios distintos. Sin embargo, el diablo está en los detalles, y los detalles – conciencia autonoética, lenguaje, narrativa – marcan toda la diferencia en cómo experimentamos la memoria.
Preguntas frecuentes (FAQ)#
P 1. ¿Algún animal tiene memoria episódica verdadera, o todo es como mucho “tipo episódica”?
R. Depende de la definición. Si por “memoria episódica verdadera” entendemos rememoración autobiográfica con re-experimentación consciente, entonces no tenemos evidencia clara de que ningún animal no humano la posea. Los animales pueden recordar eventos (el qué-dónde-cuándo), como se muestra en estudios con arrendajos de matorral, ratas, simios y otros 7 5. Estos recuerdos pueden ser bastante detallados y duraderos. Pero la cuestión clave es si los animales experimentan reflexivamente esos recuerdos. ¿Tienen un sentido de “Recuerdo haber hecho X”? No podemos saberlo directamente, pero la mayoría de los científicos son escépticos de que los animales tengan una rememoración episódica similar a la humana. Por ello, etiquetamos sus capacidades como “tipo episódicas”. Algunos sostienen que los grandes simios o los delfines, dada su inteligencia, podrían tener cierto grado de memoria episódica, pero la evidencia no es concluyente. Por ahora, los humanos siguen siendo la única especie en la que se ha demostrado que recuerda eventos pasados siendo consciente de ellos como experiencias pasadas (conciencia autonoética). La investigación futura podría encontrar formas ingeniosas de probar este componente subjetivo en animales, pero es un desafío sin lenguaje.
P 2. ¿Cómo prueban los científicos la memoria animal si los animales no pueden hablar?
A. Las personas investigadoras diseñan experimentos conductuales que funcionan como sustitutos de la evocación de recuerdos. Por ejemplo, el experimento con el arrendajo de matorral es un clásico: la elección del ave de buscar en un lugar específico después de cierto intervalo de tiempo indica que recordó qué escondió, dónde y hace cuánto tiempo 7. De manera similar, las pruebas con ratas pueden implicar exponerlas a un objeto en un contexto y a un objeto diferente en otro contexto, y luego ver si reconocen incongruencias objeto-lugar más tarde (lo que indica que recuerdan qué objeto estaba en qué lugar originalmente). Otro enfoque son los paradigmas de pregunta inesperada: se entrena a un animal para que espere una cosa y luego se le sorprende con una pregunta diferente sobre el pasado. Si puede responder, sugiere un uso flexible de la memoria. Con simios, por ejemplo, las personas investigadoras han hecho cosas como mostrarles una herramienta, esconderla y, mucho después, darles la oportunidad de recuperarla para usarla: el éxito del simio implica que recordó la ubicación de la herramienta tras un intervalo. Para la planificación futura, experimentos como darle a un animal una elección ahora que solo rinde frutos después (por ejemplo, herramienta para el futuro o premio inmediato) ponen a prueba si puede planear para el futuro. Las pruebas cognitivas también deben descartar explicaciones más simples (como reglas asociativas o claves contextuales). Es un campo creativo: como los animales no pueden contarnos sus recuerdos, las personas científicas tienen que convertirse en “lectores de la mente animal” mediante experimentos.
P 3. ¿Qué es la conciencia autonoética y por qué es importante? R. La conciencia autonoética es un término introducido por Endel Tulving para describir la capacidad de situarse mentalmente en el pasado (o en el futuro) y ser consciente de ello como una experiencia propia 11. Es, esencialmente, el sentido del yo en el tiempo: el “yo recuerdo esto y sé que estoy reviviendo un momento de mi propio pasado”. Esto es importante porque es lo que hace que los recuerdos episódicos se sientan “propios” y vividos. Sin autonoesis, aún podrías aprender de eventos pasados (saber qué ocurrió), pero no tendrías la misma conexión personal ni la experiencia rica de rememoración. La autonoesis permite cosas como la nostalgia, el arrepentimiento y el crecimiento personal, porque reflexionas sobre experiencias como tuyas. También está ligada a nuestra capacidad de imaginarnos en escenarios hipotéticos (viaje mental en el tiempo hacia el futuro). En humanos, se piensa que la conciencia autonoética emerge en la primera infancia (alrededor de los 4 años, cuando las niñas y los niños comienzan a hablar de eventos pasados en detalle y entienden el concepto de “recordar”). Su base neuronal probablemente implica la interacción de la red fronto-parietal con el hipocampo, proporcionando esa perspectiva metacognitiva (“yo estoy recordando”). Nadie sabe con certeza si algún animal tiene conciencia autonoética: es un tema de debate. Si un animal tiene cierto nivel de autoconciencia (por ejemplo, los delfines se reconocen en los espejos), ¿podrían también tener un sentido de “yo hice esto en el pasado”? Posiblemente, pero la evidencia actual no lo ha confirmado. Así que la conciencia autonoética sigue siendo un fenómeno (quizá) exclusivamente humano hasta donde sabemos, y es una gran parte de lo que hace que la memoria humana sea subjetivamente diferente.
P 4. ¿Pueden los animales recordar eventos específicos años después? R. Sí, muchos animales pueden retener ciertos recuerdos durante períodos notablemente largos, aunque tenemos que inferir esos recuerdos a partir de la conducta. Ejemplos: se ha observado que los elefantes reaccionan con alegría al reunirse con individuos (personas u otros elefantes) después de décadas, lo que implica una memoria de reconocimiento de esos individuos. Los perros a menudo recuerdan a antiguos dueños o entrenadores incluso si no los han visto durante años. Las aves marinas pueden regresar a la isla exacta donde nacieron después de pasar años en el mar, lo que indica una memoria espacial a largo plazo. Evidencia experimental: los leones marinos han mostrado memoria de tareas de entrenamiento una década después sin repasos. Y, como se mencionó, aves como los cascanueces recuerdan ubicaciones de escondites de alimento durante muchos meses. Sin embargo, estos suelen ser recuerdos de información importante para la supervivencia (lazos sociales, ubicaciones de comida, rutas de navegación). ¿Recuerdan los animales eventos únicos e insignificantes años después? Probablemente no, de forma similar a cómo también olvidamos cosas triviales con el tiempo. La longevidad de un recuerdo suele correlacionarse con su utilidad y refuerzo. Además, los animales no “repasan” recuerdos mediante narraciones como nosotros, así que para que un recuerdo perdure, por lo general necesita reutilizarse periódicamente. Cuando sí retienen un recuerdo a largo plazo, es impresionante dado que no pueden escribirlo: todo está en sus circuitos neuronales. Algunos animales también muestran recuerdo dependiente del contexto: quizá solo revelen que recuerdan algo cuando están en un contexto similar al del evento original. En conjunto, sí, los animales pueden tener una excelente memoria a largo plazo para ciertos tipos de información, a veces rivalizando o superando a los humanos (especialmente en tareas como la memoria espacial). Su memoria, como la nuestra, es falible y selectiva, pero la evolución ha dotado a muchas especies de la capacidad de recordar lo que importa, durante tanto tiempo como importa.
P 5. ¿Cuál es un ejemplo de algo que los humanos recuerdan y que ningún otro animal podría recordar? R. Muchos ejemplos: básicamente cualquier recuerdo que implique abstracción compleja, razonamiento en múltiples pasos o metacognición sería exclusivamente humano. Por ejemplo, podemos recordar historias (como la trama de Hamlet o de una película) que no tienen relevancia directa para la supervivencia y son puramente ficticias: un animal podría disfrutar ver movimientos en una pantalla, pero no codificará el arco narrativo con comprensión. Recordamos eventos históricos que ocurrieron siglos antes de que naciéramos al aprenderlos en la escuela: ningún animal tiene ese tipo de memoria transgeneracional. Recordamos palabras y números: tu memoria de tu número de teléfono o de la ortografía de una palabra; los animales no pueden tener eso porque son artefactos culturales humanos. También recordamos nuestros propios procesos de pensamiento a veces (como “recuerdo que estaba pensando si cambiar de trabajo el verano pasado”): esa memoria reflexiva de un pensamiento es muy meta y exclusivamente humana. Otro ejemplo: los humanos pueden recordar sueños y analizarlos o incluso contárselos a alguien al día siguiente: los animales podrían soñar (los perros se mueven y gimen, lo que indica contenido onírico), pero no los rememoran ni los comparten después. Recordamos creencias e intenciones (“recuerdo que tenía la intención de disculparme con ella; debería hacerlo hoy”). Esto requiere teoría de la mente y auto-proyección. Y, por supuesto, recordamos el propio lenguaje: como letras de canciones, poemas o argumentos filosóficos. No tienen análogo en las mentes animales. Esencialmente, cualquier cosa que implique contenido basado en lenguaje o una profunda autorreferencia nos es exclusiva. Por otro lado, los animales recuerdan algunas cosas que nosotros típicamente no podemos: como la memoria ecoica precisa de un delfín de las reflexiones de su sonar o la memoria de olores de un perro. Pero esas son diferencias en el tipo de contenido, no en la complejidad estructural de la memoria. Los recuerdos exclusivamente humanos más profundos son aquellos que construyen significado e identidad: por ejemplo, “recuerdo el día en que me di cuenta de qué carrera quería seguir; cambió la dirección de mi vida”. Ese es un recuerdo estratificado (evento + significado personal + implicación futura) que ningún animal, hasta donde sabemos, puede formar o contemplar.
Fuentes#
- Darwin, Charles – The Descent of Man (1871), Capítulo 3. Darwin sostiene que las diferencias entre las mentes humanas y animales son de grado, no de tipo: “There is no fundamental difference between man and the higher mammals in their mental faculties.” 1 Darwin da ejemplos de memoria, razón y emoción en animales para apoyar la continuidad evolutiva.
- Descartes, René – Discurso del método (1637) y correspondencia. Descartes postuló que los animales carecen de alma y de pensamiento verdadero. Usó la ausencia de lenguaje en los animales como evidencia de que no poseen razón ni memoria consciente: el lenguaje es “the only certain sign of thought hidden in a body” 2, y dado que los animales “never produce anything like declarative speech…[it] could only be explained” por su falta de pensamiento 3. Así, consideraba la conducta animal como mecanicista, sin rememoración consciente.
- Clayton, N. S. & Dickinson, A. (1998) – “Episodic-like memory during cache recovery by scrub jays.” Nature, 395:272–274. Este estudio seminal mostró que los arrendajos de matorral occidentales recuerdan qué alimento escondieron, dónde y hace cuánto tiempo, ajustando su forrajeo para evitar ítems echados a perder 7. Proporcionó la primera evidencia de memoria tipo episódica en un animal no humano, desafiando la idea de que recordar eventos pasados únicos es algo exclusivamente humano 10.
- Eacott, M. & Norman, G. (2004); Eacott, M. & Easton, A. (2005) – Varios experimentos sobre memoria tipo episódica en ratas. Por ejemplo, Eacott & Easton mostraron que las ratas pueden recordar objetos, contextos (“qué” situación) y lugares, es decir, memoria qué-dónde-cuál 34. Fortin et al. (2004) demostraron que la recuperación de memoria tipo rememoración en ratas depende del hipocampo 35. Estos trabajos sugieren que las ratas forman memorias de eventos integradas (aunque no verbales) y usan rememoración en lugar de simple familiaridad cuando las características lo exigen 36.
- Veyrac et al. (2015) – “Memory of occasional events in rats: individual episodic memory profiles, flexibility, and neural substrate.” Journal of Neuroscience, 35(33):7575-87. Un estudio moderno que desarrolló una prueba de memoria tipo episódica para ratas con situaciones cercanas a los paradigmas de memoria episódica humana. Encontró que las ratas pueden formar memorias integradas duraderas (≥24 días) de experiencias únicas (combinaciones olor-lugar-contexto) y recuperarlas de forma flexible. De manera importante, la inactivación del hipocampo dorsal bloqueó esta rememoración tipo episódica 6, y la evocación del recuerdo activó una red distribuida hipocampo-prefrontal 37, análoga a las redes neuronales en la evocación episódica humana.
- Suddendorf, T. & Corballis, M. (2007) – “The evolution of foresight: What is mental time travel and is it unique to humans?” Behavioral and Brain Sciences, 30(3):299-351. Una revisión exhaustiva que sostiene que, aunque algunos animales muestran elementos de conducta orientada al futuro, no hay evidencia convincente de que posean la facultad completa de viaje mental en el tiempo que los humanos tienen 19. Las personas autoras sugieren que los humanos evolucionaron de forma única la capacidad de desprenderse de los estados motivacionales actuales e imaginar de manera flexible escenarios futuros y pasados. Discuten estudios (arrendajos de matorral, simios) y concluyen que estos pueden explicarse por mecanismos más simples o son específicos de dominio, mientras que la previsión humana es de dominio general y versátil.
- Nautilus Magazine (2019) – “Language Is the Scaffold of the Mind” de A. Ivanova 26 22. Un artículo accesible que explica cómo el lenguaje moldea el pensamiento y la conciencia humanos. Ilustra, con investigaciones y ejemplos, que el lenguaje nos permite adquirir información que de otro modo no podríamos (como conceptos numéricos exactos más allá de lo que podemos subitizar), y que condensa la experiencia humana en forma comunicable: “the entire richness of human experience condensed into a linear sequence of words.” 22 En contexto, esto respalda la idea de compresión simbólica de los recuerdos y cómo el lenguaje posibilita la planificación abstracta y la teoría de la mente.
- The Swaddle (18 de agosto de 2021) – “Even in Old Age, Cuttlefish Remember Every Meal They Ate: Study” de S. Kalia 38 39. Un resumen de divulgación de la investigación sobre la memoria en sepias, que cita el estudio de Cambridge en Proc. Royal Soc. B (2021) de Schnell et al. Señala que las sepias pueden recordar qué, dónde y cuándo ocurrieron eventos (comidas) y que esta capacidad no declina con la edad 8 9. También contrasta la anatomía cerebral de las sepias (sin hipocampo; memoria en el lóbulo vertical o análogo de “lóbulo frontal”) con la de los humanos 39. Además, cita a biólogos que señalan cómo los descubrimientos de memoria avanzada en animales están erosionando la noción de la unicidad neurológica humana 33.
- Internet Encyclopedia of Philosophy – “Animal Minds” (2019) 2 3. Un artículo de referencia que incluye perspectivas históricas. Detalla los argumentos de Descartes contra el pensamiento animal, incluyendo el argumento de la prueba del lenguaje. La parte citada desarrolla la visión de Descartes de que la incapacidad de los animales para usar lenguaje o signos para expresar pensamientos implica la ausencia de pensamiento (y, por extensión, de memoria deliberativa) en los animales. Proporciona contexto al concepto de autómatas de Descartes y cómo respondieron posteriormente otras personas estudiosas.
- Cuerpos pedunculados en insectos (Mushroom Bodies in Insects) – Strausfeld et al. (1998-2018) y otras personas han estudiado cerebros de insectos. Una fuente ilustrativa: Frontiers in Neural Circuits (2018) afirma que “the insect mushroom bodies (MBs) are paired brain centers which, like the mammalian hippocampus, have a prominent function in learning and memory.” 31 Esto resalta la evolución convergente de los sistemas de memoria. Esencialmente, el MB es para la abeja lo que el hipocampo es para un humano en términos de formación de memorias asociativas (especialmente olfativas). Tales estudios subrayan que incluso organismos lejanamente emparentados evolucionaron estructuras neuronales dedicadas a sustentar la memoria de experiencias.
Cada una de estas fuentes refuerza piezas del rompecabezas comparativo de la memoria: desde los fundamentos filosóficos (Darwin, Descartes) hasta los experimentos de laboratorio (arrendajos de matorral, ratas, sepias) y las discusiones teóricas (viaje mental en el tiempo, lenguaje y cognición). En conjunto, dibujan un panorama en el que los sistemas de memoria animal pueden ser impresionantes e incluso vagamente familiares para nosotros, pero la memoria humana –especialmente en su gloria autoconsciente, comunicativa y proyectiva– sigue siendo un caso atípico cognitivo, una característica del “núcleo de cognición profunda” que realmente distingue nuestras mentes incluso mientras nos conecta con el linaje animal.